Tras un par de noches caminando entre sus callejuelas, se entiende fácilmente por qué es una ciudad patrimonio de la humanidad. Cientos de monumentos centenarios y rodeado de un cinturón verde que te hace olvidar que estás a escasos minutos del centro de una capital de provincia.
Desde que era niño, no había vuelto. Las
mismas sensaciones al toparme con el acueducto de nuevo, igual de
impresionante. Me parece increíble que
casi dos mil años después, continúe de pie -colocando simplemente piedra sobre
piedra-, esta obra maestra de la ingeniería romana.
Es una suerte, o más bien un milagro, que después
del paso de tantas culturas, guerras y disputas, ningún cafre haya tenido la
brillante idea de volarlo para fastidiar a la población o simplemente de reutilizar
las piedras, para la construcción de algún otro monumento.
Aunque si me tengo que quedar con un lugar con " fuerza" (por su sencillez y orden, además de por tener unas vistas impresionantes bajo el Alcázar) me quedo con la Iglesia de la Vera Cruz, de la Orden de Malta, con su planta dodecagonal, similar a la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén.
Por la doble escalera central subes a una
sala, donde los caballeros velaban las armas. Después de la subida a la
torre de la catedral, con sus numerosas escaleras, yo andaba un poco rezagado y
reservando fuerzas, por lo que solo vi la cara de desconcierto de los primeros.
Debe ser un espectáculo encontrarte en
la mesa del altar, en el centro de la sala redonda, a una mujer tumbada y en trance,
o igual simplemente muerta de vergüenza por ser descubierta. No me quiero
imaginar lo que pensarían de ella los Grandes Maestres de la orden. Los que
aparecen en la capilla donde se guardaba la reliquia de la Vera Cruz.
Atardecer desde la terraza del Hotel Don Felipe
En cuanto al tema culinario, hemos comido
muy bien, pero voy a recomendar dos lugares que se separan un poco de lo esperable,
aunque para decir verdad, tuvimos tiempo para todo y también fuimos.
En primer lugar, el "Restaurante El Riscal", en Carbonero el Mayor, donde volví a recordar el sabor del tuétano, disfrutamos
de buena carne de buey y conocí el famoso ponche segoviano. Una bomba calórica que
me transporta a la navidad y a su mazapán.
Para compensar el bolsillo, el "Alma
Nostra" en la calle los Zuloagas 1. Lo que necesita la chavalería: raciones generosas,
alegría y cervecita fría … Sartén de huevos con verduritas, hamburguesa para unos
y para otros, las croquetas de jamón y la ración “combo” de pollo. Gracias a Dios,
nos avisó la camarera de que estábamos pidiendo mucho y nos puso media ración.
No pudimos terminarla.