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sábado, 20 de julio de 2013

De Bilbao a Volgogrado

¿Cuántas veces hemos hablado de lo que puede dar de sí un día?
Amanecer en Bilbao, comer en Paris, merendar en Moscú y llegar de madrugada a Volgogrado…!
Pero en solitario, todo es distinto.
Sin contar con los pequeños detalles…Por ejemplo, las explicaciones para indicar en Moscú que no me ha llegado la maleta. Tras mucho gesto por mi parte y poco apoyo por parte de la chica de la ventanilla de reclamaciones - solo me entrega un formulario ininteligible-, entiendo que tengo que ir al pasillo rojo de la aduana a declarar, lo que en teoría tenía en esa maleta.
Un militar amable- aunque inmutable en su expresión de ruso de película americana-, me da otro formulario está vez en Inglés y me empieza a señalar la ropa que lleva puesta y el formulario, primero uno y luego otro. Es claro-por lo menos para él- lo que me quiere decir:
-Que apunte en la lista, las cosas que llevaba en la maleta y que le ponga un precio.
Al final, tras pasar los controles oportunos y con muy pocas esperanzas de recuperar mis pertenecías, llegué a Volgogrado a las tantas de la mañana.

Desde mi ultima visita, la ciudad está totalmente cambiada. El buen tiempo hace que la gente este en la calle, paseando, en bici y patinando…Hay que tener cuidado con las chicas, está claro que no han aprendido el tema del frenado.


 Las bodas están por todos los jardines. Es un día en el que los novios se dejan guiar por los profesionales, pero algún que otro fotógrafo, parece que más que trabajando se dedica a reírse de los recién casados.
 
Novios -espontanea y relajadamente- retozando en un jardín.

Recomendación gastronómica,
Me quedo con la velada romántica en el Restaurante Lurrina (Barrencalle Barrena, 16) en pleno casco viejo. El mejor sitio para comer en Bilbao y recien inagurado.
En Volgogrado, está vez he conseguido hacerme entender en el Bamberg (calle soviética /ул. Советская 20) y nos pusieron el codillo -y parte del brazo ( 1kg de carne)- que estaba espectacular.