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viernes, 16 de agosto de 2019

Cambiaras de molinero pero no de ladrón



La visita anual por Cantabria nos lleva a conocer el parque natural de las marismas de Santoña.
Concretamente al molino de mareas de Santa Olaja, reconstruido hace más de quince años, respetando su estructura original, para tener una idea de cómo se hacía en el siglo XVII. Después de la baja mar, comienza el ruido constante, al abrir las compuertas , usando la fuerza del mar estancado para mover las grandes ruedas del molino.




Interesante el hincapié sobre lo picaros que eran los molineros....Sacándose un sobre sueldo en la molienda y disfrutando de los placeres mundanos mientras se esperaba a que el grano se convirtiese en harina. 

Según cuenta, hasta el molino llegaban los barcos con la pleamar, para facilitar el transporte de carga entre los puertos de la zona. 

Una zona preciosa recuperada ya que según cuenta la guía, sobrina del último molinero, al dejarse de utiliza el embalse se convirtió en un vertedero hasta unirse el molino con la montaña.

En cuanto a la comida, disfruto de mi primer cachopo en el restaurante "El embrujo " en El Barrio de la Maza , en Meruelo. A pesar del gigantesco tamaño, conseguimos dejar los platos vacíos, saliendo contentos y tarareando la mítica canción de Rosendo: ¡Prometo estarte agradecido!

sábado, 10 de agosto de 2019

The Founder's Memorial


Un clásico del verano, las carreras de obstáculos por los aeropuertos. Esta vez por culpa de los retrasos de la infalible Lufthansa. Esquivando "turistas perdidos" haciendo de sus incontroladas maletas auténticas barricadas en mitad de los pasillos.
Hasta las grandes compañías cometen errores, que me obligan a esforzarme al máximo, para no verme varado en tierra de nadie. Para el que esté familiarizado con el aeropuerto, sabe que es un auténtico record tardar 10´ entre la apertura de puertas y estar dentro de la siguiente conexión en Múnich, (cambio de terminal con trenecito y control de pasaportes incluido). 
Como existan radares en los pasillos…me llegará la multa a casa, por exceso de velocidad.

En Abu Dabi, me esperaban todos los trámites burocráticos para conseguir entrar en las zonas restringidas donde trabajan los del Oil & Gas, así que tengo que pasar unos días antes en la ciudad antes de poder entrar de lleno en las arenas del desierto.
Las pruebas médicas cada vez son más exigentes y extrañas. Ya no se limitan a comprobar que no tenemos todo tipo de enfermedades venéreas, sino que además nos hacen correr en una cinta, para ver si nos infartamos. Me tendrían que medir a pleno esfuerzo, como en los aeropuertos.

Los paseos al atardecer, sin rumbo fijo por las calles semi-vacías por el calor, son una bonita y sudorosa experiencia, aunque se repite cada noche el mismo final: llegar empapado al hotel y teniendo que hacer un cambio completo de ropa.

Como visita especial, muy interesante el monumento conmemorativo al padre fundador del país.  Visualmente es un espectáculo ver que las estrellas colgantes del pórtico, forman una constelación que es la esfinge del Jeque, Sheikh Zayed bin Sultan Al Nahyan.

Cuando ya estaba todo emocionado por lo visto accidentalmente como parte de uno de mis aleatorios paseos, entré en el edificio de las exposiciones y una amable guía se acercó por si estaba interesado en una visita guiada. 

Una gozada, escucharle y entender lo que representa el memorial.  El trabajo de años de preparación que hay detrás, lo que me hace apreciarlo mucho más y sobre todo el trabajo del arquitecto en su conjunto.
·       La relación entre el desierto y la vida del Sultan. Los canales de irrigación tradicionales “aflaj”, los arboles importantes y sus utilidades. Las dunas, la importancia de la mujer, la familia, el firmamento.
·        La forma de construirlo desde lo que llama los “sólidos platónicos” que son cinco poliedros que representan los cinco elementos de la naturaleza. Es dificilísimo que utilizando solo cinco tipos de piezas de distintos tamaños, colgados de más de mil cables de unos 30 metros de largo, consigan crear el retrato flotando del sultán en 3D.


Pero a medida pasaban los minutos, la visita nocturna se le hacía más cuesta arriba a la pobre chica. No sabía que yo estaba entrenado. Una humedad del 59% y 38ºC. Yo a lo mío, traguito de agua, y toallita de buen algodón del hotel, que empapa bien, para que el sudor no me impida ver. Un profesional.
Ella ya no sabía qué hacer con el “chador”. Se  quitaba y ponía el pañuelo cada cinco minutos para poder ventilarse y retirarse el sudor que le chorreaba por la frente. Al final, a pesar de que andaba yo bastante interesado en las explicaciones, dejé de hacerle preguntas. Casi se me deshidrata la pobre.

Cuando me ofreció la visita guiada, no creo que se imaginase que fuera aceptarla gustoso y que aguantase todo el recorrido. Hace falta estar muy "interesado" para estar casi una hora expuesto a estas condiciones climáticas. Un golpe de suerte para uno y casi un golpe de calor para la guía.  Muy profesional y gratis.

NOTA- Estoy de celebración escribiendo estas lineas desde el aeropuerto. He acortado el viaje, y adelantado el vuelo de regreso a casa.  Mañana es la fiesta del sacrificio, la que en Argelia llamaban Eid El Kebir. Una pena perderme la experiencia del "Eid al-Adha" en Abu Dabi, pero hay que continuar con el veraneo.