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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Pocas luces para tanto ruido

Vistas por fin!


Para ser sinceros, me las esperaba algo más escandalosas... 
Seguramente tendré el ojo vago y acostumbrado por los viajes a Medio Oriente, donde suele encontrarse fácilmente una excusa,  para iluminar las vías principales, con los colores nacionales.


Cibeles arropada por la bandera

Se nota que han invertido el dinero en modernizar las luces, consiguiendo uno de los objetivos y es que se hable de la iluminación navideña. La cuestión es distraer. Hay que reconocer que es un espectáculo.

Algo también tradicional y atemporal, son los arbitrajes que sufrimos en Madrid. Un doble rasero, que no se entiende muy bien y menos ahora con tanta tecnología. Como me decían ayer, soy un aldeano que siempre se queja de lo mismo.


Por cierto, recomendación gastronómica, asociada a ver un partido de fútbol en el centro de la capital del reino: The James Joyce Irish Pub (Calle Alcalá 59)... 

La Ternera en salsa de Guinness,  protegida con una capa de hojaldre y  regado con más de una pinta la virgen IPA. 




¡La virgen!

Una muy buena experiencia para ver los partidos.

 

viernes, 20 de noviembre de 2020

Madrid reino de ilusiones

 

En estos días, la alegría que dan las pequeñas acciones que antes eran cotidianas, como poder tomarse una caña en un bar, mientras ves a la gente charlando animadamente es grande y mandarles la foto a la cuadrilla, no tiene precio... pero no es fácil. 



 

El salvoconducto de la empresa sirve para superar los controles de seguridad, en cada cambio de provincia, hasta llegar a la capital del reino. Muchos medios y muchos servidores del orden, pasando frío para hacer cumplir unas medidas que no convencen. Quijotes luchando contra molinos, sin negar el fracaso.

 

Una entrada desierta, golpeada por la pandemia y en la radio la machacona cantinela de datos de infectados, con las carreras por ser el primero en vender la vacuna. Es imposible sintonizar nada que no sea del mono tema.  

 


Mientras en casa aislados por municipios, sin poder ver a la jefatura, en cambio Madrid cubierta por una espesa niebla,  casi ni se ven las restricciones,  ni tampoco el camino a la oficina. Cada uno se marca los límites que quiere y yo, tras triplicar la distancia,  duplico el tiempo en llegar al trabajo. Maldita niebla.

Esperemos un cambio de rumbo pronto y salte otro tema de conversación, aunque hay cosas que parece que no cambian, ya en noviembre las luces nos anuncian la llegada de las compras navideñas. Confiemos en que no dejen tranquilos y no tengamos más sobresaltos.

Mantenemos viva la Ilusión 


miércoles, 7 de octubre de 2020

Regreso a Málaga


Comenzamos la búsqueda de  Antonio Banderas – con la sana intención de que "El mariachi" nos pague una ronda-, en la taberna El Pimpi. Un antiguo local donde acudían  -quitando la i-  los marineros para enseñar inglés: “show me now”. Siempre se aprende algo en los intercambios. 

Según nos cuentan los autóctonos, ha perdido mucho, porque ya no dejan que se toque libremente la guitarra y arrancarse por soleares. La recomendación gastronómica: la fritura malagueña una delicia del tiempo de el Al-Ándalus. Una ración generosa de  pescaditos, chopos… Productos del mar perfectamente fritos con su toque de limón y  las porciones de pescados adobados. Sabores de otras épocas. Muy profesionales, buen servicio y con unas vistas inigualables a La Alcazaba iluminada.



Por una vez, el toque de queda con su "ley seca" están a nuestro favor y nos salvan para el día siguiente. A la media noche, como en la Cenicienta, dejan de servirnos y nos mandan para casa. Nos hubiésemos tropezado dos veces con la misma piedra, pero no….

El objetivo del viaje: Una boda en la cuadrilla. Por todo lo alto y aprendiendo de la buena gente. La que tuvo retuvo, el swing no lo han perdido. 

Momentos que ya pensábamos que no volveríamos a vivir, pero a pesar de las décadas pasadas, aún nos acordamos de cómo se hace. En la ceremonia lo damos todo, con nuestros sombreros y mascarillas de "brilli-brilli".  Alguna lágrima dejamos. 

Alegría, buen baile y vino a raudales-yo creo que superaron a  las de Canaán que según decían  solo tenían seis tinajas, ...un poco más de quinientos litros.

