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miércoles, 26 de abril de 2023

La cuadrilla camuflada en la Feria de Abril

¿A qué no vamos a la feria?  

Como un bilbaíno nunca rechaza una apuesta, sobre todo si el otro de la cuadrilla añade el “A que no hay huevos…” , lo que comenzó como un pequeño reto veraniego, termino en una gran fiesta, preparada con ilusión, trajes de volantes y más de una lección de sevillanas.

Gracias a la cordura que nos dan los años y la experiencia, supimos dosificar las energías y aplacar el lado oscuro que todos llevamos dentro y llegamos frescos para poder disfrutar.




Lo que más me llama la atención de estos días es la elegancia, la alegría y el colorido de Sevilla. Es una gozada ver a la gente arreglada por toda la ciudad y con ganas de fiesta.

Para camuflar a la cuadrilla, y parecer andaluces de pura cepa, llevamos todos los artilugios que pudimos desde Bilbao, que no fueron nada fácil de colocarlos, menos mal que Lorenzo Caprile se pasó por nuestra habitación para poder fijar la flor en la cabeza- y que la malagueña de adopción lleva un largo recorrido en el mundo del arte y de la feria.



Comenzamos la fiesta, luciendo la alegría y dando de sí los duros trajes, en la exhibición de enganches en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería, donde además de los espectaculares caballos, es muy curioso ver desde niños de diez años tirando de su carruaje, hasta  la ilusión de las quinceañeras en el centro de la plaza o el sueño cumplido de una octogenaria vestida de época en un impresionante tiro de lustrosos caballos. Toda una exhibición, con premio a la sombra del tendido, con la cervecita bien fresca, donde corría una gozada de brisa, viendo las caballerizas. Lo mejor del sol, la sombra.

 

En el real, coinciden muchas conversaciones en que la Feria ya no es lo que era; que ha cambiado.  Yo me esperaba más flamenco, y nos hace gracia, a los de Bilbao, lo de las invitaciones.  Aunque en alguna caseta familiar- la de Algodonales- aún mantienen la esencia y los anfitriones te hacen sentir especial, un invitado como en su casa.

Viva la fiesta. Koldo orgulloso con nuestro arte y salero, comentando a todo el que se acercaba, que solo llevaban un mes practicando el baile. Cuando terminó el cante, con ganas de más fiesta, ya que teníamos “el duende”, intentando regresar, llegamos hasta la Plaza de Cuba como auténticos profesionales "ya que el que ha llegado hasta allí,  ha pasado la prueba de fuego" y puede montarse en el taxi.

 

En cuanto a la gastronómica, además del jamoncito de la feria, que como dice alguna, primero te sacan un pata negra y al tercer plato está un poquito más duro, me quedo sin dudarlo con la cola de toro en el palacio Pinello, en el restaurante Laherre.  Un rabo de toro al vino tinto y menta, que quita el sentido. Es un lujo cenar en ese patio, aunque hay que andar con ojo, porque cierran la terraza a media noche, como la cenicienta. Igual fue eso lo que nos salvó y pudimos seguir disfrutando.

 

 

domingo, 16 de abril de 2023

Por los Castillos de la Ribera del Duero

 Siguiendo la estela de aquellos viajes por las bodegas de Rioja y de Burdeos, ahora nos toca la denominación de origen Rivera. Nos quedan más de noventa destinos en los alrededores.

 

Terroir - el terruño

Tomamos Roa de Duero, el corazón de la ribera, como campo base, siguiendo los pasos del Empecinado. A pesar de que es una de las poblaciones más importantes, no parece que ha sido bien tratada. Bueno, para decir verdad, nosotros dormimos a unos kilómetros, en un páramo rodeado de viñedos, donde campan a sus anchas los conejos y el silencio de la nada. Hasta los que en teoría regentan el hotel de la “Bodega Traslascuestas” en Mambrilla de Castrejón, nos abandonan a nuestras anchas. Un poco extraño, pero sabemos sacarle partido, rodeados de buenos caldos y en los maleteros viandas bilbaínas, ya que, aunque la gente lo haga, hay bastante respeto al tema del coche.

 

Entre Roa y Peñafiel el rio Duero – que nos lo esperábamos más caudaloso-  abandona Burgos y entra por la campiña en Valladolid.

 


La vista sobre el majestuoso castillo, puro postureo, que se levanta sobre Peñafiel, bien merece el esfuerzo de los que suben a pie. Muy recomendable, la visita y sobre todo la barata y amena cata del museo provincial del vino, en el patio sur – el lado soleado del castillo. En cuanto al pueblo, curioso ver las luceras que ventilan los kilómetros de bodegas subterráneas, el terreno tiene que ser como un queso de gruyer, aunque lo que más me llama la atención es la Plaza del Coso, donde se mantiene el “derecho de vistas” donde las familias heredan el derecho a disfrutar de los balcones durante los espectáculos taurinos realizados, aunque la casa sea de otro. 

