Pocas veces, que yo recuerde, había estado tan cansado.
Verme a las cuatro de la mañana en la calle,
en el aeropuerto de Londres helado de frio, desorientado y pensando que hemos
hecho mal para llegar a esta situación. Sensaciones extrañas.
Soy capaz de entender que hoy en día, dependemos para casi
todo de los sistemas informáticos por lo que cuando fallan, las personas – las inteligentes
y que saben ponerse en el pellejo de los otros- son las que marcan la diferencia
evitando el caos absoluto, a donde nos llevan irremediablemente las mediocres.
Esta vez ha sido demasiado, yo creo que había llegado al
límite. Unas malas conexiones desde el inicio de la organización presagiaban un
viaje cansado y la guerra de Ucrania, creo que lo ha rematado del todo. No creo
en las casualidades.
Las pocas baterías que me quedaban se habían consumido las
semanas anteriores por Kuwait y por Turquía, llegando al aeropuerto de Adana
bastante tocado. El retraso de más de dos horas hizo que se esfumara la posible
recuperación dentro de las cabinas futuristas del YOTELAIR ISTANBUL AIRPORT,
donde al final, solo consigo estar tres horas.
En el aeropuerto de Madrid, las lentas colas para conseguir
la tarjeta de embarque van menguando mi colchón y mi paciencia. En mi turno, después
de jugar al intercambio de cromos (PCR turca, seguro chileno, vacunas Europa, vacunas
chilenas, hotel donde hare la cuarentena y el simple pasaporte) con el personal
de tierra de iberia, terror, pierdo la partida. Me falta el C-19 – El
certificado digital de acceso a Chile. Pues resignación cristiana, a luchar con
el sistema informático hasta conseguir el certificado y vuelta a la cola.
En el viaje a Londres, imposible dormir, entre un bebe
gritón (pobre – que culpa tendrá él), me falta valentía para levantarme y
decirle a la angustiada madre “dale la teta hasta que se duerma” y el elegante obispo
con su “cleriman” que tengo detrás, que tampoco me atrevo a decirle que se
calle. Larga charla con un estudiante pudiente árabe, que está aprendiendo el
idioma de Castilla y tiene ganas de practicarlo. La conversión cultural y a la fe de occidente
no entiende de momentos. Un poco más de oración silenciosa me hubiera venido
bien.
Nada más aterrizar con una hora de retraso en Heathrow, me
doy cuenta de que algo no va bien. Las pantallas no se actualizan, gran
cantidad de vuelos cancelados y no hay colas para el control de seguridad. Eso sí
que es raro. Las noticias de la BBC confirman los peores presagios, recomiendan
no ir al aeropuerto sin confirmar el estado de los vuelos, el sistema
informático ha caído por segunda vez en una semana.
En la Terminal – “la vida espera”. En la First Lounge de
British Airways, casi vacía y los pocos que hay, caras largas. El anuncio repetitivo indicando que por problemas
informáticos no funcionan las pantallas.
No sé por qué me acuerdo de John McClane.
Yo a lo mío, intento
recuperarme en la sala “Forty Winks”, Cuarenta guiños, donde hay unas cápsulas
para dormir la siesta. Pero no hay
forma, no he apagado el teléfono pendiente de los mensajes de la aerolinea.
Agotado y con mucho dolor de cabeza, van pasando las horas para tomar el vuelo.
Cumple de Itzi, casi se me pasa felicitarle. Es error, hubiese podido
desencadenar una reacción en cadena.
Increíblemente, de noche, la situación empeora. Nos indican que tienen que cerrar la sala. Se terminan los privilegios. Dos horas y
media interminables, delante de la puerta de embarque. Al final nos llaman,
pero los que venimos de Madrid no aparecemos en el sistema. Alguien toma las
riendas y decide hacerlo a la vieja usanza. Papel y boli, otro sistema.
Dentro del
avión, me pongo a dormir, agotado hasta que a la una y cuarto de la mañana, me
despiertan diciendo que el vuelo se retrasa hasta nueva orden, porque la
tripulación sobrepasaría con el vuelo, las horas de trabajo por lo que tenemos
que desembarcar.
Por supuesto, no hay sistemas para reorganizar el vuelo con
tripulación nueva, que vayamos a la terminal que nos informaran. Dormido, mal
cuerpo y malas sensaciones. Me veo recibiendo unas instrucciones ilógicas. No
pueden hacer nada por nosotros, que nos busquemos un hotel y que guardemos los
comprobantes.
La situación empeora por momentos fuera de la terminal. Seguimos
con “la vida espera”. Como no hay sistemas, evito la inmensa cola por la zona
de los británicos. Me falta el formulario de localización COVID de entrada a
UK, pero parece que a la maquina se la sopla, ya que me abre la puerta.
Las dos de la mañana, destemplado y agotado intentando buscar un hotel. Yo me doy por vencido, aunque alguno se pasa desde las dos a la cuatro de la mañana llamando a los veinte (20) hoteles que hay en la zona. Cuando contestan es solo para decir que estamos completos. Me acurruco en la única cafetería que está abierta intentando dormir, en el aeropuerto de Londres helado de frio, desorientado y pensando que hemos hecho mal para llegar a esta situación. Podía ser peor, podría estar solo.
Menos mal que a las cinco, abren las sala VIP y vuelven los privilegios. Champan y buenas palabras. La mujer india, nos atiende y escucha. Se le ve fresca y con ganas de dar soluciones, no puede hacer nada su Supervisor le da instrucciones telefónicas claras, nada de hoteles. Nos consigue unas tumbonas y unos sacos de dormir. Casi tres horas en posición horizontal que me saben a gloria.
A las nueve de la mañana, conseguimos un par de habitaciones para minusválidos- me habrán visto la cara- para descansar en una cama hasta las dos del medio día. Algo es algo. Me despierto casi recuperado, sin dolor de cabeza. Hasta tenemos tiempo suficiente para tomarnos unas pintas mientras vemos las seis naciones a un pub inglés. Justo lo que no esperaba estar haciendo este sábado. Siempre hay que disfrutar de lo que la vida nos espera. Un Escocia – Francia en buena compañía, para los gabachos, Lo que verdaderamente les importa es el Inglaterra – Gales, que al final ganan, pero en el límite.
BEFF & ALE PIE del THE THREE MAGPIES |
Bueno, pues el regreso al aeropuerto, continua la misma
película: La Terminal, “la vida espera”. Es lo que nos toca, volver a esperar. No
han conseguido superar el caos de ayer. ¡Qué les costara decir la verdad! El
vuelo irremediablemente , se va atrasando de hora en hora.
Final previsible de la película, reagrupan al personal en el
vuelo de hoy. Son pocos los que se
quedan fuera, pero aún nos queda esperar, embarcamos a las diez y media,
saliendo 25 horas después de lo previsto, decepcionados por la fragilidad del
sistema y la pocas personas que toman decisiones en las situaciones
excepcionales.
Vienen tiempos jugosos
para la lírica. Si parte de la guerra se basa en generar el caos. Un retraso es
un chiste al lado de sembrar el caos en el tráfico aéreo.