 En el regreso a Málaga, no estamos todos y se nota. Nos cuesta llegar al precioso hotel “Madeinterranea Suites”. Entre callejuelas, damos vueltas y vueltas, para volver al punto de partida. Calles para perderse, pero no a esas horas.

Una escapada fugaz y romántica por el sur de la península, a pesar de la pandemia y de la borrasca Alex, que estuvieron a punto de des-montarnos el chiringuito.









Chinitas al fondo y charco en primera linea

viernes, 11 de septiembre de 2020

Asturias, mi primer salmon

 Unos días de reencuentro con Asturias. Hacía mucho tiempo, décadas, pero las mismas sensaciones. Bonitos recuerdos que se amplían después de este viaje familiar. Dan ganas de quedarse más tiempo, pero no siempre se puede hacer lo que se quiere, pero casi.

 


Un paseo desde Cangas de Onís- antigua capital del reino de Asturias- hasta la estación de Caño, con premio: ver los salmones en el Sella. Será difícil que se nos olvide el primer salto que vimos:

El regreso de los salmones a desovar en el río que les vio nacer – nostálgicos empedernidos- a través de las pozas fabricadas para salvar la presa de la central hidráulica. La lucha titánica contra corriente,  agotados, incapaces de alimentarse ya que su metabolismo se ha adaptado a la dieta marina, por lo que si no llegan las riadas que les arrastren al mar, será su final. Solo falta la música de fondo del Hombre y la tierra, y la voz en off, de Feliz Rodríguez de la Fuente.

 

En la bajada del Sella en canoa,  también tuvimos la suerte de cruzarnos con algún salmón y con muchos besugos. Demasiados. Aunque esté masificado –según dicen no había gente- sigue mereciendo la pena.



Un descenso más fácil que la bajada del Dordoña, donde duplicamos el tiempo del recorrido, o  es qué ya somos unos expertos navegantes, ¿quién lo sabe?… Cuatro horas tranquilas, con paradas, bocatas y algún valiente que osa compartir baño, en las gélidas aguas de los duros salmones.

Realmente no hace falta mucho esfuerzo, sobre todo si vas en la parte de atrás de la canoa y es tu pareja la que rema.

 


Los lagos. No hemos nacido para sufrir por esas carreteras estrechas con tanto tráfico. Sin dudarlo, hay que subir en autobús. Mejor pagar que madrugar.

Arriba, el recorrido circular merece la pena, perderse un poco y subir a la Porra de Enol y contemplar la niebla. Te sientes pequeño ante lo bonito del paisaje, se ve todo. Grandes recuerdos de las sensaciones de cuando hacíamos monte.

 


En cuanto a la recomendación gastronómica fácil, Restaurante El campanu , junto al puente romano. El nombre, como no podía ser de otra forma, hace referencia al primer salmón que se pesca cada temporada en los ríos asturianos, porque las iglesias repicaban las campanas para dar la noticia. Se come muy bien.

El pulpo a la brasa y las zamburiñas espectaculares, buen trato y además disfrutando de ver a los hijos escanciando los culines de sidra como auténticos profesionales.

Aunque en este restaurante no probamos, porque ya habíamos caído en el error antes, lo que tengo que decir, aunque igual molesta a alguien es que a mi lo de los cachopos, me parece un timo para turistas, un San Jacobo que ocupa todo el plato y caro, pero para gustos los colores.

Unos días por Asturias, te alegran la vida y te hacen olvidar los problemas del día a día y hasta los de la pandemia. Hemos disfrutado de lo lindo y en buena compañía.

Aita – ¿nosotros somos gorditas?- Hay que volver para terminar las lecciones de billar en Llanes. Sin malos humos.

 

domingo, 30 de agosto de 2020

Dulce Liérganes

La visita anual por Cantabria, comienza con disculpas. Parece que repetiremos localidades...No siempre se puede innovar, sin hacer muchos kilómetros, pero cuando llego a Liérganes,  ni me acuerdo de haber estado. Ni de sus calles, ni del molino ni de tan siquiera de la leyenda del hombre pez. 

