Si hay un entorno ideal para desconectar y disfrutar
de un día distinto – olvidándote de todos los jaleos del día a día- es ir de invitado a un velero. Tres años han
pasado desde la primera vez que me dejaron participar en la costera del bonito
y ha sido volver a disfrutar, sintiéndome un privilegiado.
Una vez que empiezan a sonar los carretes, mucha emoción
y mucho nerviosismo. Con la primera
captura en la bañera, aflora la sonrisa en el Capitán de la expedición y su ansia
de más presas: buscando y repasando las marcas apuntadas en la memoria de los
años anteriores.
¡A estribor! – grita convencido marcando el rumbo. Tras unos segundos, se percata de lo que realmente lleva por tripulación, solo le
queda sacar la cabeza del camarote indicando resignado al timonel: A tu otro
estribor. Risitas en cubierta.
Por la emisora, también de pruebas con el tío
desde la Galea: hay que aprender de todo. Los de las otras embarcaciones: pesados cantando coordenadas falsas sobre
capturas, algún que otro fantasma indicando que picaban mal, solo de uno en
uno, mientras que otros se mordían los higadillos porque en su bote no entraba
ni la muestra. Lo mejor de la obligada radio, el triunfo del Athletic.
El trato a los grumetes con canas insuperable, con
las vistas tranquilas fijando puntos en el horizonte. El picoteo alegre, a buen
ritmo y cada cosa a su hora. Hasta las doce no hay autorización para pasarnos
al blanco, pero no dejamos ni un momento de meter combustible al estómago, para
no marearnos. Si me vuelven a llevar, tengo que recordar que mejor pasar del
plato principal, que no es cosa buena sentarse y fijar la mirada en la mesa,
que en estos sitios todo se mueve. Además según indican es tradición que
mientras estas comiendo los espaguetis con chorizo, los bonitos tienen la buena
costumbre de interrumpir picando en alguna caña. Y puedo dar fe, que en esta ocasión
también ha sucedido.
Un alegre velero, Julito de música de fondo, un
tipo con una discreta gorra veneciana saludando desde la cubierta y el resto -aseados
ya- con una cerveza en mano. La benemérita con su lancha rápida ni se molesta en acercarse, preocupados en comprobar las embarcaciones de pesca ...
¿Por qué será?