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sábado, 15 de octubre de 2022

Ballenera de Chome, Chile

Llegada a Concepcion,

Agotados después de un larguísimo viaje, pero hay que aguantar para intentar cambiar la hora.  


No hay ni un alma por el centro, es el día de la raza. En memoria de la lucha librada entre indígenas y colonizadores.


Lo que es evidente, es que aún están en el nuevo mundo los primeros pobladores.  En el norte, los ingleses y franceses no siguieron los mismos métodos, o eran de distinta “raza”. 

El centro despoblado, y con todos los restaurantes cerrados, menos los peruanos, muy desangelado. Mucha gente durmiendo por la calle.

 


Mucho trabajo, pero siempre hay tiempo para unos momentos de esparcimiento.
Somos unos privilegiados. Está vez, la escapada ha sido ir a ver los restos industriales de la factoría Ballenera de Chome. 

Lo que fue una actividad industrial vital de otros siglos, hoy es una ruina, pero te la puedes imaginar perfectamente, funcionando a pleno rendimiento, mientras los mariscadores emplean las últimas horas del día para sacar algún beneficio al mar.  Quién sabe, si dentro de cien años, la gente se sacará fotos en nuestros atraques de petroleros.

Ballenera de Chome


Y para terminar la jornada, nos invitan a tomar "un once", que es una merienda salada. Según nos dicen, era tradición parar -como a tomar el té-, pero tomaban aguardiente (que tiene once letras), y aún se mantiene el nombre . Segun el ticket de comida de la refineria , en el comedor puedes pedir: Desayuno, almuerzo, once, cena y colacion.  

Yo pido lo más tipico , y en el once, pruebo el churrasco chacarero con aji verde y poroto verde. (Nombre muy largo para un bocata de carne picada picante, repleto de vainas).

 

Realmente, la recomendación gastronómica, aunque sea una franquicia, la tengo clara. El asado de tira en el restaurante Las Vacas Gordas (c. Cienfuegos Nº280 , Santiago de Chile). 

Asado de tira de res

Blando, sabroso y al punto que me gusta.

 

lunes, 10 de octubre de 2022

Bogotá, ciudad de contrastes.

 Se prioriza el tema económico sobre la rapidez. 

Al descartarse el vuelo directo a Santiago, la escala en Bogotá me permite callejear unas horas por la Candelaria. El vuelo directo está sobrevalorado. Tenemos fuerza para aguantar viajes de más de treinta y cinco horas, y ganas sobradas para no tener prejuicios y lo mejor, para continuar con la ruptura continua de los hábitos. 

 

Domingo por la tarde y lunes festivo.

Centro neurálgico, el capitolio neoclásico que flanquea la Plaza Bolívar, donde se puede satisfacer, en puestos callejeros, los deseos de niños y no tan chicos. ¡Compramos las afrodisíacas hormigas culonas! Un lujo, 10.000 pesos la bolsa pequeña, con veinte insectos.



El sol iluminando la catedral, con los verdes montes detrás, haciendo el inicio de contraste. Mujeres de rasgos indígenas, subiendo a sus hijas sonrientes, en bonitas llamas coloridas. En contraposición, la modernización. Mujeres de piernas elegantes, posando como profesionales, para alguna red social. Dos mundos en una misma plaza.  

Sonrisas que no se olvidan



Simón Bolívar con espada ondulante, después de muchos robos y actos vandálicos, parece un látigo. Símbolo de américa latina y de la fuerza de la guerrilla. Menudo robo.



Reducido barrio colonial, pero algo queda del colorido. Alegría y recuerdo de antiguas casas a miles de kilómetros, entremezcladas con edificios funcionales. Se nota el sistema de subsidios por lugar en el que vives. Distinto, pero por lo menos, no se ve personas pidiendo, ni durmiendo en la calle. Me esperaba más marginalidad. Buena sorpresa.

Museo Botero, que exhibe arte internacional en una mansión colonial

Como recomendación gastronómica, nos acercamos a la antigua “Santafe” que ahora se llama, sin chulería, “El mejor ajiaco del mundo”. Un pequeño local de dos pisos.

Parece que llegamos a punto de cerrar, porque el mesero que nos atiende tiene preparada su cena junto a la mesa que nos ofrece a nosotros. Él ha elegido antes, por lo que solo tienen dos platos de la reducida carta, pero sin duda, merece la pena y por eso recomiendo probar su ajiaco.


Una sopa densa de pollo, patatas de dos tipos, maíz y alcaparras. No es un Plato de cena, pero con el “jet lag” que llevo, tampoco empeoro.


Es curioso, a las siete se ha vaciado la calle, como si fuera de madrugada. No parece barrio para andar solo y a pecho descubierto. Por cierto, los taxis no aceptan tarjeta. Más de diez intentos inútiles, cabezonería tal vez. Al final, en un supermercado que cierra tarde, consigo plata para llegar de regreso al aeropuerto.

 

jueves, 6 de octubre de 2022

Arabia - Jerbos y otros animales

 Volver al trabajo significa viajar. 

Está vez por Saudí Arabia, pero solamente porque lo dice el sello del pasaporte. La realidad, un bonito campamento en mitad del desierto. Sol impresionante que aún calienta de lo lindo.

Como curiosidad, es la primera vez que consigo ver a los pequeños “sagutxus” del desierto.Seguro que más de uno, aún se estará riendo. Menudo susto.

Casi igualo los saltos del "mardito" roedor. Entre las piernas un bicho enano, brincando a gran velocidad.  Al final , no consigo una buena foto digna del blog. Son más rápidos que yo, a pesar de que hay una buena plaga. 

Canguros en miniatura. Patas traseras y una cola muy desarrolladas, que les ayudan a escapar a gran velocidad. Hay que aprender de ellos, adaptarse ante las situaciones difíciles.

 

 


Animales curiosos,  jugándosela.

Semana dura en todos los sentidos.

Durmiendo poco y mal, a salto de mata. Esperando a que empiece el partido, me quedo dormido. Me despierto con Aita diciéndome que menudo regalo de cumpleaños. El Athletic gana 4-0. Está claro que el cerebro juega conmigo.

Esta semana, me han preguntado en dos ocasiones cómo se aguanta tanto viaje y tanto cambio de continente. No me abran visto buena cara. Yo sé que la razón era otra, pero tampoco hay que explicarlo todo. La respuesta es bastante fácil, porque al final engancha. Está claro que a pocos nos gusta durante mucho tiempo los viajes, ya que te obliga a no tener prejuicios y a una ruptura continua de los hábitos.

Animales de costumbres. Te quedas con los rituales – algunos lo llamarán manías previas al viaje – , con la maleta, la documentación, las despedidas… y  nervios, como si fuera la primera vez que sales de casa. Pero una vez  rumbo al aeropuerto, olvido lo que dejo atrás, me pongo en marcha, con alegría y a disfrutar de lo inesperado.

De visita por la vida, me siento un extranjero en todas partes. En Bilbao, siempre me preguntan cuándo me voy, aunque acabo de llegar, pero realmente, en ningún sitio me siento especialmente aislado.