Un hombre con escamas – me imagino que sería una "psoriasis de caballo"-  y forma de pez que se escapa del pueblo y aparece en Cádiz en la Edad Media... y después de llegar tan lejos, le devuelven a su pueblo a mil kilómetros de los de entonces...Como se las gastaban en aquella época. 
Aunque comienzo a recordar al ver sus dos picos...
      ¡Las tetas de Liérganes!-  Risitas entre amigos de toda la vida. Aún no hemos madurado. 
Según me dice, lo bonito -en los días despejados- es subir entre los dos picos, porque se ve hasta la Bahía de Santander. La siguiente ocasión será, porque el tiempo no acompaña. 


Bien asesorados, asaltamos la pastelería de María Luisa. (Paseo del Hombre Pez, 6). 
Me lo compraría todo, para ir probando. Maldita báscula. Al final me decido por las finas galletas de nata y mantequilla, los sobados y la quesada. En último momento, cedo a la mirada de mi hijo y nos llevamos también media docena de rosquillas de yema (unos hojaldres muy dulces y totalmente adictivos).
Salgo cabizbajo de la tienda. Me da pena no haber caído también en la tentación de los sacristanes ( otros hojaldres ). Otra vez será...

 


En cuanto a la recomendación gastronómica, es en Solares. Secretos que se pasan de padres a hijos y ahora tenemos la suerte de que lo compartan con nosotros. Un pequeño restaurante -pequeño pero con historia-: La tienda de Pedro García, (Avenida Calvo Sotelo. 40).
Se cerró el ultramarinos el mismo año que nací yo y abrieron el restaurante 25 años después, manteniendo el mismo mobiliario y su esencia. Lo que más me gustó es que comimos atravesando la barra, en la trastienda, donde aún se pueden ver los cajones de las antiguas ferreterías.  Muy agradable. Las cocochas de merluza y las mollejas quitan el sentido. Muy buena elección. 

Escribir es una buena táctica para recordar. 

jueves, 20 de agosto de 2020

Mercado de Bayona y sus productos




Solo una idea en mi cabeza: “cuanto peor huele, mejor sabe". ¡No hay quien respire! Tienen que ser productos excepcionales. Tenemos que parar para ventilar el coche, así no llegamos a casa. Parece que hemos comprado los más sabrosos.

Así es, las compras en el Mercado de Bayona son las que provocan la obligada parada. Quesos de todos los tipos. Difícil elección, aunque también salimos con la salsa “Xipister Etxekoa” recomendada para los mejillones.

El día se pasa volando, y la noche un poco más larga. Bonitos atardeceres y un gran reencuentro con el último cachorro. Hemos vuelto a cruzar la frontera buscando la tranquilidad. No hemos tardado mucho. Hay que seguir buscando nuestro restaurante de referencia en Bayona, aún no lo hemos encontrado.

Una ciudad con casas imponentes e importantes que sirven de apoyo a barrios de arquitectura típicamente vasca, las fachadas con vigas de colores y contraventanas de madera, con pinta de derrumbe entre los ríos Nive y Adour. Hay cambios en las callejuelas del centro histórico es obligatorio el uso de la mascarilla. Todo llega.



 

martes, 4 de agosto de 2020

Bayona- blanco y rojo sin fiesta

Experiencia alegre en familia. Unas horas de risas, buena comida y olas como cuando era más joven. 
Bueno, mucho más joven, pero el mismo recuerdo de los revolcones provocados por las olas. No sabiendo por dónde está el aire y cuando por fin consigues sacar la cabeza, te vuelve a pillar la siguiente. Terminas sin ver un carajo, con el sabor a mar en la garganta  y el traje de baño en los tobillos. 



Un cartel anunciador de las "no fiestas" que lo dice todo. Fiestas rotas por el dichoso virus. Por lo demás parece que en este lado de la muga el bicho está más cansado porque hay muchas menos restricciones a las libertades o es lo que parece a simple vista. 

La recomendación gastronómica es en El asador (19, rue vielle boucheries, place Montaut 64100 Bayonne), un cochinillo -carré de cochon de lait grillé- para perder el sentido y además dentro del plato del día. A primera vista, hay que invertirle más tiempo a callejear entre las murallas que te llevan a la catedral gótica, los mercados y rías. Volveremos sin duda
El Asador

lunes, 20 de julio de 2020

Escapada hacia la buena vida. Biarritz


En el hotel, no tenían constancia de nuestra reserva. 
La escapada podría haber comenzado mejor. Unas pocas viandas (Chipirons persillés, Pulpo tomato pesto, tartare de boeuf y  burguer de canard) y nos cambia el humor. Buenos caldos en el Restaurante Chistera et coquillages, enfrente del mercado. No es la primera vez que vamos y por mí, repetiremos.

