Esta vez me encargan hacer
tareas de Cicerón.
¿Quién soy yo para negarme? La proporción por las calles es clara. Nunca había visto que los árabes ganaran por goleada.
Es lunes, -San Jorge y San Iortx según el calendario Bilbaíno- y como no, los extranjeros trabajan.
Habrá que mimetizarse con el ambiente. A donde fueres, haz lo que vieres.
Intento organizar la visita como si fuera para mí. Mezclando elementos turísticos, culturales y de la vida cotidiana del país.
Primera parada junto al mar: las Torres de Kuwait.
Hace cuarenta años, dentro del
plan hídrico de la ciudad, se construyeron distintas áreas de almacenamiento
(Las setas gigantescas de hormigón, pintadas a rallas blancas y azules) para
abastecer a la población, pero quisieron diseñar una con doble función: un
edificio futurista emblema de la ciudad.
Aunque no se lo creen mucho, yo les
intento convencer de que las bolas son tanques de agua de lujo. Unos
artistas. Merece la pena gastarse los 3 KD de la entrada para ver las vistas y
sino que se lo digan al driver. La cara de felicidad, en la plataforma
giratoria a unos 120 metros de altura, bien merece rascarse el
bolsillo.
Al llegar a la Gran
Mezquita, se evidencia la decepción. en el grupo. Les animo a intentar entrar, aunque
solo les convenzo con las palabras magicas: : -Además, es gratis.
No las tengo todas conmigo,
porque hay horarios que solo son para el culto. Aún me acuerdo que hace diez
años entramos sin identificarnos como turistas. Entrar, ver y salir. Antes de
que se dieran cuenta, pero tengo muy buen recuerdo.
Está vez todo distinto.
Tenemos suerte, no hay nadie esperando para la visita guiada y estamos
solos – hemos elegido el día perfecto. Parecemos japoneses con tanta foto. Es
como las mansiones de Kuwait, por fuera parece un edificio poco apetecible
pero dentro es grandioso.
Muy importante llevar algo de
abrigo. La climatización está puesta a 19 grados y doy fe que lo consigue.
La buena de la
guía, nos insiste en el café árabe, que es patrimonio cultural inmaterial de la
UNESCO. No podemos dejar de lleva a nuestro invitado a tomar un cafecito y ver
el ritual.
Respecto al paseo
por el mercado Souq Al Mubarakiya,
lo más curioso el ritmo. Parece un mercado a cámara lenta.
Buscando la
verdadera alegría: los puestos de productos perecederos, pescados, carnes,
verduras… terminamos comprando dátiles y viendo la vida pasar por delante de
nuestras narices. Los aromas permanecerán por tiempo.
En Roma, haz como los Romanos y en Kuwait vete a comer donde comen los
Kuwaitís…
Siguiendo esa
filosofía, la visita obligada es al restaurante “Al Freej Swaileh” (cerca del cruce de Salah Aldin Al-Ayobi
Street con Jazaeir Street) en una de las salidas del Souq Al Mubarakiya. Cuesta
encontrarlo, porque el cartel está en árabe.
Los Majboos de
carnero, siempre me sorprenden. Es difícil entender que un ovejo viejo esté
tan suave de sabor y de textura.
En la sobremesa,
la técnica y la pericia del camarero vertiendo el café verde en las tazas sin
asa , es digna de mención. Ciertamente es merecedor de ser parta del patrimonio de la UNESCO
Hay que beber el líquido
elemento – sabe más a cardamomo que a café- de inmediato, ya que espera que
repitamos. Los acompañamos con unos
lugaimat (bola de masa de churro bañada en jarabe de caramelo).