Para conseguir llegar desde la “Bodega de Protos” – que para mí no sería mi primera elección-  a la Plaza del Coso, una odisea.  Nos topamos con la “XX edición de la concentración de Charangas de Villa de Peñafiel”, una locura para unos y para otras, una tentación, el ritmo de las comparsas.

 


Y siguiendo los caminos del Cid, la coqueta Peñaranda de Duero, muy bien cuidada, donde se respira historia por cada rincón y en la torre del castillo, las explicaciones son de primera, haciendonos casi unos expertos en poliorcética. Terminamos la experiencia enológica en Aranda de Duero, después de más de una quincena de vinos catados y sin postureos.

 

En cuanto a la recomendación gastronómica, sin dudarlo el “Restaurante Curioso”, quien busca encuentra, en la calle derecha al coso nº22.  Un local muy agradable y con una comida sorprendente. Nos quedamos con la “bolognesa de corzo con pasta fresca” y con el “guiso de callos, crestas y morro”. Una auténtica delicia.

 

Maravilloso , maravilloso.

 

 

miércoles, 12 de abril de 2023

Milan : moda más bien gastronómica

“Para llenar la mochila de los recuerdos, están estos días tan bonitos”.

Breve paréntesis en la vida para saltarse todas las recomendaciones y disfrutar de la familia. Alguno hasta llega a emocionarse, aunque sea en el estadio de San Siro. Una pena que no haya partido este fin de semana.

Una ciudad con mucho encanto, aunque me la esperaba más moderna, diferente, más sofisticada y sudando moda por las cuatro esquinas, pero me parece que, en Semana Santa, los Milaneses escapan.

Impresionante salir de la estación del metro, en la Piazza del Duomo y toparte de lleno con la catedral. Es espectacular y pasear por sus tejados, además de por las vistas, merece mucho la pena, poder ver los pequeños detalles de las esculturas, las agujas y poder apreciar más de cerca, la virgen dorada, que protege a todo Milán desde lo más alto.



En cuanto a la Galleria de Vittorio Emanuele II, una maravilla pasear por el centro comercial, que es el más bonito que he visto, imaginándote como lo construyeron, entremezclando la estructura de hierro y cristal. Por cierto, mejor verla de noche, que hay menos gente



Grandes pateadas por la ciudad, un presupuesto en transporte público y algún tranvía de hace más de cien años, pero al final vamos hasta Bergamo, que por cierto me lo esperaba mucho más pequeño y con menos gente pero en fin, merece la pena aunque sea a la carrera. Yo creo que el ascenso a la Ciudad Alta - porque la cola del funicular era impensable- debe contar, como otra subida al monte.

Terminamos “cayendo” en la parte baja de la ciudad donde Carlo, el gran aficionado al ciclismo que nos ofrece una de las grandes comidas del viaje. Ristourante Dal Carlo (Via S. Lazzaro, 8) siendo muy recomendable probar el plato típico -Casoncelli alla bergamasca - pero lo que está espectacular es el plato de “Gnocchi ai 4 formaggi in cialda di parmigiano e di nocciole”.

 

En Navigli pagamos la “turistada “de tomar un pote junto a los canales. En todos los bares hay ofertas de “apericena”, pero en nuestra terraza solo hay postureo y camareros que tienen pinta de que a la noche tienen pluriempleo. Curioso el ambiente de los canales y compensamos con la “Ostaria Delle Vigne”, donde disfrutamos tranquilamente de un buen osobuco y una gran Cotolleta.

 Otra parte muy interesante de la ciudad fue el paseo por el Castelo Sforzesco, que te lleva a la época medieval, hasta con su puente levadizo. Buenos momentos de disfrute y alguna que otra risa recordando que el tiramisú de nuestro restaurante – “La Rava e La Fava”- es un postre reconocido a nivel mundial. Si es que cada uno entiende lo que quiere y cualquier excusa es buena para tomar un postre.

Para la recomendación gastronómica, como habéis podido ver, si habéis llegado hasta aquí, difícil elección, ya que en el viaje hemos tenido muy buena fortuna -siguiendo las indicaciones precisas de auténticos milanenses- comiendo de maravilla.

La pizza en familia en la trattoria Rafaelo. Una gran comilona, por lo que casi no puedo dormir de todo lo que cenamos porque además de las pizzas, comenzamos por los fritos. Riquísimas las Fiori di zucca ripieni di ricotta e pepe.

