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jueves, 18 de diciembre de 2014

Viajando por Argelia

Después de una semana dudando de que mi cuerpo fuera capaz de asimilar toda la arena que me había tragado, le tocaba pasar por la ultima pruba. Masaje reconfortante por el desierto. Si existe un infierno para mis cervicales, debe ser algo muy parecido al viaje de un par de horas, por el desierto a 80 km/hora, para regresar a la civilización. 


Tras una visita a los hospitales de la zona, una experiencia que merece una página aparte, me toco la espera de tres horas en el aeropuerto. El interior de la terminal resulta más decrépito que el exterior y los WC , ....

El avión, un suplicio. Para qué preocuparse en buscar tu asiento. El único hueco disponible, no era nada deseable. Hedor es poco. ¡Que cerdo! Y todas las moscas del mundo estaban dentro del avión.

Llegue al hotel con el cuerpo dolorido. No sabia que me podía doler hasta por debajo de las costillas. 
¡Que rápido se acostumbra uno a lo bueno!



miércoles, 10 de diciembre de 2014

De las callejuelas de Argel a los campos de Adrar

Argel me recibe en medio de un impresionante temporal. Las olas me recuerdan a las del Cantábrico cuando está embravecido. La diferencia , en lugar de pinos, lo que resiste contra el viento, son palmeras.


Esta vez, he conseguido alojarme en L'hôtel El Djazair. También se le llama el hotel Saint Georges (que era el nombre en la época colonial). Es parte del patrimonio cultural de la zona. Según entiendo era la residencia del Rey Argelino en la época de los otomanos. He tenido suerte, me han ubicado en la zona antigua.


En las habitaciones se ven placas de los personajes históricos que se han alojado: Edith Piaf, Eisenhower, Churchill, Charles De Gaule... Estando sus retratos colocados en las paredes del coqueto salón de té. 

En el próximo siglo, ¿apareceré colgado de la pared? Algunos que se yo, no lo dudan.

 

A la tarde paseo por la ciudad, intentando repetir mis andanzas por la kasbah, Rue de la Mer Rouge...! Las estructuras de Los ventanales que se apoyan hacia el exterior. Salientes que agrandan las casas pero hacen visualmente aún más estrechos los callejones

! Lo que han debido vivir estas calles! Si pudieran contarlo, debe de dar de sí, para escribir una colección de novelas. Me trasladan a épocas de piratas, de espadas y aventuras. Como el atardecer está a punto de terminar y siguiendo la recomendaciones me marcho hacia la propuesta gastronómica de mi visita anterior.Cena en “Le Caracoya”, pero esta vez para saborear un exquisito Cordero. 

 

En el aeropuerto para ir a Adrar, hay que estar algo más que atento. El servicio de información parece justamente lo contrario.

En las pantallas el código de mi vuelo AH6156 se dirige un cuarto de hora antes a Timoumond - un oasis cercano en la provincia. 

Por lo menos está cerca- pienso para consolarme.

 

Cuando ya ha pasado la hora de embarque, al igual que la hora del despegue y coincidiendo con la hora de salida de mí tarjeta de embarque, creo entender en perfecto árabe, mi destino por megafonía.

Menos mal que el aeropuerto es pequeño, pero hay que estar con los cinco sentidos puestos.  Para colmo, en esos momentos -siempre sucede - es cuando menos te alegran los fallos en la tecnología. Problemas de vivir en la era de las comunicaciones.


 

A mi llegada a Adrar, no estaba preparada la escolta. Parece ser, que al no viajar con el de turbohélice, han conseguido traernos con más de media hora de adelanto. El camino hacia la base de vida es diferente a las veces anteriores y mucho más corto.

 

Me sorprende que en mitad del desierto existan grandes extensiones preparadas para la producción del maíz. Según me cuentan había una fábrica de tomates conocida a nivel internacional. Si es que con el agua que tienen...

 



jueves, 4 de diciembre de 2014

EdmonTON - ¿lotería?

Bonito viaje iniciado a -28 grados desde el pequeño aeropuerto de Fort Mc Murray. Contra todo pronóstico nos embarcaron sin retraso, pero una vez dentro del avión - un pequeño turbohélice DHC-8, pero bien aprovechado- comencé a preocuparme. 
No! - pensé asustado. ¿Por qué a mí? 
Un ser colosal, mirándome desde el pasillo. Mi compañero de asiento. Un gigante, con una tripa proporcionada al tamaño de sus manos. !que dedos! Parecían ristras de chorizos.
Para que os hagáis una idea, solo tenéis que imaginaros lo que le costó ponerse el cinturón. La azafata ocupando mi poco espacio vital, colaborando en la colocación del suplemento para poder abarcar ese tremendo volumen.
Buf! - !que duras son las clases turistas! - es lo único que se me pasa por la mente. En bucle. Una y otra vez.
Las mollas de Goliat, rebosaban. Se apoyaban en mis pantorrillas, brazos...y además se mueve. Dios, ¿pero donde quiere que me ponga? Al final lo consigue, y me pongo ladeo. Con mis piernas hacia el pasillo, completamos el tetris.
 
Entrando a pista, también se torcieron los planes de llegar puntual y poder cenar tranquilamente en Edmonton. La voz del capitán anunció entre disculpas que avisáramos a nuestros familiares que sufriríamos un retraso prolongado.
Por razones que desconozco, aunque son fácilmente comprensibles en estos climas, nos toco limpieza de pista. Esta falta de planificación se convirtió en un tormento. 
Imaginarse un pequeño avión comercial de unas 70 plazas, repleto de Canadienses de obra - gente recia y trabajadora- forrados de ropa, sin sitio donde dejarla y te apagan el aire acondicionado durante unos interminables 45 minutos.
El coloso sudando, luego jadeando, quitándose ropa... Que estampa. Yo con ganas de avisar a la azafata. Como puede sonar tan mal la respiración de una persona.  Solo me imaginaba un desmayo. No podía ser.
Al final, todo comenzó a funcionar, motores, luces, aire... Ya ni sentía las tripa sobre mis rodillas. Solo al aterrizar, el gran alivio.
En la ciudad hay casas curiosas, que parecen salidas de una película de vaqueros aunque hay alguna que están construyendo ahora que no me pegan con la idiosincrasia de los lugareños.