Ver a una gran dama, fumando pausadamente un purito después de comer, tranquila, mientras saca pausadamente de su capazo el teléfono… 
Cara sonriente y con historia.  Ni parece que le haga falta la compañía. Está de vuelta y va siempre acompañada por dentro.  
No puedo resistirme y aprovecho, pero no me vuelve a mirar, para inmortalizar esa calma.

Es difícil ir a Biarritz y que tu subconsciente no te haga hacer pensar en que es lo verdaderamente importante.  Es un pueblo que como dice su emblema:  tiene a favor los vientos, las estrellas y el mar. Todo parece mejor, hasta el COVID parece que les resbala. 
Es lo que tienen los franceses, se saben vender en las peores situaciones.
Tardare en olvidar la cara de la chica rusa de porcelana, riéndose a carcajadas, ante el ridículo de su acompañante revolcado por las olas,  diciendo claramente que lo había grabado todo.  Hasta los imponentes rusos son derrotados por estos mares. 

El atardecer  hace ampliar la reunión: una religión ante la puesta de sol. Todas las edades y toda la gama de vestidos. Me quedo con el surfista con traje de neopreno con la tabla en la mano, inmóvil mirando al mar.
Pasan los minutos mientras cambian las tonalidades. El silencio y el contraste con las aguas rompiendo en la arena.  Cuando el sol es engullido, parece que dan al "play" de la pelicula regresando el movimiento, el ruido. Nosotros rápidamente a la La Trattoria des Arceaux, que ya comienza a ser una tradición.

Por cierto, como no podía ser de otra manera,  también pecamos en el desayuno. No pueden faltar los cruasanes o como dicen aquí croissants. Otro pequeño vicio de “la flo”.


lunes, 13 de julio de 2020

Apuntes de navegante

Viento en el morro, no hacemos ni cinco nudos- Su cara lo dice todo, nos espera una larga travesía hasta llegar a donde quiera que tiene marcado su rumbo, siempre al norte.
La marejada hace ver que el Capitán es un hombre de palabra. Lo que parecía una fanfarronada, se convirtió en una realidad. "El barco no vuelve a puerto por mucho que devuelvas."

 ¡Como sube y salta! - Cuando no toma bien la ola, el golpe contra el agua parece que algo se rompe. Sobre todo mi moral. Me recuerda a otros viajes por otros mares. Pantocazo tras pantocazo, -siempre se aprende algo- parece interminable. 

Ver tan pronto al experto sobrino agarrado a sotavento, dando todo lo que tiene dentro,...Me hace presagiar lo peor, queda mucho norte. Muchas horas, demasiadas devolviendo cuando ya no le queda nada que tirar, demuestran que también es un hombre duro ¡qué aguante! Ni una queja, sabe que solo le queda eso, aguantar, sabiendo que no se le va a pasar. 
Santana Beria trabajando. No se ven los barcos de recreo

 Al final, consigo domar el mareo a base de seguir las instrucciones recibidas al pie de la letra:

  •  biodraminas con cafeína cada cuatro horas
  •  la receta culinaria: tener el estómago siempre lleno
  • permanecer en el centro del velero, firme, de timonel y 
  • el cerebro fijado en el horizonte, buscando los famosos cetáceos del Golfo de Bizkaia.
El primer sonar del carrete, -mientras un cuarto de la tripulación sigue devolviendo- nos alegra el día, y nos hacen sacar lo mejor. El cambio de rumbo hace que el velero se dulcifique y los peores temores se alejan poco a poco. 

 Los Zifios de Cuvier, cuatro ballenas de color gris nos demuestran la grandeza del mar. Qué rápido nadan, con sus cabezas blancas saliendo a saludarnos. 

 Tras muchas horas, buscando las marcas de anteriores capturas, pone rumbo a puerto. Cuatro horas de silencio, no hay más barcos, hasta la radio se relaja. El barco se deja lanzar por las olas, disfrutando del nordeste, rumbo a un descuartelar, lanzados y silenciosos, navegando a muerte a más de siete nudos.

lunes, 29 de junio de 2020

Bonitos y guapos

Si hay un entorno ideal para desconectar y disfrutar de un día distinto – olvidándote de todos los jaleos del día a día-  es ir de invitado a un velero. Tres años han pasado desde la primera vez que me dejaron participar en la costera del bonito y ha sido volver a disfrutar, sintiéndome un privilegiado.


