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domingo, 19 de noviembre de 2023

Singapur tormentoso

Aprovechado a tope el poco tiempo de descanso, visitando a la carrera todo lo que cae a mano, comenzando nada más aterrizar en la isla, ya que hay que aguantar como sea despierto, para conseguir hacerme al cambio horario, que está vez es el doble, porque empalmo con el viaje anterior.

 Muy curiosa la “National Gallery Singapore” ubicada en los antiguos edificios donde se encontraba el Ayuntamiento – donde las fuerzas japonesas se rindieron oficialmente a los aliados en 1945 - y el Tribunal Supremo – donde un año más tarde se celebraron los juicios por los crímenes de guerra- que choca un poco con el arte moderno.  A la salida, me doy cuenta de que poco voy a hacer con el paraguas plegable que he traído. Increíble ver llover de esta manera.

La semana pasada por agua, y cuando va acompañado de tormenta eléctrica, impone respeto. Una cortina de agua que paraliza todo.  En la oficina es imposible escucharse, ni mis propios pensamientos y mucho más difícil mantener una conversación telefónica. Menos mal que escampa rápido.  



Han conseguido ser casi autosuficientes entre las desaladoras, el reciclaje y la alta captación de agua de lluvia, queda lejos la época en que cuando su vecino se enfadaba con ellos y les cerraba el grifo. Consiguieron la independencia sin pedirla, no tenían recursos, ni tan siquiera agua, pero fíjate ahora… Es curioso ver como los edificios y calles del país, están preparados para maximizar el aprovechamiento del agua. Lo tienen claro, es un bien escaso.

Y en el ultimo momento, gracias a Victoria y a David, unos anfitriones de lujo, me llevan de excursión hacia el norte para ver el Changi Museum, donde hay que seguir a un robot que va pasando de sala a sala, contándote la historia de los prisioneros de guerra – afeitados y con la raya del pelo perfecta- durante la ocupación japonesa. Al final no me entero, si el que escribe su diario consigue reencontrarse tras la liberación con su señora…



Como está todo más o menos cerca, visita al Kampong Lorong Buangkok, la última pequeña aldea por lo que está protegida. Curioso caminar entre los jardines y gallinas, entre las distintas casas, rodeado de modernidad. Al salir, uno de los aldeanos, montado en su vieja bicicleta, se hace perfectamente entender que es propiedad privada y que no somos bienvenidos.

Nos vuelve a pillar la chaparrada del día, pero esta vez bien protegidos – solo nos mojamos por dentro- en el bonito barrio de Joo Chiat, con coloridas tiendas de dos plantas y casas con fachadas muy bonitas y soportales, por los que se ve como hacen la vida. No parece que les importe que les miren, ni una cortina.

Y para terminar, antes de tomar el vuelo, escapada al museo de ArtScience, un edificio impresionante por fuera- con forma de flor de loto- , aunque por dentro, yo creo que los más sorprendidos son los niños. Divertido verlos persiguiendo mariposas. 

Es lo que tiene mezclar arte moderno y tecnología, que yo no lo entiendo.


En cuanto a la recomendación gastronómica, aunque parezca mentira, lo que más me ha sorprendido es el Nasi Goreng del hotel Holiday Inn. Un arroz frito picante con gambas que quita el sentido.

 Por cierto, ahora otra vez tormenta.  

!Que manera de tirar agua! Normal que el traje mas popular sea pantalón corto y chancletas de piscina.

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Valladolid escapada dominical Chichén Itzá

Con lo que a mi me gustan las aglomeraciones y las colas. Se esperan 15000 turistas en la zona arqueológica.  Según me cuentan, los domingos es gratis para los residentes y mexicanos, a lo que hay que sumar hordas de autobuses que llegan desde Playa del Carmen.

Pero la vida te da sorpresas. A quién madruga, Dios le ayuda. Mucha suerte. La masificación no es en las primeras horas. Visitar esta maravilla a tu ritmo, sin mucha gente y sin el calor abrasador del medio día, es un lujo, pero hay que vencer la pereza, no siempre es fácil sacar la reserva de energía para temas culturales.


La visita ha sido como una gran yincana, tachando uno a uno los puntos imprescindibles de la ciudad, (pirámide, templo de los guerreros, plaza de las columnas, juego de pelota, convento de las monjas, los cenotes, casa de Balam…) menos mal que me dan planito a la entrada…

Si me tengo que quedar con una, elijo el observatorio, con la escalera en forma de espiral de su interior. ¡Menudos artistas!



