Aprovechado a tope el poco tiempo de descanso, visitando a la carrera todo lo que cae a mano, comenzando nada más aterrizar en la isla, ya que hay que aguantar como sea despierto, para conseguir hacerme al cambio horario, que está vez es el doble, porque empalmo con el viaje anterior.
Muy curiosa la “National
Gallery Singapore” ubicada en los antiguos edificios donde se encontraba el
Ayuntamiento – donde las fuerzas japonesas se rindieron oficialmente a los
aliados en 1945 - y el Tribunal Supremo – donde un año más tarde se celebraron
los juicios por los crímenes de guerra- que choca un poco con el arte moderno. A la salida, me doy cuenta de que poco voy a
hacer con el paraguas plegable que he traído. Increíble ver llover de esta
manera.
La semana pasada por agua, y cuando va acompañado de
tormenta eléctrica, impone respeto. Una cortina de agua que paraliza todo. En la oficina es imposible escucharse, ni mis
propios pensamientos y mucho más difícil mantener una conversación telefónica.
Menos mal que escampa rápido.
Han conseguido ser casi autosuficientes entre las
desaladoras, el reciclaje y la alta captación de agua de lluvia, queda lejos la
época en que cuando su vecino se enfadaba con ellos y les cerraba el grifo. Consiguieron
la independencia sin pedirla, no tenían recursos, ni tan siquiera agua, pero fíjate
ahora… Es curioso ver como los edificios y calles del país, están preparados
para maximizar el aprovechamiento del agua. Lo tienen claro, es un bien escaso.
Y en el ultimo momento, gracias a Victoria y a David, unos
anfitriones de lujo, me llevan de excursión hacia el norte para ver el Changi Museum,
donde hay que seguir a un robot que va pasando de sala a sala, contándote la
historia de los prisioneros de guerra – afeitados y con la raya del pelo perfecta-
durante la ocupación japonesa. Al final no me entero, si el que escribe su
diario consigue reencontrarse tras la liberación con su señora…
Como está todo más o menos cerca, visita al Kampong Lorong
Buangkok, la última pequeña aldea por lo que está protegida. Curioso caminar entre
los jardines y gallinas, entre las distintas casas, rodeado de modernidad. Al
salir, uno de los aldeanos, montado en su vieja bicicleta, se hace perfectamente
entender que es propiedad privada y que no somos bienvenidos.
Nos vuelve a pillar la chaparrada del día, pero esta vez
bien protegidos – solo nos mojamos por dentro- en el bonito barrio de Joo Chiat,
con coloridas tiendas de dos plantas y casas con fachadas muy bonitas y soportales,
por los que se ve como hacen la vida. No parece que les importe que les miren,
ni una cortina.
Y para terminar, antes de tomar el vuelo, escapada al museo de ArtScience, un edificio impresionante por fuera- con forma de flor de loto- , aunque por dentro, yo creo que los más sorprendidos son los niños. Divertido verlos persiguiendo mariposas.
Es lo que tiene mezclar arte moderno y tecnología, que yo no lo entiendo.
En cuanto a la recomendación gastronómica, aunque parezca
mentira, lo que más me ha sorprendido es el Nasi Goreng del hotel Holiday Inn.
Un arroz frito picante con gambas que quita el sentido.
!Que manera de tirar agua! Normal que el traje mas popular sea pantalón corto y chancletas de piscina.