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lunes, 18 de septiembre de 2017

Si yo tuviera alas… seguiría viajando


Las aves de esta Isla no deben ser muy listas. – Dice el encargado con toda la gracia que le permite su boca seca, mirando como intentaba posarse un pájaro en la entrada del atraque, mientras nos organizaba la salida en el carguero.

Si yo tuviera alas…  No esperaría a acostumbrarme, y elegiría cualquier otro islote de este pequeño archipiélago paradisiaco, en medio de formaciones de corales. Durante esta semana, he tenido la suerte de ver a una especie de águila, saliendo con un pez tan grande que a duras penas conseguía mantenerse en el aire, de lo que pesaba la pieza cobrada. Pena de que las cámaras de fotos continúen prohibidas. Si fuera ave, me iría tranquilo, al siguiente islote. A veces hay que arriesgar.


El intenso viaje en chopper de la ida, escudriñando el horizonte a vista de pájaro para no perder ningún detalle, comparado con el largo viaje de regreso en barco, hace entender fácilmente por qué la compañía paga la diferencia. Demasiadas horas. Dan para pensar mucho, por ejemplo sobre qué es lo que desearías pedir para la familia y hasta para escribir estas líneas.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Carreras para suavizar la carne



Durante esta semana, los borregos del campamento, animales sin tacha alguna, con rabo largo y sin cortar, han estado haciendo de las suyas. La ley del silencio: en principio nadie veía nada, ni decía nada, no sea que “alguien” se moleste.

Las escapadas del establo improvisado han sido numerosas, solo había que ir fijándose en el rastro que estaban dejando, dando buena cuenta de los tiernos arbolitos plantados entre las casetas. Ocasionando más de una carrera por sus cuidadores, para poder volver a controlarlos hasta hoy viernes. El gran día.


A pesar de una accidentada noche, el amanecer y luego lo rezos en forma de cantico han dado paso a la fiesta del sacrificio. Totalmente distinto al año pasado- Está vez más organizado y profesional, con más medios pero seguramente menos encanto. Tras el consiguiente estudio de los animales, dan el visto bueno para que proceda el profesional matarife, y de un tajo rápido, va degollando a los animales tumbados sobre su lado izquierdo, desangrándose mucho más rápido de lo que yo recordaba. Sonrisas, fotos y fiesta controlada.

No se retira el charco derramado, hasta que termina el despelleje ya que la sangre de los inocentes derramada atrae – además de a las visibles moscas- la suerte para los que están participando de la celebración.

Según mi hermano, por el tamaño de los animales y por no dejar reposar el músculo durante varios días, la carne tendría que estar como “correas fibrosas”, pero no es así. Está tradición que incumple con cualquier norma higiénica alimentaria, da un resultado en boca espectacular. Unos artistas los cocineros, carne blanda y sin el fuerte sabor a grasa esperado…o es qué ya me estaré acostumbrando a comer sin tinto?

Hay que organizar una jamada por primavera para dar buena cuenta de un buen lechazo y regado con buenos caldos, antes de que se me olvide.