Y como curiosidad y de muy buen nivel, la cena en la antigua granja “Cascina Cucaggna “ en Via Privata Cuccagna 2, con su “ravioli emiliani tondi alle cime di rapa con salsa di fave, fave e polvere di pomodoro” , los “tagliatelle all' uovo fatte in casa con ragù tradizionale bolognese” o el “stinco di agnello brasato alle spezie con kefir, cous cous integrale alie verdure e foglie dell'orto”. Y para rematar, y tapar el ultimo hueco: cannolo siciliano al pistacchio.



Nos va a costar digerir todo el viaje.

domingo, 2 de abril de 2023

Polonia Resistencia a la primavera

Al tener la suerte de viajar por carreteras secundarias, entre Ostrołęka y Plock, me cambia la percepción del país. Es la primera vez que lo hago de día, poco más de ciento cincuenta kilómetros, que tardamos casi tres horas en recorrerlos.

Polonia tiene que ser preciosa en otoño. A pesar de que el calendario diga que estamos en primavera, se resiste, aún está bastante gris, por no decir blanca. Sensaciones extrañas, hasta la nieve cuaja. Pequeñas poblaciones dispersas. Caminos como de otra época y poco señalizados. En un par de ocasiones, el taxi tiene que volver sobre sus pasos, al llegar a puntos sin salida. No me imaginaba que fuera tan llano y con tanto bosque.

Pero hay otra realidad y la tienen presente.  Los cazas sobrevolando la obra, es lo único que hace callar a los inmensos cuervos negros encapuchados, que están por todas partes. Según comentan, están entrenando a otros soldados, para no tener que defenderse. Tienen todo muy presente. Los bultos, cuando se quitan las prendas de abrigo, indican que están preparados. No niego que me da un poco de respeto, ver en el bufet del desayuno que más de uno bajan con el hierro sin disimulo.


Visitar el nuevo Muzeum Żołnierzy Wyklętych de Ostraleka , -el de los Soldados Malditos-, no es tan fácil como presupongo.  Soy el único visitante, y me cuesta hacerme entender, para que me vendan una entrada en la taquilla. Hasta dudo de que esté abierto, pero al final, un amable historiador - de jersey de lana y mirada despistada- aparece con las llaves y me pregunta en un buen inglés, de donde soy y si sé lo que voy a ver. Ante mi respuesta:  un museo, prefiere, por el mismo ridículo precio, darme un pequeño repaso de historia de Polonia, entre la poderosa Alemania y la inmensa Unión Soviética. Pero, me va a dejar solo, por lo que me da instrucciones claras, de cómo moverme por las distintas plantas.Conecta los sistemas, está todo muy informatizado, y me deja que disfrute a mis anchas, ante la historia. 

El que el museo esté integrado en la cárcel de principios del siglo XX, ayuda a centrarte. Se ha mantenido el piso inferior, celdas con mirillas, rejas, el pequeño y muy protegido patio de los presos -con un sencillo banco en el centro-, y un tétrico archivo. No me gustaría estar sentado delante de esa mesa. Muy bien invertidos los 10 PLN.



Como curiosidad, - la “forma” utilizada para desmantelar el ejército en 1945: la última orden del General de Brigada. La resistencia polaca, según cuenta el museo, estaba organizada por el servicio secreto, ya que no se fiaban, existiendo evidencia de la instrucción para que cada soldado sea su propio comandante, sin rangos.  La última emboscada de los "soldados malditos" fue en el año sesenta y tres. Pudieron sabotear campos de concentración y prisiones como la que visito en el museo.

En cuanto al Muzeum Mazowieckie de Plock, impresionante la fuerza de las esculturas de Boleslaw Biegas, algunas del mal y de la muerte, dan miedo. 



Pero siempre hay buenos momentos. Situación, salida del museo, problemas de comunicación. Solo se decir gracias –“llekulle”-  y lo demás, lo dejo a la mímica. Algo sencillo: Dame mi chamarra – señalándola, que me quiero ir a comer, gesto fácil e internacional, llevándome los dedos juntos a la boca, no recibe la respuesta esperada. Me pide la entrada al museo, me habla, no le entiendo. Silencio, nos miramos. Está claro para ella que no me puedo ir. Yo que a comer y ella que no. Al final, sale y me acompaña a otra puerta y no es la salida. No puedo escaparme sin recorrer las dos alas, con cuatro pisos por edificio. He sacado la entrada para el museo de historia y el de arte. Error, hay que verlo, ya que me están esperando en la puerta de cada sala.

En cuanto la recomendación gastronómica, las sopas. Son unos artistas, aunque tengas que dejar parte del segundo plato, no te saltes las sopas. Son exquisitas.