Translate

sábado, 24 de noviembre de 2018

Al Mawlid al- Nabawi, en Argelia

Fuegos artificiales iluminando la ciudad. 
Problemas para conciliar el sueño. Con lo que aquí se madruga, es doblemente una faena. Según el calendario oficial, es día no laborable, pero por una vez, parece que no están todos de acuerdo con celebrarlo y a mí - como era de esperar- me toca trabajar.
 

Para los estrictos, solo hay que celebrar las dos grandes festividades del Islam:   Eid al Fitr – la del sacrificio y Eid El Kebir- la del fin del ayuno en Ramadán. Conmemorar el nacimiento del profeta Mahoma, no es más que intentar imitar a los cristianos, que recordamos el nacimiento de Jesús.

Yo, como bien sabéis, soy de los que opinan que hay que celebrarlo todo. Además no tengo ningún reparo en participar de las fiestas - si me invitan- vengan de donde vengan.  

Para los que sí creen que hay motivo, tampoco se ponen de acuerdo en la fecha, siendo distinta dependiendo del país y cual sea la rama predominante ( Sunitas vs Chiitas).

Lo que está claro, es que en Argelia se celebra.

Según entiendo, aunque no esté escrito en ningún libro del Islam, llevan casi diez siglos celebrándolo y hoy, tampoco hay quien duerma.
Comencé a escribir estas líneas el lunes en la  noche de Argel y hoy jueves, en el campamento, continuamos con la fiesta. 

Luna llena en el desierto del Sahara.




lunes, 19 de noviembre de 2018

Dublín en estado puro: Pubs y Rugby.


Este sábado, con la excusa del partidazo entre el hemisferio norte contra el hemisferio sur, escapada otoñal a la capital de Irlanda. Dublín en estado puro: Pubs y Rugby.

Se han cumplido las expectativas: comer, beber y poco que ver. Con el buen tiempo que hemos tenido, invita a pasear. Las distancias son cortas. No es ciudad de mercados bonitos – se puede prescindir de la visita al Temple Market y el Designer Mart at Cow’s Lane- y aunque hay que ver las catedrales, no son espectaculares. Así que se puede decir que nos hemos centrado en los bares y en el rugby, que para eso íbamos.

La recomendación del bar no es fácil, pero por votación popular es el  M. J. O’Neill (en la esquina de Trinity College y Grafton Street). Desde fuera parece un pub normal, pero dentro es un lugar interminable, con distintas zonas, - de subida y de bajada- múltiples barras, y mesas para estar en cuadrilla o en plan parejas y bastantes taburetes para tomarte tu pinta viendo el rugby o escuchando al grupo que toque.  Sirven comidas a un precio razonable - “self service”. Los sándwiches -eliges los ingredientes sobre la marcha- también son una buena opción.


Merchants Arch- Escalera interior que conduce a los inmaculados aseos

Moverte por los bares, es una prueba de orientación en sí mismo, aumentando el nivel de dificultad a medida que consumes las Guinness. Los pubs, al igual que nuestro hotel, están diseñados como una prueba de escape. Te da la sensación que no encontrarás el camino de vuelta, parar llegar a cualquier parte.
The Brazen Head Menu 1199 - El Pub más antiguo



Una ciudad cara, llena de personas amables y con ganas de entablar conversación. Hasta la policía intentaba ayudar al Francés del grupo, para facilitar el acceso al Aviva Stadium.
Escuchando el campo rugir, te das cuenta lo importante que es este deporte para esta gente. Sin jugarse nada, parece una batalla campal. Moles a toda velocidad, luchando como gladiadores, animados por sus aficiones.

Después de ochenta y tantos minutos, con tensión hasta la última pérdida de balón y unas cuantas pintas, a cualquiera le vuelve a entrar el hambre, aunque parezca increíble. 
La marea irlandesa llena todo a su paso. Cuando todo parecía perdido, otra vez la suerte de nuestro lado, una milagrosa cancelación de último momento nos permite seguir con una cena relajada – acorde a nuestra edad según la amable camarera- en el Hugo´s . El venado con salsa boloñesa y chocolate, espero que tardé en huir, de mi fugaz memoria.


