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domingo, 27 de febrero de 2022

En la Terminal – la vida espera

 Pocas veces, que yo recuerde, había estado tan cansado.

Verme a las cuatro de la mañana en la calle, en el aeropuerto de Londres helado de frio, desorientado y pensando que hemos hecho mal para llegar a esta situación. Sensaciones extrañas.

 

Soy capaz de entender que hoy en día, dependemos para casi todo de los sistemas informáticos por lo que cuando fallan, las personas – las inteligentes y que saben ponerse en el pellejo de los otros- son las que marcan la diferencia evitando el caos absoluto, a donde nos llevan irremediablemente las mediocres.

Esta vez ha sido demasiado, yo creo que había llegado al límite. Unas malas conexiones desde el inicio de la organización presagiaban un viaje cansado y la guerra de Ucrania, creo que lo ha rematado del todo. No creo en las casualidades.

Las pocas baterías que me quedaban se habían consumido las semanas anteriores por Kuwait y por Turquía, llegando al aeropuerto de Adana bastante tocado. El retraso de más de dos horas hizo que se esfumara la posible recuperación dentro de las cabinas futuristas del YOTELAIR ISTANBUL AIRPORT, donde al final, solo consigo estar tres horas.



En el aeropuerto de Madrid, las lentas colas para conseguir la tarjeta de embarque van menguando mi colchón y mi paciencia. En mi turno, después de jugar al intercambio de cromos (PCR turca, seguro chileno, vacunas Europa, vacunas chilenas, hotel donde hare la cuarentena y el simple pasaporte) con el personal de tierra de iberia, terror, pierdo la partida. Me falta el C-19 – El certificado digital de acceso a Chile. Pues resignación cristiana, a luchar con el sistema informático hasta conseguir el certificado y vuelta a la cola.

En el viaje a Londres, imposible dormir, entre un bebe gritón (pobre – que culpa tendrá él), me falta valentía para levantarme y decirle a la angustiada madre “dale la teta hasta que se duerma” y el elegante obispo con su “cleriman” que tengo detrás, que tampoco me atrevo a decirle que se calle. Larga charla con un estudiante pudiente árabe, que está aprendiendo el idioma de Castilla y tiene ganas de practicarlo.  La conversión cultural y a la fe de occidente no entiende de momentos. Un poco más de oración silenciosa me hubiera venido bien.

Nada más aterrizar con una hora de retraso en Heathrow, me doy cuenta de que algo no va bien. Las pantallas no se actualizan, gran cantidad de vuelos cancelados y no hay colas para el control de seguridad. Eso sí que es raro. Las noticias de la BBC confirman los peores presagios, recomiendan no ir al aeropuerto sin confirmar el estado de los vuelos, el sistema informático ha caído por segunda vez en una semana.

En la Terminal – “la vida espera”. En la First Lounge de British Airways, casi vacía y los pocos que hay, caras largas.  El anuncio repetitivo indicando que por problemas informáticos no funcionan las pantallas.  No sé por qué me acuerdo de John McClane.

 Yo a lo mío, intento recuperarme en la sala “Forty Winks”, Cuarenta guiños, donde hay unas cápsulas para dormir  la siesta. Pero no hay forma, no he apagado el teléfono pendiente de los mensajes de la aerolinea. Agotado y con mucho dolor de cabeza, van pasando las horas para tomar el vuelo. Cumple de Itzi, casi se me pasa felicitarle. Es error, hubiese podido desencadenar una reacción en cadena.

Increíblemente, de noche, la situación empeora. Nos indican que tienen que cerrar la sala.  Se terminan los privilegios. Dos horas y media interminables, delante de la puerta de embarque. Al final nos llaman, pero los que venimos de Madrid no aparecemos en el sistema. Alguien toma las riendas y decide hacerlo a la vieja usanza. Papel y boli, otro sistema.

Dentro del avión, me pongo a dormir, agotado hasta que a la una y cuarto de la mañana, me despiertan diciendo que el vuelo se retrasa hasta nueva orden, porque la tripulación sobrepasaría con el vuelo, las horas de trabajo por lo que tenemos que desembarcar.

Por supuesto, no hay sistemas para reorganizar el vuelo con tripulación nueva, que vayamos a la terminal que nos informaran. Dormido, mal cuerpo y malas sensaciones. Me veo recibiendo unas instrucciones ilógicas. No pueden hacer nada por nosotros, que nos busquemos un hotel y que guardemos los comprobantes.

La situación empeora por momentos fuera de la terminal. Seguimos con “la vida espera”. Como no hay sistemas, evito la inmensa cola por la zona de los británicos. Me falta el formulario de localización COVID de entrada a UK, pero parece que a la maquina se la sopla, ya que me abre la puerta.



Las dos de la mañana, destemplado y agotado intentando buscar un hotel. Yo me doy por vencido, aunque alguno se pasa desde las dos a la cuatro de la mañana llamando a los veinte (20) hoteles que hay en la zona. Cuando contestan es solo para decir que estamos completos. Me acurruco en la única cafetería que está abierta intentando dormir, en el aeropuerto de Londres helado de frio, desorientado y pensando que hemos hecho mal para llegar a esta situación. Podía ser peor, podría estar solo.

