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viernes, 27 de marzo de 2020

Un cuarentón de cuarentena: B.E.A



Olvidados y añorados los tiempos de lectura y escritura con este coronavirus. Tras el reclamo de ayer, por parte de uno de mis fieles seguidores, me pongo delante del ordenador para contaros este nuevo viaje, por el Bilbao en Estado de Alarma. Así es, mientras parece que la gente se aburre,  a mí entre el teletrabajo y lo que hay que hacer en casa, me faltan horas al día.


Lo primero, agradecer la suerte que tengo, seguro que alguno desde arriba – como diría mi Ama- nos está cuidando y ha hecho posible que esté escribiendo desde Bilbao, en lugar desde cualquier otro desierto del mundo. Hacía muchos, muchos años que no tenía tiempo para convivir con la familia, siempre con prisas, con la agenda apretada y tengo que deciros que es una alegría.  



En cuanto a las salidas, cada vez disfruto más de ellas.  Sí, lo sé “solo para necesidades básicas”, que en mi caso, por ahora, se limitan a la compra de alimentos, periódico y a la salida a la farmacia.
 ¡Que lástima no haber regalado el perro, que tanto querían mis hijos!

 Un Bilbao sin ruido, con rosas en lugar de grises, sin prisas y con gente amable, manteniendo las distancias. Haciendo las compras en las tiendas que siempre nos han gustado, con una sonrisa tras la mascarilla, tras la que se aprecia el miedo por un futuro incierto, envuelto en conversaciones guasonas para ahuyentar la crisis, confirmaciones sobre lo que ya saben y algún que otro piropo desde el otro lado del mostrador, sobre lo bien que me sienta la txapela.
Cualquier cosa antes que volver a escuchar alguna recomendación para sobrellevar la pandemia.




La ciudad parece aún más humana, aunque el tema de convocar a la ciudadanía para que salga a los balcones a aplaudir, pues me parece que se está escapando de las manos. Ya le he dicho a Jon Ander – mi carnicero- que también tendríamos que salir por ellos, que son los que nos mantienen alegres en casa: con los filetes, pancetas…
Pero bueno, como “no hay  mal que por bien no venga”, con tanto vigía en los balcones, alertaron de madrugada -desde la casa de enfrente- a la Ertzaintza sobre un amigo de lo ajeno que se había subido al andamio de la fachada y estaba intentando entrar por la ventana. Evitando así lo que podía haber sido un buen susto. Aunque para despertar a algunas, hace falta más que un simple intento. Gracias a Dios, bendita sordera.






En cuanto a la recomendación gastronómica, difícil muy difícil. Estamos comiendo de lujo y volviendo a las recetas de antes, con cariño. ¡Qué bien se cocina en casa!
Yo creo que me quedo con “las manitas de ministro” – y que cada uno entienda lo que quiera- que  la salsa la pone el vizcaíno.

martes, 10 de marzo de 2020

Kuwait concentración... motera


Regreso a Kuwait, en medio de la psicosis por el coronavirus. 
Mi compañero de vuelo, antes de tomar asiento, procede a la desinfección minuciosa, de todo lo que puede tocar con su mascarilla puesta, bajo mi atenta y nada disimulada mirada. No sé quien se alegra más cuando pido el cambio de asiento. 
Seguro que todo tiene una lógica, pero para mí es difícil encontrar la norma que rige esta locura. Descendemos de un vuelo casi vacío desde Alemania, siendo controlados por las cámaras térmicas y por multitud de personal con las mascarillas en las gargantas. Se nota, que no hay quien aguante con ellas. 
Aleatoriamente, en inmigración, no me autorizan el acceso, necesito pasar los controles de salud, grandes colas y aglomeraciones.

      En el ambiente, seguro que hay más peligros que el famoso virus monárquico- Reflexiono en la fila, tras un italiano despotricando todo el rato, delante de mi.


El viernes, durante el día de descanso, -no todo va a ser trabajo y reconocimientos médicos-, se aprecia también la diferencia, no es un festivo normal: menos gente en las carreteras y el centro despoblado, aunque sinceramente...
Hay algunos que van a su aire. Los ensordecedores rugidos me  avisan de donde es la concentración motera. ¡Menuda maravilla de maquinas! Lo único que no va acorde son los cascos, pero eso es otra historia. 

Ahora cuando leo estas líneas, a punto de terminar el periplo, no me podía imaginar que la situación hubiese cambiado tanto y en el fondo parece que he tenido suerte, porque para pasar los controles necesité los primeros días realizar los controles en el hospital nacional para que me firmen la  Health Surveillance Card”. Eso sí, tras una nueva cola y otro nuevo chequeo. 
Así que por lo menos ahora tengo algo que enseñar, si me lo piden a la salida, espero que sea mi salvoconducto. 

Ahora a preparar la maleta, esperando que la salida sea más ágil y con menos tramites que mi llegada. 

Escribo con ganas de regresar a casa y olvidarme de los aviones por una temporada. Nos han prohibido los viajes en la empresa.