Ganar, empatar o perder,... (Creo que yo era el único que estaba con los negros). Pase lo que pase, fines de semana como este, hacen que merezca la pena venir hasta Dublín en buena compañía.
En el aeropuerto, con la pena de no haber podido ver a los de Nueva Zelanda, intentando cuadrar agendas para organizar otra escapada, aunque sea para verles en Roma, aun nos quedaba otra sorpresa.
La jefa de la expedición, reconoce a los jugadores en el control de seguridad ¿o es al revés? Si Barret, Savea o el mismísimo Kieran Read –el capitán- les hace ilusión sacarse una foto con la hooligan del Getxo, ¿Por qué vamos a quitarles la ilusión?
Desoyendo las instrucciones de los vigilantes- la suerte estaba con nosotros ya que también eran amables- , aunque estaba claramente prohibido, nos vamos con el mejor souvenir: fotos en el área de “security” para el recuerdo.
Beauden Barret - Mejor jugador 2016 &2017

Esta vez sí que eran los de Rugby. Cuerpos inmensos y algún que otro punto de sutura por la cara. Con caras amables posan tranquilamente con todo el que se lo pide. Parece que no sean las mismas “super estrellas” que ayer estaban haciendo la “Haka”. No es normal, verles hacer cola en las tiendas de comida del aeropuerto, como los simples mortales, intentando ingerir comida, entre foto y foto, como si ayer no hubieran competido.
Después de la primera derrota en campo Irlandés de la historia, un gran ejemplo de deportividad.
Algún día espero entender las reglas.


martes, 13 de noviembre de 2018

Abu Dabi- historias de ascensores

Siempre un corto, pero incomodo viaje.
Desde pequeños nos han enseñado las normas básicas de convivencia en los ascensores, ya sea en los de casa, donde las reglas eran claras: esperar al vecino que le has visto sacando las llaves del portal, aguantar la puerta, saludar y nunca dar la espalda, con una sonrisa; como en los grandes edificios, donde la norma era ponerse de frente a la puerta, a la mayor distancia posible y sin mantener contacto visual (mirando al número de planta, al suelo o incluso al móvil) para respetar el espacio de cada uno.

A pesar de ello, las situaciones incomodas en esta máquina infernal, se repiten en más de una ocasión. Está vez me encontraba en la zona noble de un hotelazo en Abu Dhabi, esperando al ascensor para bajar a desayunar. Muchos pisos. En frente, mirando a la botonera, un guiri con pintas y yo. La típica situación incómoda de ascensor entre desconocidos. Cruce de miradas. Al final, parece que no hay más remedio que entablar una conversación. Como el chico andaba totalmente equipado con todo el “merchandaising” del equipo de Nueva Zelanda, con su hoja de helecho por todas partes, pues me lanzo al vacío. A lo loco. Muchos pisos para hablar sobre mi gran experiencia de rugby, demasiados. Termino contándole que tenía billetes para Dublín para ver a su equipo, los famosos “All Blacks”, pero que al final mi hermana no había sacado entradas porque eran muy caras. Usaríamos el dinero para el tercer tiempo y bla, bla, bla. Realmente no era muy hablador, dijo algo de la visera, pero no tenía mucho sentido para mí, pero sonreía educadamente.
Al llegar a destino, había unos quince con la misma equipación y por el revuelo parecían famosos, pero cuerpos morroscos de rugb, no tenían. Desayunando, me percato que era la selección de críquet de Nueva Zelanda, que son los “black caps”, aunque se parecen, no son los “all black”.
 Me parece que no le hizo mucha gracia la confusión. El críquet es un deporte mayoritario, por la fuerza que tiene la población de la india en este lado del mundo y para mi, otro gran desconocido.

Pero como todo, el tener un pie en cada sitio del mundo, tiene su lado bueno. Es una gozada, cuando se acuerdan de uno, y te envían “un momento” cotidiano o cuando estás agotado y suena la campanita del teléfono siendo un mensaje sin que sea una respuesta a uno previo mío. Pero hay otros que te gustaría que la tecnología avance un poco más y que la realidad de compartir “video llamadas” sea algo tan arcaico como un telegrama. Algún día, llegará la tele transportación, primero virtual y luego ya veremos. Estoy seguro, llegará. Con la cantidad de gente que estamos lejos de nuestros seres queridos y lo que estaríamos dispuestos a dar por estar junto a vosotros, en locotidiano, cuando estas acatarrada para darte ánimos o cuando estáis todos juntos, alrededor de la mesa de la cocina disfrutando de la cena o al recibir las fotos del cumpleaños del hermano a seis mil kilómetros de distancia. Estoy seguro que hay mercado para este invento.
Por ahora me conformo con el ritual de contar los días que faltan para vernos, y las trampas que nos hacemos. Con ganas de saborear los reencuentros, esperando el abrazo de segundos en la puerta de casa como inicio de la bienvenida y el preámbulo de la rápida despedida. Es lo que tenemos los que no sabemos deshacer del todo la maleta y tener un pie en cada mundo.

Recomendación gastronómica – Mutton paya, manitas de cordero. Una delicia. No ha perdido la buena mano, el cocinero del campamento. Un lujo