Translate

viernes, 20 de julio de 2018

Benicassim y su cocina


Mar como un plato, sol –aún más redondo - , relajación y buenos alimentos.

Cuando propongo durante el año, el cambio de destino vacacional, me miran como si estuviese loco. Más de una vez han cantado a coro la canción de Luis Aguilé: “Nadie me quita mis vacaciones en Castellón”. La semana en las playas en la comunidad valenciana, comienza a ser parte del ADN de esta familia.






La paella, en Castellón, es una religión, por lo que no es extraño, que otro clásico sea – año tras año-ir a degustarla a la casa parroquial. ¡Un cocinero de primera el cura!  

Esta vez nos ha agasajado con Arroz a Banda. Una paella de marisco, pero que el caldo se hace aparte.  Cuando la hacía con leña y estábamos presentes durante la elaboración ¡Qué tiempos! Según le entendí, era casi pecado usar caldo de carne preparado a parte y mentar las pastillas de caldo, un sacrilegio.  


La conversación es cíclica, algunos en la mesa no hablan mucho, para no perder bocado.

Se comienza con el nombre, aunque la RAE admite las dos acepciones, la “sartén con asas” y el arroz. Pero siempre hay que dejar bien claro que lo sabemos. Es un “arroz en paella” y el tamaño del recipiente, importa.

Luego el contenido del sofrito, preguntamos por el nombre de la alubia – garrafón- ya que no se le puede poner cualquier cosa (reafirmándonos en nuestro pecado del arroz de los domingo con tomate y chorizo de toda la vida).

Pasando por la importancia del tipo de agua. El agua de Bilbao, no falta en la mesa, pero va a parte. Una vez realizado el sofrito, se pone agua del grifo y con mucha cal – y la cantidad, sin miedo ya que la medida exacta te la dará el “misterio de la primera línea de la espumadera”.



Y para terminar lo principal, el tipo de arroz, que por supuesto tiene que ser bomba, el redondo.

 

Los comensales, hacemos que memorizamos y que algún día lo intentaremos, pero me parece, que aún no nos han revelado todos los misterios gozosos. Algún día aprenderemos, pero por ahora nos dejamos querer, aunque prefiero las antiguas de conejo y alcachofa. Siempre atentos en la comunidad valenciana.


En cuanto a la recomendación gastronómica, para el resto de los mortales, sin dudarlo: Restaurante La Llar (Calle Santa Aqueda 9, Benicasim).  Las paellas a fuego de leña con caracoles, los tomates de la huerta y el entrecot.  Un lujo muy accesible, de primera.  Hemos tripitido. Como anécdota, la cara que puso cuando pedimos unas croquetas:

-       No tenemos croquetas- Dice tajante sin mirarnos, mientras nos toma la comanda.

-       Ah, que pena! Era por probarlas, como teníais el premio a la mejor – Disculpas, mientras señala el marco colgado en la pared que indica el primer puesto en el concurso de San Antonio.

En ese momento,  se hizo humana. Sonrisa tres cuartos. Nos pronunció lenta y claramente: Coqueta.
Con mucha paciencia fue sacándonos de nuestra incultura. Muy interesante.

Es un dulce que solo se hace para las fiestas patronales, en enero. En el concurso, se valora todo, no solo el sabor: desde el carro en el que desfilaba, hasta los trajes antiguos y los materiales con los que se elaboran. Ellas hasta plantaban su propio trigo para hacerlas. Según entendimos, cortan las calles, hacen hogueras y al día siguiente se hacen paellas con los amigos. Por eso hay números pintados en los bordillos de las aceras.

Seguro que aún se están riendo en el pueblo de nosotros y nuestras croquetas.
 

Ahora, estoy en otra playa sin mar, en Argelia, a más de 50 grados, esperando a que la temperatura remita un poco.
Hasta las nubes me parecen coches, para salir escoltado lo antes posible de este implacable desierto.























domingo, 8 de julio de 2018

Périgord, inicio de vacaciones


Camino del Norte, hacia el sur de Francia, para decir cada mañana ...
que somos libres, como el viento!

Cruzar el pais de Oeste a Este, disfrutando de los pueblos “congelados “ en la Edad Media, una belleza de cuento, increíbles. 

Subiendo para tomar las bastidas , fachadas de casas llenas de colores por culpa de las flores, tejados de pizarra y por todas partes viñedos. 

Con sus aislados castillos y sin encontrar gente...

Sain Emillion, con sus sabrosas gambas a la plancha pero escasas, aunque sea famoso por sus viñedos. 
Sarlat, precioso. Vigilado por su estatua, sentada, a la espera. Donde me quedé prendado de la navaja sin punta. 

Port Vitreac, bajada del Dordoña en canoas, ¡que rápido pasa el tiempo! 
Las dos horas previstas, se convierten en cuatro para  el intrépido timonel, al que le falla la tropa, por lo que casi perdemos el bus de vuelta.

Beynac-et-Cazenac, Castelnaud-la -Chapelle, Rocamadour - donde pusimos una vela verde a la "Notre Damme" negra. 
Carennac y su rinconcito de ensueños de Bego, donde Santi saboreo las nueces garrapiñadas. Autoire y su cascada, guiados por Jontxu y su juego. 
Cahors con su puente fortificado.
 Saint lapopie - pueblo de sombreros- donde las avispas se bañan muy a pesar de Asier en Coca Cola.
 Y como no... Najat, la lluviosa ascensión al castillo, donde Asterix fabrica las navajas de lujo, pero al marketing le faltaba una sonrisa.
¡Cuantos buenos recuerdos! Gran familia.


Carreteras de cuarta, con paisajes de primera.


La recomendación gastronómica, ...
Las mollejas de ganso y vinagre de fambruesa de El Lebristot en Sarlat (14 Place su Peyrou Sarlat la Caneda).