Madrugando en domingo para no perder las costumbres y poder dar un paseo con la fresca,
el reto, llegar hasta la colina del gran buda, si la humedad me lo permite. Una
gran sorpresa pasear por Pattaya Walking Street, la “calle de ambiente”, bajo
la atenta mirada de los reponedores. Los turistas no pasean por esas calles de día y aun menos, se les ocurre subir a pata.
Sin las luces de neón, el ruido, las
bandas de rock, sin los cientos de personas de todo el mundo, sin el olor de la
comida y sin las mujeres que mueven todo esto. Vidas difíciles, sin tener otra
opción que hacer lo que hacen para mantener a sus familias. Durante el día una calle más real, y mucho menos triste.
El camino, una vez terminada la calles con los cientos de
puticlubs -aquí los llaman gentlemen’s clubs and go-go bars-, llegas al muelle
Bal Hai Pier, donde cientos de guías turísticos se están organizando, tomando
un tentempié en bolsas de plástico, con sus carteles hacia Koh Larn Island. Y
del puerto tomo la “ascensión” por una carretera atestada de autobuses a ambos
lados. Ropas tendidas de los
conductores, descamisados y relajados, esperando que comience el día.
Vegetación y demasiado calor, llego empapado, pero merece la pena.
Arriba, ofrendas a los budas, copiando lo que veo: descalzarse,
encender el incienso, clavarlo en la arena, colgar las flores y demás inclinaciones.
No me atrevo a comprarme la túnica naranja, una pena. Es importante notar lo listos que son estos
budistas, modernizando las estatuas de los santos, ni calvos ni tripudos.
Aunque la experiencia religiosa, es bajar en mototaxi. No me
daban las fuerzas y era lo que había, asi que despues de luchar contra mi angelito bueno, termino negociando el precio en el Motosai. Ni regateo. (70B)
Lo esperado. Un despropósito, una mezcla entre parque de atracciones y el caos de Roma pero sin
casco, ni red de seguridad. Por
la forma de tumbarse en las curvas, pensaba que estaba compitiendo en MotoGP. Al final, cuando la pendiente y las curvas decrecen, me hago entender, que no tengo prisa. Un santo el taxista, aunque se le ve la sonrisa tres cuartos.
En cuanto a la recomendación gastronómica, aunque casi
reviento, es en el Robin Hood Tavern, con comida clásica de pub inglés y
me llevan para comer el asado de los domingos.
Solo pedimos el asado intermedio, el de cinco lonchas,
pero termino sin que me llegue la sangre al cerebro. ¡Cordero, ternera, pollo y
jamón asado, aunque lo mejor, la pierna de cerdo al horno!