Una vez que empiezan a sonar los carretes, mucha emoción y mucho nerviosismo.  Con la primera captura en la bañera, aflora la sonrisa en el Capitán de la expedición y su ansia de más presas: buscando y repasando las marcas apuntadas en la memoria de los años anteriores.
¡A estribor! – grita convencido marcando el rumbo. Tras unos segundos, se percata de lo que realmente lleva por tripulación, solo le queda sacar la cabeza del camarote indicando resignado al timonel: A tu otro estribor. Risitas en cubierta.


Por la emisora, también de pruebas con el tío desde la Galea: hay que aprender de todo. Los de las otras embarcaciones:  pesados cantando coordenadas falsas sobre capturas, algún que otro fantasma indicando que picaban mal, solo de uno en uno, mientras que otros se mordían los higadillos porque en su bote no entraba ni la muestra. Lo mejor de la obligada radio, el triunfo del Athletic.



El trato a los grumetes con canas insuperable, con las vistas tranquilas fijando puntos en el horizonte. El picoteo alegre, a buen ritmo y cada cosa a su hora. Hasta las doce no hay autorización para pasarnos al blanco, pero no dejamos ni un momento de meter combustible al estómago, para no marearnos. Si me vuelven a llevar, tengo que recordar que mejor pasar del plato principal, que no es cosa buena sentarse y fijar la mirada en la mesa, que en estos sitios todo se mueve. Además según indican es tradición que mientras estas comiendo los espaguetis con chorizo, los bonitos tienen la buena costumbre de interrumpir picando en alguna caña. Y puedo dar fe, que en esta ocasión también ha sucedido.




Un alegre velero, Julito de música de fondo, un tipo con una discreta gorra veneciana saludando desde la cubierta y el resto -aseados ya- con una cerveza en mano.  La benemérita con su lancha rápida ni se molesta en acercarse, preocupados en comprobar las embarcaciones de pesca ... 
¿Por qué será?  


viernes, 19 de junio de 2020

Adiós primavera


Esperando la llegada de los turistas. Todo preparado, solo falta que comience el buen tiempo, se rompa el miedo y que se mantenga en el tiempo. 
Bilbao sembrado de terrazas. Quién te ha visto y quién te ve, ni sombra de lo que eras. 

Comienza el verano y termina el estado de alarma, después de seis ampliaciones, han sido 98 días y sus correspondientes noches, nos podremos mover por todo el estado. 

Como siempre es sabido, los supersticiosos le buscan siempre sentido a los números, pues ahí les dejo el 46320
¿Habrá quién compre la lotería de Navidad de este año con este número?  Porque menuda tragedia ha sido.


Mañana cambio de aires y de rutinas, esperando que pronto pueda sacar a pasear la maleta. Me va mucho más el estilo de vida Marco Polo. 


Un guiño  para mi lector: sus deseos son órdenes  

sábado, 30 de mayo de 2020

Menos tonterías y más libertades

Jodidas terrazas, yo soy hombre de barra,  bebo de pie. Los que me conocen saben que siempre rechazaba los taburetes y el estar más de diez minutos en un bar me incomoda. Ahora,  si no estás los treinta minutos que te corresponden, parece que estas desaprovechando.  Estúpidas normas.


Si pensásemos un poco, tiene todo tan poco sentido. Nos tienen agazapados, con el miedo a enfermarnos. No nos dejan ir a trabajar, no nos dejan abrazarnos, ni casi saludarnos  y eso que por la calle no nos reconocemos con las mascarillas y las gafas. Nos mienten y aún nos tenemos que sentir agradecidos. ¿Por qué tienen el derecho de seguir limitando nuestras libertades?  Discursos con frases de otras generaciones. Aunque como tantas veces he oído: Todo es un cuento.

Miedo a que llegue algún hijo con la cabeza baja, diciendo que ha sido beneficiado en el reparto de una de las múltiples multas por violar alguna de las normas. Ya se han superado el millón de multas.  Es lo que tiene seguir en un estado de alarma.

Se termina, o eso quiero creer. Todo tiene un final, hasta la locura del confinamiento. 
Adiós a las dos realidades en un mismo día. Todos locos y obedientes.  Enfrentándose el masificado paseo carcelario de las ocho de la tarde, contra  el Bilbao vacío en la charla de las diez de la mañana. Un privilegio que  también llega a su fin, conociendo poco a poco retales de mi historia en buena compañía.

