Mañanas frescas, noches de
doble manta y gorro en la cama que dan para pensar mucho, aumentar los nervios
y hasta para desesperarse con todo lo que hay que hacer al día siguiente. Cubierto
hasta las orejas, no hay quien pegue ojo. La dicotomía de siempre: ruido o frío.
Atardeceres espectaculares. Lo
mejor de esta época del año. Podía ser peor, pienso mientras se mes escapa una
sonrisa mientras escribo. Siempre recordamos lo bueno. Memoria selectiva.
Las cosas que son de verdad
importantes: unas risas al final del día, en la babel internacional en la que
se convierte la cola del saturado comedor, en el que nadie se entiende al cien
por cien, pero que te haces comprender.
A pesar de que no te apetezca
y que vaya con el signo internacional de que quiero estar solo (comer con un
libro abierto), no hay forma de no participar, ya que los amigos Bereberes están
celebrando otro año más el Yennayer. Los deseos de un buen y próspero 2968. Más
amables, menos diferencias en el trato diario y en la cara. Una lástima que
haya caído en esta época. Demasiado contrario, poco sensible y con ganas de
terminar lo que debía estar acabado hace tiempo.
Da miedo como pasa de rápido.
Aunque vamos muy lentos, todo va muy rápido y no nos damos ni cuenta. Hay que
saber valorar y disfrutar de los buenos momentos, sobre todo en familia. Ahora -mirando atrás- que lejos quedan las
Navidades, con sus momentos de tristeza incluidos, pero arropado en casa. Y no te digo nada de donde queda, la mágica noche de sus Majestades los Reyes Magos de Oriente.
¡Que no nos falten!