Siguiendo la estela de aquellos viajes por las bodegas de Rioja y de Burdeos, ahora nos toca la denominación de origen Rivera. Nos quedan más de noventa destinos en los alrededores.
Terroir - el terruño |
Tomamos
Roa de Duero, el corazón de la ribera, como campo base, siguiendo los pasos del
Empecinado. A pesar de que es una de las poblaciones más importantes, no parece
que ha sido bien tratada. Bueno, para decir verdad, nosotros dormimos a unos kilómetros,
en un páramo rodeado de viñedos, donde campan a sus anchas los conejos y el
silencio de la nada. Hasta los que en teoría regentan el hotel de la “Bodega Traslascuestas”
en Mambrilla de Castrejón, nos abandonan a nuestras anchas. Un poco extraño, pero sabemos
sacarle partido, rodeados de buenos caldos y en los maleteros viandas bilbaínas,
ya que, aunque la gente lo haga, hay bastante respeto al tema del coche.
Entre
Roa y Peñafiel el rio Duero – que nos lo esperábamos más caudaloso- abandona Burgos y entra por la campiña en
Valladolid.
La
vista sobre el majestuoso castillo, puro postureo, que se levanta sobre Peñafiel,
bien merece el esfuerzo de los que suben a pie. Muy recomendable, la visita y
sobre todo la barata y amena cata del museo provincial del vino, en el patio
sur – el lado soleado del castillo. En cuanto al pueblo, curioso ver las
luceras que ventilan los kilómetros de bodegas subterráneas, el terreno tiene
que ser como un queso de gruyer, aunque lo que más me llama la atención es la
Plaza del Coso, donde se mantiene el “derecho de vistas” donde las familias
heredan el derecho a disfrutar de los balcones durante los espectáculos taurinos
realizados, aunque la casa sea de otro.
Para
conseguir llegar desde la “Bodega de Protos” – que para mí no sería mi primera elección-
a la Plaza del Coso, una odisea. Nos topamos con la “XX edición de la concentración
de Charangas de Villa de Peñafiel”, una locura para unos y para otras, una tentación,
el ritmo de las comparsas.
Y
siguiendo los caminos del Cid, la coqueta Peñaranda de Duero, muy bien cuidada,
donde se respira historia por cada rincón y en la torre del castillo, las
explicaciones son de primera, haciendonos casi unos expertos en poliorcética. Terminamos
la experiencia enológica en Aranda de Duero, después de más de una quincena de
vinos catados y sin postureos.
En
cuanto a la recomendación gastronómica, sin dudarlo el “Restaurante Curioso”, quien
busca encuentra, en la calle derecha al coso nº22. Un local muy agradable y con una comida
sorprendente. Nos quedamos con la “bolognesa de corzo con pasta fresca” y con
el “guiso de callos, crestas y morro”. Una auténtica delicia.
Maravilloso
, maravilloso.
Maravilloso, maravilloso
ResponderEliminarPedro Calderón de la Barca
ResponderEliminar(1600-1631)
Vaya este trago contra sus estragos,
que, en efecto, esta vida todo es tragos, y a un caminante nunca estorba el vino
que es cosa que se bebe de camino.