No conocía que existían tan cerca dos mundos.
Me sorprende,
detrás de la casa consistorial, un edificio modernista. Entramos en el Mercado
de la Esperanza, le viene el nombre, que ni en pintura. La alegría de sus pescaderías
y los santanderinos comprando, hace que piense que aun estamos en navidades. Hay esperanza.
Me alegra,
el aperitivo en el Centro Botín: Sí, sí, sí…sí. Copiando a la obra del artista Martin
Creed.
Edificio moderno que, aunque parece difícil consigue integrar, el conjunto con el puerto y el casco viejo. Que dejen parte de lo que fue la zona de estiba, siempre gusta, como la Grúa de Piedra, que te recuerda que lo moderno ha desplazado a la útil.
En cuanto a las vistas, tenemos suerte, y nos llevan al Faro de Cabo Mayor que vigila la entrada a la Bahía de Santander.
Una bahía en el cantabrico que mira hacia el sur. Una gozada ver el mar y la ciudad. Lo que me permite darme cuenta de las temibles cuestas y sus desconocidos barrios altos.
A pesar de degustar los "callos de bacalao, hoja de la abundancia y pan de algas" de la Casona del Judío, el único plato que estaba de diez -demasiada letra para poca cata- la recomendación es la Bodega La Conveniente. Calle Gomez Oreña 9.
Sitio con solera, autentica, genuina, de las que ya no nos quedan casi en casa. Con frascas de vino y buenas raciones. En mi próxima visita, que volveré, me gustaría poder comer bajo la atenta pianista y con la misma buena compañía.
Un lujo al alcance de pocos. Escapada de diez, porque son gente con estrella. Se lo merecen todo.
Hay que disfrutar mientras se pueda.
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Si si si siiiiiii.....tu ya sabes
ResponderEliminarMuy bueno.Sisisi,nonono.Para arriba y para abajo.😘
ResponderEliminarme imagino que serán temas de la edad pero yo el título lo recuerdo de otra manera y ... fíjate que no me viene ahora: Santander, c...r y volver !!! Ya me vendrá.
ResponderEliminarMe troncho
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