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viernes, 25 de febrero de 2022

Adana a la carrera

 

Totalmente desconocida para mi. No había oído hablar de esta ciudad milenaria en mi vida, y eso que en Bilbao alguno, con la excusa de ver la telenovela con la madre, se conoce más de un rincón de la ciudad. Galanes y chicas deslumbrantes.

Cuando me recogen en el aeropuerto para llevarme al hotel, el inicio del trayecto no augura mucho. Bastante caos y desorden. Se me ocurre preguntar si hay algo interesante que ver en la ciudad. Más que nada, por romper el incómodo silencio. Pienso que no me ha entendido. Estaba equivocado.

Al repetirle la pregunta, un corto:

- This is Turkey!

Se estira un poco y con una voz seca me agrede -en un perfecto inglés- que si me parece interesante el puente romano de Adriano por el que dicen que paso Cleopatra. Señalándolo mientras se ve que aún sigue utilizándose por silenciosos motocarros esquivando a los paseantes. Construían bien estos romanos.






Al de nada, una inmensa mezquita. Hago todas las gesticulaciones posibles. Pregunto de que siglo es para intentar enmendar mi error, pero me meto en otro. Es enorme, pero es nueva, creada por un millonario industrial de la ciudad. La mezquita central de Sabanci. Se da cuenta de que he llegado sin hacer los deberes.



Supero el cansancio del viaje desde Kuwait y me doy un paseo al atardecer. Me recomiendan que no salga de noche. Me deben ver cara de membrillo.

Por dentro la mezquita merece también la pena. Todo un espectáculo, mucho mármol y mucho pan de oro. Entiendo que está construida en el antiguo barrio armenio, que tras “la rebelión” de Adana dejaron de poblarla. La cúpula, viendo como pasa la luz a la sala central, impresiona. Da sosiego. Otro momento de disfrute.



En cuanto a la comida, la brocheta de carne picada a la brasa – Adana kebap y también me gusta mucho la de hígado o la de costilla (kaburga) . Aunque creo que la semana es mi límite, es para estómagos fuertes y no todos los tienen.




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