Menos mal que a las cinco, abren las sala VIP y vuelven los privilegios. Champan y buenas palabras. La mujer india, nos atiende y escucha. Se le ve fresca y con ganas de dar soluciones, no puede hacer nada su Supervisor le da instrucciones telefónicas claras, nada de hoteles. Nos consigue unas tumbonas y unos sacos de dormir. Casi tres horas en posición horizontal que me saben a gloria.


 

A las nueve de la mañana, conseguimos un par de habitaciones para minusválidos- me habrán visto la cara- para descansar en una cama hasta las dos del medio día. Algo es algo.  Me despierto casi recuperado, sin dolor de cabeza. Hasta tenemos tiempo suficiente para tomarnos unas pintas mientras vemos las seis naciones a un pub inglés. Justo lo que no esperaba estar haciendo este sábado. Siempre hay que disfrutar de lo que la vida nos espera. Un Escocia – Francia en buena compañía, para los gabachos, Lo que verdaderamente les importa es el Inglaterra – Gales, que al final ganan, pero en el límite.

BEFF & ALE PIE del THE THREE MAGPIES 


Bueno, pues el regreso al aeropuerto, continua la misma película: La Terminal, “la vida espera”. Es lo que nos toca, volver a esperar. No han conseguido superar el caos de ayer. ¡Qué les costara decir la verdad! El vuelo irremediablemente , se va atrasando de hora en hora.

Final previsible de la película, reagrupan al personal en el vuelo de hoy.  Son pocos los que se quedan fuera, pero aún nos queda esperar, embarcamos a las diez y media, saliendo 25 horas después de lo previsto, decepcionados por la fragilidad del sistema y la pocas personas que toman decisiones en las situaciones excepcionales.

Vienen tiempos jugosos para la lírica. Si parte de la guerra se basa en generar el caos. Un retraso es un chiste al lado de sembrar el caos en el tráfico aéreo.

 

viernes, 25 de febrero de 2022

Adana a la carrera

 

Totalmente desconocida para mi. No había oído hablar de esta ciudad milenaria en mi vida, y eso que en Bilbao alguno, con la excusa de ver la telenovela con la madre, se conoce más de un rincón de la ciudad. Galanes y chicas deslumbrantes.

Cuando me recogen en el aeropuerto para llevarme al hotel, el inicio del trayecto no augura mucho. Bastante caos y desorden. Se me ocurre preguntar si hay algo interesante que ver en la ciudad. Más que nada, por romper el incómodo silencio. Pienso que no me ha entendido. Estaba equivocado.

Al repetirle la pregunta, un corto:

- This is Turkey!

Se estira un poco y con una voz seca me agrede -en un perfecto inglés- que si me parece interesante el puente romano de Adriano por el que dicen que paso Cleopatra. Señalándolo mientras se ve que aún sigue utilizándose por silenciosos motocarros esquivando a los paseantes. Construían bien estos romanos.






Al de nada, una inmensa mezquita. Hago todas las gesticulaciones posibles. Pregunto de que siglo es para intentar enmendar mi error, pero me meto en otro. Es enorme, pero es nueva, creada por un millonario industrial de la ciudad. La mezquita central de Sabanci. Se da cuenta de que he llegado sin hacer los deberes.



Supero el cansancio del viaje desde Kuwait y me doy un paseo al atardecer. Me recomiendan que no salga de noche. Me deben ver cara de membrillo.

Por dentro la mezquita merece también la pena. Todo un espectáculo, mucho mármol y mucho pan de oro. Entiendo que está construida en el antiguo barrio armenio, que tras “la rebelión” de Adana dejaron de poblarla. La cúpula, viendo como pasa la luz a la sala central, impresiona. Da sosiego. Otro momento de disfrute.



En cuanto a la comida, la brocheta de carne picada a la brasa – Adana kebap y también me gusta mucho la de hígado o la de costilla (kaburga) . Aunque creo que la semana es mi límite, es para estómagos fuertes y no todos los tienen.




Kuwait , cultural – museos en otra dimensión



Las vueltas que ha dado la vida desde aquel lejano marzo del 2020.  Todo lo que era a base de colas y papeles, ahora son aplicaciones de rastreo en el teléfono.

Regreso al hotel como el hijo pródigo. Más de una, se acuerda de mi apellido materno. A la llegada, me advierten de las nuevas reglas: sin salir de la habitación hasta que consiga la liberación por parte de la “Shlonik”.  Dichosas aplicaciones. Me dejan bien claro que ellos son responsables de mi custodia y  que estoy en cuarentena. Si quiero liberarme de las cadenas, tienen que venir a hacerme la PCR al hotel.  Sorprendido por el férreo control, modificamos la programación inicial.

