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sábado, 29 de octubre de 2016

Sinovas


 


Por el nombre de este pueblo de la comarca de Rivera del Duero y por el reclamo de la Iglesia de San Nicolás de Bari,  que según dicen es monumento de interés, llegamos a Sinovas. 
Pero como insinúa su nombre si no vas.... No es un sitio turístico. El monumento lo llevamos puesto.


Plaza principe de España, una del medio día. Dos hombres callados, sentados en el banco al sol, esperando que suceda algo. Por una vez tienen suerte.

Una mujer se baja del automóvil estacionado junto al ayuntamiento. Decidida, ella se planta delante de los dos ancianos. No cambian su postura en el banco, pero ninguno de los dos sin perder detalle. Imposible que se crucen las miradas. Para ello hay que mirar a la cara. 
Tras la consulta, sobre dónde poder comer en el pueblo, se esfuerzan y contestan con un seco: Aquí no hay.
La mujer espera la recomendación que nunca llega. Tras un interminable silencio -solo molesto para una de las partes- se da la vuelta dirigiéndose hacia el coche mientras se despide con un simple: pues en otro sitio será.
Tras realizar la buena acción del día, alegrando a la pareja de vigilantes del municipio los cuales no pierden detalle del contoneo, hasta que se pierde en el interior del vehículo. 
Risas dentro del coche. No se entiende bien lo que ha pasado. Rémoras de otros tiempos.




Restaurante montermoso - carretera Madrid Irún km 163 en Aranda de Duero - aunque probamos un exquisito revuelto de morcilla con piñones y el cochinillo al chilindron, la recomendación es el lechazo al horno de leña que se comió la mesa de al lado...
¡Que envidia!



martes, 18 de octubre de 2016

Pleine lune, Argel


Algún día, alguien me tiene que explicar en donde radica el poder relajante de la ducha. Esa máquina que se traga el tiempo. El chorro golpeándote la toñeja, me resulta tan reconfortante como esa media hora de más de sueño robado, a la pertinaz alarma que no se cansa de intentar inútilmente despertarme. Pasan los minutos, y aquí no hay nadie que me grite: 
Eh, despierta! Que te has dormido.



Al salir de mi cabina, sigue de noche. No es de día. Busco la luna de la noche anterior, lo rápido que ha pasado de izquierda a derecha, cruzando todo el campamento. Siempre he pensado que la Luna está más cerca de lo que parece.  Pero ahí, sí. En mitad de la calle cubierta de aren, hay alguien que se da cuenta:
- Pleine lune. -Me grita el vigilante.
Solo me queda mirarle, sonrisa forzada y comenzar a andar para no volver a llegar tarde al 4x4 que me está esperando.

Siempre prisas, no sé muy bien la razón. Somos conscientes del ritual de espera de nuestra escolta al aeropuerto. Esta vez, el retraso con el horario previsto de llegada Argel solo es de una hora, pero por culpa de las nuevas tecnologías y sus gadgets de seguimiento de vuelos en tiempo real, tengo varias llamadas pérdidas. Es un alivio saber que tienes en alerta a tanta gente, aunque prefiero no saber en que estarían pensando cuando había desaparecido mi vuelo de la pantalla de monitoreo y al mismo tiempo, yo no contestaba al teléfono.

Por culpa del caos en el aparcamiento oficial, nuestro coche esta bloqueado. Otros dos han dejado el vehículo donde han querido. Tras intentar forzar las puertas y ventanillas, haciendo saltar las alarmas y no venir nadie. Patadas y más patadas por parte de mi chofer. No consigue nada, pero parece que le relaja. Nadie se inmuta. Yo intentando pasar desapercibido. Perfil bajo; saco mi libro como si no fuera conmigo. Tras más de cincuenta largos minutos, más patadas que en un partido de futbol y varias llamadas por megafonía, aparece un tipo relajado, como si tampoco fuera con él, pero saca unas llaves. Se cruzan las miradas pero no intercambian palabra. Que culturas tan distintas. Me esperaba una reacción más violenta.



                  


No consigo llegar a tiempo para darme un homenaje culinario, así que está vez, no hay recomendación gastronómica.

Ahora tengo que dejar todo listo para mañana. Cuando al día siguiente tengo que madrugar, soy de los que antes de acostarme, elijo la ropa que me voy a poner, la dejo preparada fuera de la maleta, desde la camisa hasta los calcetines. Todo, para aprovechar al máximo los minutos en la cama.


            





lunes, 10 de octubre de 2016

Escapada otoñal por Londres: la ciudad de los puentes.

Hasta  este viaje  no me había fijado en la cantidad de puentes que atraviesan el Támesis, y la masa de gente que circula, mejor dicho fluye encima de ellos.
 
                 
Es una ciudad tan grande- el Grater London- que da miedo las distancias y no hay quien calcule los tiempos. Me parece que vamos siempre demasiado rápidos y siempre tarde. 


                


Ni tiempo para pararse a comer tienen. ¡Menudo imperio! Cuando la comida principal, la de fundamento, se hace en un banco mirando hacia el infinito, solo se te pueden ocurrir ideas de conquistas, peleas y demás hazañas bélicas. 


                 





Por otro lado, aquí, al igual que en Francia, me ha sorprendido la amabilidad de sus moradores. En el metro, en los restaurantes los camareros, los taxistas por las calles, la gente en las tiendas... parece que se han puesto todos de acuerdo en ser majos en el mismo fin de semana o es que nosotros también hemos cambiado. Por cierto, solo un pobre chico, manifestó alguna pequeña dificultad para entender nuestro acento - del centro- a la hora de preguntar una dirección y la repitió un par de veces pensativo, lo que fue la comidilla del viaje: 
- Es lo que hace Amama a los guiris-.  Decían entre risas, en lugar de preocuparse por el chaval, que les miraba duditativo.



                  
De los sitios, museos, barrios,...que hemos visitado lo que más nos ha gustado ha sido el Madamme Tussauds y sacarnos montones de fotos....sobre todo porque " the force is strong in my family" y no habíamos hecho colas.


Borough Market
                
 
Por otro lado, como suelen decir, no hay que fiarse de las apariencias y siguiendo la recomendación del recepcionista del hotel fuimos al Pub Doggestts Coat & Badge en South Bank. Por la parte exterior del local nunca recomendaríamos esa mole, pero el interior es lo que esperas de un bar inglés con vistas al río ( 1 Blackfriars bridge). Fue abierto por unos hermanos en 1873, por lo que también se llama Nicholson's Pub. No os voy a decir cómo se llamaban los hermanos pero si que es un sitio muy agradable para ir a cenar en familia, buena cerveza, buen trato y buena comida, sobre todo el fish and chips que pidió Santi, por lo bien frito y fresco del pescado, es el mejor que he probado nunca.


                      


Como Londres tiene de todo, también nos gustó el restaurante Memories of India en 18, Gloucester Road, Kensington. De entrantes (popadamus with pickles, onion bhajis), platos para compartir (chicken balti, lamb Rohan gosh, chicken tima masala) acompañado de pilau rice y naan bread (el que más nos gusto fue el de ajo).






Una bonita experiencia que quedó recogida en un cuaderno manuscrito por los tres mosqueteros.