Si te dicen que
tienes que hacer unos cursos de supervivencia en el mar, pues aunque no te veas
muy preparado, con resignación - con tus
temores e inquietudes- tomas el avión, pensando
que de peores hemos salido.
Pues sí. Aunque
parezca mentira, está vez la historia en Abu Dabi está centrada en el mar, más
concretamente en el Golfo Pérsico.
La realidad:
clima agradable, - 25 grados, brisa-, playa paradisiaca – con agua cristalina-
por un lado, rascacielos -con lujo asiático-
por el otro. ¿Quién soy yo para oponerme? Así que... a disfrutar toca.
La experiencia
de los cursos, otra historia para contar a los nietos. Nada más comenzar, -sagazmente-
me doy cuenta que no encajo en el grupo. Saco más de una cabeza a todos los del
curso, todos mantienen las distancias y la traducción al inglés – minimizada a
la mínima expresión– es para mí. Son todos de Sri Lanka, así que realmente la traducción al
Hindi tampoco les soluciona mucho, aunque eso me entero al final del entrenamiento.
Asi que me lo tomo
como una experiencia exótica. Son
pequeños, pero con unos cuerpos en los que se puede estudiar anatomía. Parece que en
lugar de carne fuera madera negra, con una fuerza impresionante, se levantan unos a otros como si no pesaran.
En
el curso de primeros auxilios, pobre muñeco. No quisiera que ninguno de ellos
me hiciera una reanimación cardiopulmonar. ¡Dios mío! ¿Pero qué
pretenden? ¿Sacar el corazón por la boca del muñeco?
Pero al llegar junto a la piscina, todo cambia. Las
risas infantiles, juegos y abrazos, pasan a caras de pánico. Yo, pues como que también
me preocupo, viendo a los quince temblando, más de uno gimiendo y llorando como niños.
"Algo sabrán que yo no he entendido"- pienso para mis adentros. Estando atento a todo. Pero tiene su fácil explicación. A la
hora de separar a los que saben de los que no saben nadar, nos quedamos dos
solos. Para ellos el
salto al agua un suplicio y llegar al simulador de un helicóptero, una odisea.
Adultos temblando agarrados a un aro salvavidas, siendo literalmente empujados
hacia dentro de la cabina. Estoy seguro que no les pagan lo suficiente.
Al entrar en la
piscina la cara de pánico se apoderaba de ellos. Antes de que comience a
hundirse en la piscina y girar, escucho un “Sir, Take care”, mientras me tocan
el hombro diciendo que me proteja. En ese momento, no entiendo muy bien porque
me lo dice a mí, pensando que el resto estaba en peor situación que yo, pero…Se
va llenando de agua poco a poco el compartimento. Cierro los ojos para no
perder las lentillas. Una vez que gira el aparato para darse la vuelta-
siguiendo las instrucciones- empiezo a contar los 7 segundos antes de abrir la ventanilla
de emergencia…pero al llegar a dos. Zasca, la sesión de karate. No sé por dónde
llegan las patadas. Me hago un ovillo - ahora entiendo lo de la preparación
ante la emergencia - take up impact position.
Impresionante
la capacidad de superación de estos hombres, lo engañados que estaban antes de
empezar el curso y como se cuidan entre ellos, animándose para superar cada una
de las pruebas.