Aunque no me gusta, me acuesto de madrugada y encerrado, rumiando cómo de bien funcionarán en caso de emergencia. Como será la apertura, ya que la puerta no se puede abrir desde el interior de la lujosa habitación.

Me despierto desubicado, con los golpes del servicio de habitaciones, con mi desayuno a la hora programada para hacerme cuanto antes la prueba del COVID. La puerta sigue sin abrirse. Algo se me escapa. Contacto con recepción. Conversación de besugos.

Usted está confinado y no puede salir de la habitación, por lo que le hemos llevado el desayuno a la hora programada.   -Amables, pero con tonito.

Comprendo mi situación, pero no puedo tomar el desayuno...porque estoy confinado, sin salir de la habitación. – Reclamo con mal genio, mientras se enfrían mis huevos… al otro lado de la puerta.

Unos cuantos minutos explicándome las normas del hotel, gimnasio incluido - que para nada me interesa -   sin avanzar, seguimos en las mismas.  Yo no puedo abrir y ellos dicen que no puedo salir. 

Cuando pido que venga un responsable a mi habitación, todo cambia.  Mil disculpas. La puerta se ha bloqueado, posiblemente la batería. En un minuto, los de mantenimiento lo solucionan.

Claro ejemplo de lo aturdidos que estamos (hasta podemos llegar a aceptar que nos encierren en una habitación) y de lo controlados que estamos, con el dichoso móvil. El aparato es capaz de denunciarte que estás saliendo del área asignada para la cuarentena o que has dejado el móvil en el lugar de la cuarentena. Aleatoriamente te va pidiendo que te saques fotos que cotejan con tus datos biométricos y geo-posición.  No se puede decir que sea un artista de las autofotos, pero por lo que parece, por ahora, la maquinita no se preocupa de eso. Todo se andará.

Viernes a la tarde, escapada turística al “Sheikh Abdullah Al Salem Cultural Centre”. Mucho más que una serie de modernos museos: todo se toca.  Gran interacción con las exposiciones. 

Está preparado para que los jóvenes y no tan jóvenes aprendan de dónde venimos y a dónde va la ciencia.  Muchos pero que muchos medios.  En cada pabellón una sorpresa.



 Los edificios son espectaculares y para jugar en el interior hacen falta muchos días, que no tengo. Solo horas.

Si hay que elegir me quedo dentro del museo de Ciencia y Tecnología, en la zona del transporte, con los primeros inventos, hasta los trenes supersónicos que levitaran sobre el desierto.  Aunque también no me perdería el de Historia Natural con animales prehistóricos y el pabellón reproduciendo el ecosistema del sudeste asiático, con acuarios gigantes con las especies de los manglares y de los arrecifes de coral, o … 

En cada zona, hay una experiencia con la que me hubiera quedado mucho más tiempo, pero estoy de visita por la vida. Un afortunado.

 


 

 

viernes, 11 de febrero de 2022

Dammam - promocionando museos

 

Es enorme. Te recarga para afrontar el día.  Para alguien que no ha visto este sol, en estas llanuras desérticas, es difícil de imaginarse lo grande y lo cerca que está. Impone su salida vertiginosa.

Otra buena paliza por el Golfo arábigo, semana intensa, pero con momentos. Siempre hay que buscarlos. Aunque sea parando.La cara del pobre chofer que nos lleva a la obra, cuando le pido que se pare, señalando la gran bola de fuego.  No tiene precio. Solo le pido un momento más, hasta verlo perfecto. Cruce de miradas. Sus ojos me sonríen cuando se percata de que lo he grabado para siempre, sin necesidad de sacar la cámara.

 


Arabia es tan inmensa, además todo se parece. Aunque sé que todo es distinto, sobre todo en primavera. Desiertos, oasis, marismas, ciudades cortadas por el mismo patrón americano, líneas de alta tensión, torres de perforación, pistas junto a los pipelines, pastores, más tuberías, más desierto. Pero todo cambia con dos gotas, hasta se deslava el color caqui por un poco de verde. Es curioso ver como evoluciona y los modernos pastores nómadas meten a sus rebaños donde siempre han pastado. No entienden de señales petroleras.



Tengo suerte en el regreso. Un compañero se ofrece a llevarme al aeropuerto. Entre lo poco que encontramos para ver por la zona, se decanta por el museo del The Heritage Village. Curiosidades del inicio de la riqueza del país, como las primeras visas de los americanos para trabajar en la creación de las refinerías. Aunque lo que más me gusta es que somos los únicos guiris y sorprendentemente, hay personas dentro. Hasta nos piden permiso para grabarnos un video promocional y subirlo a "snapchat". Por lo que se ve, aún no han llegado a atraer a los extranjeros. No siempre hay que decir todas las verdades...













Con respecto a las compañías, los que me vais conociendo sabéis que soy de los que también disfruto viajando solo.  

Sé que estoy de visita por este mundo y sé amoldarme, aunque no pueda evitar alguna sorpresa.  

Seguramente necesitaría una explicación..., pero cada uno mete en su maleta de cabina, lo que cree indispensable.