A partir de esta primera pandemia, las terrazas y balcones serán requisitos en las futuras colmenas. No habrá quien compre un piso, sin su metro y medio de libertad.
Igual hasta sacan una normativa subvencionada,  como en las comunidades sin ascensores, para que los pisos sin libertad puedan tener una plataforma en voladizo donde dejarse llevar. ¿Lo viviremos?


Piraguas frente al Mercado de la Rivera 






Txapela a medio lado








martes, 12 de mayo de 2020

Se aproximan chaparrones


Por mucho que nos pese, es un sindiós. Está fase 0,5 que nos han puesto, nos lleva a situaciones caóticas, derivada de la acumulación espontánea y poco planificada, ante problemas complejos. 
Vamos que no hay quien entienda nada y eso que todo el mundo te lo explica.

Lo de ayer, daba pena. Ponen el caramelo en la boca: la apertura de los bares con terraza. Si lo piensas idílico, pero la realidad es otra. Personas con miedo y frió, mientras se toman una caña, incumpliendo cien y un normativas.  

Pobres taberneros, rodeados de municipales dando explicaciones y pobres policías, a los que acudían los chivatos – sí,  chivatos porque no tienen otro nombre- con información fresca indicándoles en qué bar había gente tomando potes, fuera de la terraza. Como si ellos no lo supieran, pero no dan abasto. 

                                

Como dice mi cuñada, lo hacen porque pueden. Seguramente porque prefieren ir despacio y no volver - como en el juego de la oca- a la casilla de salida. 
Al final, va a ser mejor no plantearte los motivos por lo que lo hacen, pero esperemos que en próximas cambios de fase hacia la anormalidad, den menos instrucciones, que el aguante se nos está acabando.


¡Miren al cielo! 

Es tiempo de gabardinas, no de terrazas.

miércoles, 29 de abril de 2020

Una de transición N & N


Por fin una noche de siete horas ininterrumpidas. Un buen regalo de aniversario. Lo echaba de menos. Hoy me he tomado un pequeño rato para mí, para parar y disfrutar de la escritura.

Con  las barbas de Iparragirre - que serían la envida del bueno de Charlton en los Diez Mandamientos- parece que hemos llegado a la cima del confinamiento, resignados y acostumbrándonos poco a poco.

Salir el fin de semana y escuchar a dos niños gritando y saltando, colgados de la mano de su padre, ha sido como un sopapo, para palpar realidad.  Hemos tardado más de cuarenta días y lo que nos queda de Estado de Alarma.

Aún tenemos aguante para rato. Aunque pensándolo mejor, después de comprobar que hay mucho “Covidiota”, habrá que racionar el aguante, para todas “las fases” -que han dicho que debemos superar- para poder llegar, a ir de potes con la cuadrilla. La normalidad. Como les gusta jugar con las palabras, vuelta a la “nueva normalidad”. No sé lo cree, ni él que ha inventado el nombre. Además si lo piensas, son palabras que no maridan mucho: Nueva – Normalidad. 
¡Dios nos proteja en esta nueva transición!




En cuanta a las comidas, seguimos mejorando. Buscamos alternativas para saciar nuestra gula.
¡Que bien cocinan en casa! Menos mal que nos seguimos jugando los postres a los dados, si no terminaríamos rodando.

domingo, 12 de abril de 2020

Nos han hecho la Pascua



¡Vive! No todos pueden decir lo mismo. Disfrutando de la Pascua y del primer mes en casa, aunque sean cuatro semanas de cuarentena. Día de la patria para unos y de reivindicaciones para otros, pero todos en casa. Algunos más, algunos menos.


En la calle, la falta de circulación, de movimiento, de vida,  hace que se escuchen sonidos antes inimaginables en Bilbao: el resonar de la apertura de una lata de cerveza desde un tejado, una ventana que se abre o un saludo de balcón a balcón,  mientras te desplazas con prisa, para hacer la compra. Como siempre, lo mejor, ir de frente, repitiéndote que no estás haciendo nada malo:
            Ya que las pequeñas tiendas abren, será por algo.- El último empujón, mientras bajo las escaleras del portal.  
En la calle, intentando saludar a todos los policías que me encuentro en mí camino. La sonrisa mientras tiro del carro de la compra, el mejor salvoconducto.
Nos han hecho la Pascua. Sensaciones extrañas, como si estuvieras haciendo algo que no se puede, prohibido. La ilusión de llevar el periódico y algo más. Sobre todo eso.