 Aparte de encontrar el segundo cenote que se me resistía, la verdadera prueba ha sido sortear a los “tentadores” puestos de souvenirs, a precio de ganga. Productos de primera calidad, todo artesanal y valiosos, ya que como siempre, son únicos. Yo sé de una - que también ha heredado el gen paterno- que hubiera salido con el kit completo: imán para la nevera, pirámide, silbato del pájaro del paraíso y el que suena a jaguar - este lo he pillado - calendario maya, camiseta, traje popular, pulsera malla, el vidrio para mirar el sol de obsidiana bien pulida …

 A medida que avanza el reloj, la sensación térmica es cada vez más intensa, por decirlo fino, y eso que dicen que es la temporada buena. Me arrepiento de no haberme comprado uno de los baratos sombreros a la entrada. No siempre se acierta.

 


Cuando ya he terminado la visita, curioso contemplar a los “corrillos de guiris”, intentando comprobar la espectacular acústica de la pirámide, aplaudiendo frente a una de sus cuatro escalinatas. Lo que a la mañana era sorprendente ya que se propagaba el sonido por las paredes, ahora es un sindiós. ¡Que hubieran madrugado!

Concluyo la visita, a toque de corneta, pero cuando comienza la hora del aperitivo. Prueba conseguida. No puedo reprimirme y me tomo la cerveza más cara del viaje, casi cinco eurazos, pero me saben a gloria. Entiendo claramente, porque los locales no están abarrotando él local.

En cuanto a la recomendación gastronómica, además de la arrachera, que es el corte de carne que más repito, me quedo con los tacos de tortillas de camarones capeados (rellenos de guacamole, col, zanahoria, alioli de chipotle, cebolla encurtida) en el Yakunaj, en la calle 41. Nº 224 en Valladolid. Te dejan el morro dormido, pero merece la pena, un espectáculo.

 


Hay que tener cuidado para donde miras, sin darte cuenta, …  gabacha impertinente. Menos mal que hay buenos camareros y que tengo un bajo nivel de francés, porque vete a saber que ordinarieces me decía.

 

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sábado, 4 de noviembre de 2023

Festival de las Animas en Mérida

Mientras me dirijo hacia el cementerio general, para entrar con buen pie en las cultura de los muertos, me pregunto si hubiera sido mejor venir de día -con el miedo que tengo yo a estas cosas-, pero es una semana a nivel de trabajo, bastante saturada, así que no hay otra que si quiero verlo, desviarnos e ir en plena noche. Un valiente. 

 


Nada más llegar me doy cuenta de lo equivocado que estaba. La aglomeración es tal, que la calle central se parece a Pozas en día de partido. Un poco decepcionado, soy uno más dentro de una masa ingente de curiosos, que poco tenemos que ver con la tradición ancestral prehispánica.

Por muchas flores de cempasúchil – la flor de los altares- que pongan para marcar el camino de las animas de los difuntos de regreso a sus casas lo tienen dificil. Hasta la mismísima Catrina – la mujer esquelética y elegante- se pierde seguro entre tanta gente.

 

Emulando a la muerte en la avenida de ...


 

Una fiesta popular, pero no es el bonito recuerdo que tenía. Una pena. Turistas extranjeros y nacionales atraídos por las celebraciones del Día de Muertos acuden en masa, para contemplar las ofrendas dedicadas a los difuntos en la plaza grande de Mérida y luego a escuchar la Vaquería de las animas. 

 


En los altares, con las ofrendas, me atrae la idea de poner fotos junto a la comida que al familiar le gustaba. Yo hoy en día, en la única tumba que visito, no sé qué pondría. Igual un bocadillo de jamón con tomate. Y a mí, por si acaso, llevarme cabrito asado y una botella de tinto.

 

En cuanto a la recomendación gastronómica: El Restaurante Maria Raíz y Tierra (Avenida Colon 500), comida muy especial, a base de entrantes: “Pescadillas” unas tortillas con relleno de pescado y tomate que sorprenden, el “Pimito Castacan” unas tortillas más gruesas con aguacate y queso y para terminar unas tostaditas de guacamole con pico de gallo y chapulines. Los saltamontes si no adviertes te los sacan molidos.   

 


Y como no podría ser de otra manera, pruebo todo lo que me dicen que es típico de la semana de muertos, el “pibe enterrado” un tamal gigante de pollo y puerco, o el famoso “pan de muerto” – que tiene el mismo sabor que nuestro roscón de Reyes.

 

Me paso el día comiendo, duras las digestiones. A ver quién se atreve a pesarse a la vuelta.