Pocos recuerdos del viaje realizado hace quince años,
pero las mismas buenas sensaciones. Me atrapó la Isla, pero está vez para
siempre. Es imposible no tener ganas de regresar a la patria de los Corleone,
de los fenicios, árabes y normandos. Sin olvidar a los griegos, catalanes,
romanos.
Algo tendrá esta isla, que todos la querían. Ha sido
conquistada por todos los pueblos y aun así, han conseguido mantenerse claramente
diferenciados. Pueblos con hombres de miradas limpias,
charlando sin otra cosa que deleitarse en su tiempo, sin los gritos y prisas de
las otras zonas de Italia. Pero como en el resto, se palpa la vida por las
calles. Mujeres tranquilas, caminando ligeras. Pequeñas calles que te
trasportan a otras épocas y donde nunca sabes si lo que te encontrarás al
atravesarlas será un mercado, una plaza señorial, o el mismísimo mar Jónico.
Las enormes esquelas pegadas por donde quieras que mires,
te recuerdan a cada momento que tenemos que disfrutar al máximo y la
importancia que le dan a la muerte en esta zona de Italia. Se palpa el respeto.
Muchas anécdotas, que han quedado apuntadas en la
terrible Moleskine roja que nos ha acompañado en la escapada familiar y que
cada vez que la sacaba – normalmente esperando las viandas- parecía que quemaba,
apuntando todas las sensaciones y hasta la magia de los gestos.
Como por ejemplo cuando paseando por Adrano, un coche
aminora la marcha al pasar junto a nosotros, saca la mano por la ventanilla, con los dedos unidos, con un movimiento de
arriba hacia abajo, mientras nos grita:
-
Cornuto . Che vuoi?
Piensas por un momento que estaremos haciendo mal. Simplemente, nos damos cuenta que uno va orgulloso
con la maglia rosa del Palermo, en la ciudad de su eterno rival, paseando tranquilamente.
Hay tanto que ver en esta maravillosa Isla, que el viaje debería
ser de un mes. Es una gozada, pasear por los templos, iglesias, teatros. En
cada pueblo tienen algo por lo que es obligado parar. Siempre una gozada visual y un deleite gastronómico.
En cuanto a la recomendación, es muy difícil. Hemos comido muy bien y con muy
buenos precios. Pero me quedo con el puchero de Lolli con le fave de la Osteria dei Sapori Perduti de Modica c/
Corso Umberto I, 228. Una pasta fresca
con unas habas estofadas que me hicieron añadir un agujero más en el cinturón y
perder casi el sentido,
Como anécdota gastronómica, cuando se acercó a nuestra
mesa el mismísimo Cocinero Pietro Roccasalva, que no pudo resistirse deseando conocer
al niño que había mancillado su cocina, a pesar de las múltiples advertencias
del camarero que tomaba la comanda, pidiendo los ravioli con salsa carbonara.