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jueves, 26 de mayo de 2016

Regresando a Kuwait



Parece que fue ayer, cuando aterrice por primera vez en Kuwait, pero han pasado varias páginas del calendario desde aquel cercano 30 de enero de 2007. 
 Aún me acuerdo, así que se puede decir que la experiencia -no es que fuera traumática- pero que me marco, como el inicio de una trayectoria viajera. Las peripecias para conseguir mi primer visado, temiendo por mi pasaporte que pasaba de mano en mano. El alojamiento en aquel piso de alquiler, en mitad de la zona más India y pobre de Al Fahahel, con un saco enorme de arroz por despensa...


¡Ah ! Cómo hemos cambiado. Ahora me vienen a recoger dentro del aeropuerto, me gestionan la visa, me llevan a buenos hoteles y para colmo, me desenvuelvo como pez en el agua recorriendo las calles y visitando los mercados.

Como todo no puede ser perfecto, en el cajero, no sé en qué estaría pensando ó lo cansado que estaba, pero al cambio,  he sacado de dinero de bolsillo, para pagar algún refresco,  unos 500 euros...
Si es que ya pienso a lo grande, como si fuera uno de Bilbao que ha nacido en Kuwait, con todos los derechos que ello conlleva.



martes, 17 de mayo de 2016

Goteras: Justo debajo- mi almohada




 
 
Que llueva de noche en Adrar, que mi cuarto tenga goteras y mi cara este debajo, entiendo que es tan probable como que me toque la lotería.  
La precipitación en este lugar del mundo -en pleno mayo- tiene que rondar los 0-1 mm al mes. Pero esa noche llovía, como llueve en verano. Con ganas.
 
Lo más difícil, los primeros minutos. Centrarte, enterarte de donde estas y que es lo que pasa. Parece fácil, pero no lo es. Cuando me percato de que son goteras y que estoy empapado, se me escapa una sonrisita, al alegrarme de que no he perdido el sueño profundo – es como el swing- el que tuvo, retuvo. 
Lo segundo intentar emular a MacGyver, pero no hay manera. Con los medios que tenía seguro que él haría una depuradora y un riego por goteo. Yo solamente, empapo la toalla, fastidio el esparadrapo y las bolsas de basura.
Al final, tras muchas explicaciones con el vigilante, creo que conseguí hacerme entender y los dos diciendo “fuites”, pero de la garita no se movía, que llovía. Así que no me quedo otra, que volverme a la habitación, dar la vuelta al colchón, tirarlo en la zona seca y esperar a que amanezca.