Algunos más, algunos menos. Gente con prisa, protegida como si estuviera en un quirófano, con sus mascarillas, guantes y pantallas faciales. Cambiándose de acera, para no coincidir contigo. Se les está yendo la pinza.
En el otro bando, los que ya no aguantan más, los que te buscan, intentando salir de la soledad y  encontrar algo de calma. Seguro que si has salido, sabes de quien te hablo, los que se acercan a preguntarte por la última noticia, lo que sea,  mientras se espera en la cola de la frutería y se despiden con un golpe en el hombro como si la edad y el haber vivido tiempos peores, fuera su mejor coraza.  



En cuanto a las comidas, seguimos mejorando. La recomendación desde la última entrada seria la menestra de verduras,  a la antigua usanza siguiendo recetas de la cocina de la Nicolasa.  Libros de cocina de la Jesusa, olvidados porque para los tiempos actuales son imposibles, aunque ahora todo es posible. Algunos más, algunos menos.

Los postres, nos los jugamos, la diosa fortuna decide quien tendrá remordimientos. Sacando la bolsa de dados,  como en las meriendas de antaño, en las que  Aita se inventaba lo que fuera para pasar las tardes lluviosas de los domingos, en el comedor del octavo. A algunos les han hecho la  Pascua. Algunos comen más, algunos menos. 

viernes, 27 de marzo de 2020

Un cuarentón de cuarentena: B.E.A



Olvidados y añorados los tiempos de lectura y escritura con este coronavirus. Tras el reclamo de ayer, por parte de uno de mis fieles seguidores, me pongo delante del ordenador para contaros este nuevo viaje, por el Bilbao en Estado de Alarma. Así es, mientras parece que la gente se aburre,  a mí entre el teletrabajo y lo que hay que hacer en casa, me faltan horas al día.


Lo primero, agradecer la suerte que tengo, seguro que alguno desde arriba – como diría mi Ama- nos está cuidando y ha hecho posible que esté escribiendo desde Bilbao, en lugar desde cualquier otro desierto del mundo. Hacía muchos, muchos años que no tenía tiempo para convivir con la familia, siempre con prisas, con la agenda apretada y tengo que deciros que es una alegría.  



En cuanto a las salidas, cada vez disfruto más de ellas.  Sí, lo sé “solo para necesidades básicas”, que en mi caso, por ahora, se limitan a la compra de alimentos, periódico y a la salida a la farmacia.
 ¡Que lástima no haber regalado el perro, que tanto querían mis hijos!

 Un Bilbao sin ruido, con rosas en lugar de grises, sin prisas y con gente amable, manteniendo las distancias. Haciendo las compras en las tiendas que siempre nos han gustado, con una sonrisa tras la mascarilla, tras la que se aprecia el miedo por un futuro incierto, envuelto en conversaciones guasonas para ahuyentar la crisis, confirmaciones sobre lo que ya saben y algún que otro piropo desde el otro lado del mostrador, sobre lo bien que me sienta la txapela.
Cualquier cosa antes que volver a escuchar alguna recomendación para sobrellevar la pandemia.




La ciudad parece aún más humana, aunque el tema de convocar a la ciudadanía para que salga a los balcones a aplaudir, pues me parece que se está escapando de las manos. Ya le he dicho a Jon Ander – mi carnicero- que también tendríamos que salir por ellos, que son los que nos mantienen alegres en casa: con los filetes, pancetas…
Pero bueno, como “no hay  mal que por bien no venga”, con tanto vigía en los balcones, alertaron de madrugada -desde la casa de enfrente- a la Ertzaintza sobre un amigo de lo ajeno que se había subido al andamio de la fachada y estaba intentando entrar por la ventana. Evitando así lo que podía haber sido un buen susto. Aunque para despertar a algunas, hace falta más que un simple intento. Gracias a Dios, bendita sordera.






En cuanto a la recomendación gastronómica, difícil muy difícil. Estamos comiendo de lujo y volviendo a las recetas de antes, con cariño. ¡Qué bien se cocina en casa!
Yo creo que me quedo con “las manitas de ministro” – y que cada uno entienda lo que quiera- que  la salsa la pone el vizcaíno.