Unos días de reencuentro con Asturias. Hacía mucho
tiempo, décadas, pero las mismas sensaciones. Bonitos recuerdos que se amplían después de este viaje familiar. Dan ganas de quedarse más tiempo, pero no siempre
se puede hacer lo que se quiere, pero casi.
Un paseo desde Cangas de Onís- antigua capital del
reino de Asturias- hasta la estación de Caño, con premio: ver los salmones en
el Sella. Será difícil que se nos olvide el primer salto que vimos:
El regreso de los salmones a desovar en el río que
les vio nacer – nostálgicos empedernidos- a través de las pozas fabricadas para
salvar la presa de la central hidráulica. La lucha titánica contra corriente, agotados, incapaces de alimentarse ya que su
metabolismo se ha adaptado a la dieta marina, por lo que si no llegan las
riadas que les arrastren al mar, será su final. Solo falta la música de fondo
del Hombre y la tierra, y la voz en off, de Feliz Rodríguez de la Fuente.
En la bajada del Sella en canoa, también tuvimos la suerte de cruzarnos con
algún salmón y con muchos besugos. Demasiados. Aunque esté masificado –según dicen
no había gente- sigue mereciendo la pena.
Un descenso más fácil que la bajada del Dordoña,
donde duplicamos el tiempo del recorrido, o
es qué ya somos unos expertos navegantes, ¿quién lo sabe?… Cuatro horas
tranquilas, con paradas, bocatas y algún valiente que osa compartir baño, en las
gélidas aguas de los duros salmones.
Realmente no hace falta mucho esfuerzo, sobre todo
si vas en la parte de atrás de la canoa y es tu pareja la que rema.
Los lagos. No hemos nacido para sufrir por esas
carreteras estrechas con tanto tráfico. Sin dudarlo, hay que subir en autobús. Mejor
pagar que madrugar.
Arriba, el recorrido circular merece la pena,
perderse un poco y subir a la Porra de Enol y contemplar la niebla. Te sientes
pequeño ante lo bonito del paisaje, se ve todo. Grandes recuerdos de las
sensaciones de cuando hacíamos monte.
En cuanto a la recomendación gastronómica fácil, Restaurante
El campanu , junto al puente romano. El nombre, como no podía ser de otra
forma, hace referencia al primer salmón que se pesca cada temporada en los ríos
asturianos, porque las iglesias repicaban las campanas para dar la noticia. Se
come muy bien.
El pulpo a la brasa y las zamburiñas
espectaculares, buen trato y además disfrutando de ver a los hijos escanciando
los culines de sidra como auténticos profesionales.
Aunque en este restaurante no probamos, porque ya habíamos
caído en el error antes, lo que tengo que decir, aunque igual molesta a alguien
es que a mi lo de los cachopos, me parece un timo para turistas, un San Jacobo
que ocupa todo el plato y caro, pero para gustos los colores.
Unos días por Asturias, te alegran la vida y te hacen olvidar los problemas del día a día y hasta los de la pandemia. Hemos
disfrutado de lo lindo y en buena compañía.
Aita – ¿nosotros somos gorditas?- Hay que volver para
terminar las lecciones de billar en Llanes. Sin malos humos.