Translate

miércoles, 29 de agosto de 2018

Kuwait, amanece que no es poco.


Llegué el sábado. Ya han pasado cuatro días. Estamos a miércoles y aún no he conseguido el pase de acceso. ¡Cómo pasa el tiempo! Son cosas que no se entienden.
La razón que me dan es que tras la fiesta del Sacrificio -Eid El Keibir- parece que hay bastantes funcionarios que siguen de vacaciones, por lo que los trámites van más lentos.  Así que me toca resignarme y sacrificarme en un Hotel de lujo, junto al mar, con impresionantes cocineros y algo más.

Bonitos atardeceres y amaneceres de escándalo.
 
Durante el día, los 48 grados y la insoportable humedad, te invitan a trabajar desde la habitación.  El contraste térmico al salir al exterior, hace que se empañen las gafas, la pantalla del teléfono,…


A la tarde, no hay quien ande. Si es que hasta las palmeras del paseo, con la condensación, parece que lloran. Solo, cuando el sol decae, me dedico a dar sudorosos paseos, para estirar las piernas y no apoltronarme. Mucha agua para reponer los líquidos que empapan mi ropa. No hay un centímetro seco. 

No soy el único que sale. 
Se puede ver a los niños correteando, mientras son perseguidos por las cuidadoras, por la playa. Está vez parecen de la India. Tienen que desfogarse.
Los adolescentes que se ven jugando al voleibol, tienen claras sus diferencias en los atuendo. Ellos en traje de baño y ellas no. En el agua, es curioso verlas agarrándose fuerte, para no caerse de los “ski-bus” – una especie de banana boat pero más sofisticado- , a toda velocidad propulsadas por las lanchas rápidas.


Pero sin duda, el mejor momento del día, es el amanecer. Encontrarte a las cinco de la mañana, en la playa desierta, con ese espectáculo de luz y sonido, es un relax. Escuchando el movimiento del mar, se pasa el tiempo que da miedo. Las olas te calientan los pies, superan los treinta grados. Es decir,  las mismas sensaciones que en nuestro querido Cantábrico. Solo falta la buena compañía.



Esperaremos a mañana disfrutando de las ricas viandas.

































Ski-bus, 



Mantenimiento en una de las playas 


sábado, 25 de agosto de 2018

Fuegos de artificio


Ruidos de cohetes. 
Bonito colofón, trás casi dos semanas disfrutando de paseos, aperitivos y baños en familia en Castro Urdiales. Muchas risas y algún que otro traspié, dejando tocado el trapecio. Si es que en casa, siempre fuimos gente de circo. 



Como recomendación gastronómica, el Meson Chimbo en Samano. Aunque sea pleno agosto, no se puede dejar escapar el cocido montañés ni la tarta de queso templada. Yo me decanto por las carnes pero la mayoría opta por un pescado de primera. Una celebración con corbata, que me costará olvidar fácilmente. 

Las fiestas. Pues vamos cambiando, poco a poco.  Vamos ocupando nuevos roles.
!Cómo y cuanto crecen! 
Ahora les toca comenzar a remar, poco a poco, ellos solos.


Como el Emperador Constantino: Si no puedes vencerlos, únete a ellos. 
Madrugón para tomar el avión y retomar el trabajo. Intentando dormir. Imposible. Mejor disfrutar de mi final de fiestas, -primeras para algunos-, viendo los fuegos artificiales desde la cama en buena compañía.





jueves, 9 de agosto de 2018

Aguantando la ola, con calma


 
¡Ahí va la hostia!, Patxi . El Athletic otra vez campeón. Por lo menos está vez, habéis dejado que el árbitro termine el partido. – Me dicen con sorna durante la cena.
Pero, ¡Cuanta mala leche!
Empiezo la semana aguantando el cachondeo del triunfo en la "Euskal Herria Txapela" y continúo con la escapada del portero, dejando la cartera llena en casa. Según algunos, para comprar más boinas y para otros, más tuerce botas.


!A cuantos hay que abrir los ojos aún! 
En verano, además de novelas policiacas, habría que recomendarles que lean las memorias de nuestro glorioso equipo. Por oscura que sea la noche, siempre amanece. Estos seguro, que ni leen. 
No entro al trapo, que hay mucho contrario. Me limito a no decirles nada y decirlo todo, con un simple movimiento de cejas.

Mientras aquí el termómetro parece que nos ha dado una tregua en mitad del desierto, en la península la misma sensación térmica es una alarmante ola de calor que abre todos los telediarios. Me imagino que será a lo que estés preparado. Aquí la gente está aclimatada y soportan los 50ºC, así que cuando solo tienes 42, refresca. Será como las olas de Biarriz y las de Castro Urdiales. Todo son olas y depende a lo que te acostumbren.







Foto de nube, ¿Qué veis?




 A mí me llegan mensajes codificados del cielo:
.
.
-
.
.
.

Hay que descansar y recargar las pilas como el conejito de Duracell

jueves, 2 de agosto de 2018

Cauteretes- Pont d´Espagne


Aunque no nos crean del todo, ya que casi siempre hay alguno que suelta la risotada incrédula o el comentario inoportuno, las personas que nos mareamos hasta en el metro, existimos.

En la escapada pirenaica a “Le Lac de Gaube”, gracias al campeón que estaba organizando, he podido descubrir que también me mareo en los telesillas. En su perfecto francés, nos dice que van a parar en breve. Le entendemos, pero como nos hace señas para que nos montemos… pues ahí que nos subimos. Suponiendo que nuestro nivel del idioma de los vecinos, no es tan bueno y que acaban de comenzar a funcionar a las nueve de la mañana, damos por supuesto que nos habrá intentado decir otra cosa.

¡Será canalla!

Toca mantenimiento. Nos ha dejado montar, para pararnos al de treinta segundos, dejándonos con las piernas colgando, risitas histéricas diciendo lo que nos relaja ir al monte.  Y para colmo, a medida que pasa el tiempo, el mareo que va en aumento.


Otro medio de transporte, que intentare evitar, a pesar, que hay que reconocer, que es una maravilla, pillarlo a primera hora y estar solos subiendo por este valle. En el monte, buenas sensaciones. Lástima de climatología. Para la próxima vez, atacaremos cumbre. Estaban avituallando el refugio de Oulettes de Gaube, así que nos tocó escuchar al helicóptero, -como mosquito nocturno- por encima de nuestras cabezas.

Al regreso, con gente, nos damos cuenta, que podremos seguir subiendo a ver el lago hasta pasados los 80. Es más fácil que callejear por Lourdes. Algún año lo conseguiremos.

Siguiendo la recomendación de la familia, nos lanzamos a la Creperie Du Moulleau,( 8 rue de Belfort) ricas y bien servidas. Así que repetimos cenas y todas buenas.


Pasando la frontera, en Arizkun, recordando buenos momentos y saboreando el talo de Felipe en el molino de Amaiur, en buena compañía. Por cierto, los del camino de Santiago, se han pasado con la señalización y hay zonas que el bosque está tan pintado, que como dice Bego parece el Bosque de Oma.