Por fin una noche de siete
horas ininterrumpidas. Un buen regalo de aniversario. Lo echaba de menos. Hoy
me he tomado un pequeño rato para mí, para parar y disfrutar de la escritura.
Con las barbas de Iparragirre - que serían la
envida del bueno de Charlton en los Diez Mandamientos- parece que hemos llegado
a la cima del confinamiento, resignados y acostumbrándonos poco a poco.
Salir el fin de semana y
escuchar a dos niños gritando y saltando, colgados de la mano de su padre, ha
sido como un sopapo, para palpar realidad. Hemos tardado más de cuarenta días y lo que
nos queda de Estado de Alarma.
Aún tenemos aguante para rato.
Aunque pensándolo mejor, después de comprobar que hay mucho “Covidiota”, habrá
que racionar el aguante, para todas “las fases” -que han dicho que debemos
superar- para poder llegar, a ir de potes con la cuadrilla. La normalidad. Como les gusta jugar
con las palabras, vuelta a la “nueva normalidad”. No sé lo cree, ni él que ha
inventado el nombre. Además si lo piensas, son palabras que no maridan mucho: Nueva – Normalidad.
¡Dios nos proteja en esta nueva transición!
¡Dios nos proteja en esta nueva transición!
En cuanta a las comidas,
seguimos mejorando. Buscamos alternativas para saciar nuestra gula.
¡Que bien
cocinan en casa! Menos mal que nos seguimos jugando los postres a los dados,
si no terminaríamos rodando.