Antes de que nos corten el gas, se programa una visita relámpago a la capital del reino. Siempre hay que buscar una excusa para disfrutar. A pesar de no tener la pulsera que dice libertad, se nota la diferencia. Hay menos presión para obligar al cumplimiento de las normas de la pandemia. y el buen tiempo ayuda a despejar la cabeza, olvidándonos un poco del día a día.
Un buen plan y en buena compañía: Paseo, unas cañas por el barrio de las
letras y luego una buena cena en Lavapiés. Simple pero eficaz.
La elección, como
siempre, de mano de “la compañía”: La Burlona. (Calle de Santa Isabel 40)
muy recomendable. Un pequeño y moderno restaurante en el que el cocinero
va por libre. Te atrapan las mezclas que hace y que en boca te sorprenden
gratamente.
Si hay que elegir,
me quedo con los mejillones con la salsa de callos y torreznos. Seguramente por
ser el primero de los platos. El resto estaban geniales: la fideuá de
boletus con foie asado, los tacos mexicanos de oreja y calamares, … Estamos
desacostumbrados y no pudimos terminar con la costilla. Unos flojos.