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miércoles, 23 de octubre de 2019

Seguir las recomendaciones




-Vaya jaleo han montado - pienso en el aeropuerto de camino a Argelia , sin poder evitar de dejar de ver, las noticias por internet. 
Todo extremos y mensajes cortos. Todo organizado, hasta acortar el nombre: proceso soberanista de Cataluña. Ni al que asó la manteca, se le ocurre en mitad de una campaña electoral, dar la sentencia del “proces”. 
Unas cuantas horas de espera en Argel, para coger el vuelo interno, dan para mucho, sobre todo comiendo en garitos tan entrañables. Por seguir las recomendaciones - o lo que entiendo al camarero con mi buen francés- termino con un bollo relleno de casquería. Me imagino que lo que no comprendí bien, era el termino higadillos y mollejas. Un cambio de texturas o alguno aún se está riendo, pero lo que no sabia es que yo, como de todo.

El vuelo movido. Me he acordado bastante del bocadillo. En un par de ocasiones ha intentado volver a salir.  Los que viajamos solos, solamente nos agarramos a los asientos y esperamos que pasen lo antes posible las fuertes turbulencias.
Los vuelos a la tarde con las corrientes de aire y las tormentas es lo que provocan en los pequeños aviones de hélice. He visto a los hombres haciéndose los valientes bajo risas nerviosas. Mujeres llorando y gritando, y una sangrando por no hacer caso a las recomendaciones básicas sobre el uso del cinturón. En estos viejos aparatos, la tapicería no se resiente, lo que han tenido que vivir no está escrito. 
Es una alegría pisar tierra firme, aunque sea anocheciendo y utilizando el túnel del tiempo. 


miércoles, 9 de octubre de 2019

Florencia



Gran escapada otoñal. 



Ciudad de museos por excelencia. 
Dante, Miguel Ángel, Los Uffizi, los Medici... no tenían mal gusto.  
Cuando cae la noche y las hordas de turistas desaparecen, es el momento más agradable para “ fare il giro”. China tiene que estar sufriendo despoblación. El centro está tomado, así como todo lo recomendado en las guías. Hasta en San Miniato, que es en teoría un “oasis de paz”, parece que regalan algo.




Lo mejor de la ciudad, los caldos y la comida, aunque no hemos acertado siempre, como nos tenia mal acostumbrado Italia.
Auténtico autocontrol. Ganas de abalanzarme contra los comensales. Hay acciones que me descolocan, -gracias a Dios esto significa que puede haber una oportunidad de que sobreviva nuestro estilo de vida- chinos dejando en las bandejas, la carne recién salida de de los chuletones sangrantes y botellas de Chianti repletas encima de las mesas.

El bar que más nos ha gustado: la casa del vino, en Via dell´Ariento, cerca del mercado central. Pequeña antigua bodega, oculta trás los puestos de cuero y bufandas. Con buen tinto y ricos los tartufinos (pincho de trufa)
Aunque el que más encanto tenía era la tasca “el Cucciolo “ con tabernero con solera y saber estar.



El chuleton merece la pena probarlo. Muy bien hecho, aunque en Florencia son tan modestos que lo llaman “bistecca”. Nosotros lo degustamos en el caffé italiano (Via Isola delle Stinche 11). Muy buena opción. Aunque el resto de platos que probamos, nos defraudan por el escaso tamaño de la ración y el poco sabor. Vamos que la recomendación es clara: tinto, chuleta y ensalada. Es de los pocos restaurantes donde no nos cobran el cubierto:
        ¿Por qué no sumarán el precio a los platos? -. A más de una, de la buena compañía, le enerva.

Frase para el recuerdo, si te ofrecen agua en un restaurante: ¡Fare ruggine! 



Vistas desde la terraza del Hotel Villani-  tejados centrales y el tiempo aguanta.