Totalmente desconocida para mi. No había oído hablar de esta
ciudad milenaria en mi vida, y eso que en Bilbao alguno, con la
excusa de ver la telenovela con la madre, se conoce más de un rincón de la ciudad. Galanes y chicas deslumbrantes.
Cuando me recogen en el
aeropuerto para llevarme al hotel, el inicio del trayecto no augura mucho.
Bastante caos y desorden. Se me ocurre preguntar si hay algo interesante que
ver en la ciudad. Más que nada, por romper el incómodo silencio. Pienso que no
me ha entendido. Estaba equivocado.
Al repetirle la pregunta, un
corto:
- This is Turkey!
Se estira un poco y con una voz
seca me agrede -en un perfecto inglés- que si me parece interesante el puente
romano de Adriano por el que dicen que paso Cleopatra. Señalándolo mientras se
ve que aún sigue utilizándose por silenciosos motocarros esquivando a los
paseantes. Construían bien estos romanos.
Al de nada, una inmensa
mezquita. Hago todas las gesticulaciones posibles. Pregunto de que siglo es
para intentar enmendar mi error, pero me meto en otro. Es enorme, pero es
nueva, creada por un millonario industrial de la ciudad. La mezquita central de
Sabanci. Se da cuenta de que he llegado sin hacer los deberes.
Supero el cansancio del viaje
desde Kuwait y me doy un paseo al atardecer. Me recomiendan que no salga de
noche. Me deben ver cara de membrillo.
Por dentro la mezquita merece
también la pena. Todo un espectáculo, mucho mármol y mucho pan de oro. Entiendo
que está construida en el antiguo barrio armenio, que tras “la rebelión” de
Adana dejaron de poblarla. La cúpula, viendo como pasa la luz a la sala
central, impresiona. Da sosiego. Otro momento de disfrute.
En cuanto a la comida, la
brocheta de carne picada a la brasa – Adana kebap y también me gusta mucho la
de hígado o la de costilla (kaburga) . Aunque creo que la semana es mi límite, es para
estómagos fuertes y no todos los tienen.
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