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lunes, 29 de julio de 2019

Extasis en Pirineos

Subida a Larrun desde Sara, volver a las experiencias del pasado. Una bonita subida con llegada a una cima concurrida y edificada.
Al ser gente de barra, encontramos nuestro sitio. Vacío , fresquito y en buena compañía con los hermanos Navarros, en la Venta "Udako Etxea"


La perfección en Ainhoa. Un hotel con encanto y con un restaurante de lujo. Rozando la perfección.
Argi Eder




En la zona del Baztan, disfrutamos como enanos buscando los restos megalíticos, emulando al bueno de Plinio, que hace 2000 años ya se interesaba por ellos en estas mismas montañas.

A la mayoría de ellos hay que ponerles imaginación, porque son cúmulos con helechos encima. Menos mal que los monumentos están identificados con una señal, para no pasárnoslos de largo. 




Saliendo desde el collado de Otsondo, bonitas y fáciles excursiones. Haciendo cimas que siempre motiva e ilusiona.  Muy bonitas vistas, con montes sobre las nubes. Como curiosidad el Antsestegi tiene el buzón -en forma de hacha- con el nombre mal indicado. Nadie es perfecto y es que hace veinte años tampoco había tanto GPS ni tanta maquinita.



A la tarde repitiendo, como "gorilas en la niebla", conseguimos con ayuda de la tecnología, -para que os hagáis una idea de la pobre visibilidad-  encontrar los inmensos túneles excavados bajo la cima del Lizartzu.
Estás construcciones forman parte de la línea defensiva del Pirineo de la segunda Guerra Mundial. Es curioso ver, que lo que antes era importante defender, ahora ha quedado abandonado dejando como testigos los numerosos bunkers y almacenes repartidos por todos los cordales con pasos fronterizos. Ahora los temores están en otras fronteras y en otros mares.

Mantenemos tradiciones. Si no recuerdo mal, creo que fue en el 2014. Así que después de cinco años se puede decir que ya están arraigados los lugares de culto gastronómico en nuestra familia. La cena en el asador Ordoki en Arizkun y la comida en Amaiur. Aunque el bueno de Felipe con sus magníficos talos solo recuerde a la rubia.
Yo como siempre, camuflado. Si es que paso desapercibido en cualquier ambiente.

Buenos días, para el recuerdo. En buena compañía, gracias a la excusa del reencuentro en el campamento. 



viernes, 19 de julio de 2019

Sudores en los aeropuertos



Este viaje, no se me olvidara tan pronto.

Llegar fue una carrera, retrasos en Bilbao, enlaces cortos en Franckfurt, controles y más carreras de fondo por los aeropuertos, pero al final, otra vez lo conseguí y aunque sudoroso – a chorros como fuente de manantial- llegue a mi destino de Argel, aterrizando por primera vez en la nueva terminal del aeropuerto internacional. Es otra forma de entrar en el país: Gran Cambio.

Tras una noche muy corta, vuelta a la realidad, a la terminal de vuelos nacionales. Es lo que tiene, el cambio se hace poco a poco y controlado. A la llegada a Adrar más cambios, debido a los piquetes informativos que cortan el acceso:  otro vuelo adicional para sobrepasarlo. Un bimotor pequeño, similar a los bolivianos ¡Que recuerdos!


Antes del despegue un reto, ahora lo llamarían una prueba de estrés: el avión en pista, al sol y sin aire.  Los veinte asientos ocupados, todos dentro, yo en la puerta – abierta, menos mal- esperando autorización o que el aparato se refresque. Distintas versiones pero la realidad es que no despegamos. Al final se monta uno en el asiento auxiliar con chaleco de la compañía. Pienso para mí que es bastante raro, esperando que no sea el mecánico. Diez minutos interminables, hasta que comienza el aire y cierran puertas.

Durante el vuelo, algún que otro “brinco” por las diferencias de temperatura, el copiloto sacando fotos a todo lo que ve durante el vuelo, muy normal no es, pero lo que más me sorprende, es cuando el copiloto se gira y me mira. Raro, raro. 
Se gira más, hasta que ve al que se ha montado el último. Me lo temía ¡Son nuevos!
Entre señas y gestos, porque por los auriculares no se entienden, le pide que le confirme que cual es la pista. Se suelta el cinturón. Se acerca, comprueba y le comienza a señalar al piloto. 
Al final se centran al ver el camión de bomberos. 
Es lo que tiene no fiarse mucho de la geolocalización, no sea que aterrices donde no debes.   Un aterrizaje movido.
Una gran alegría cuando abren la puerta, y no soy el único. 
 ¡Que sudores! Alguno incluso frío. 
Bajo empapado, aunque no sé si solo es por la temperatura. Otra experiencia, para contar a los nietos.




Unas notas desde el horno de Sahara , cuando el sol está a su mayor altura  50ºC y yo estoy recién duchado tras levantarme de la siesta. Como siempre, en todo,  hay noticias buenas:
  • En este desierto, no hay humedad por lo que la sensación térmica es muy soportable, mientras no te incidan los rayos directamente o se te olviden lo guantes antes de tocar alguna que otra superficie.
  • La comida: Aunque parezca mentira, el potaje de alubias, la sopa, lentejas, el cuscús con cordero, están dentro del menú refrescante del verano, e incluso a los más fuertes y valientes se les da la tarea de mantener la tradición de la parrilla de los jueves. Unos héroes.
















domingo, 14 de julio de 2019

Castellón : Actividades de riesgo en familia...


Coche prestado, el nuestro ha dicho adiós.  Asientos de cuero y cintas de casete, con música de los ochenta. Ventanas bajada por la autopista, coreando: "Vamos a engañarnos y dime mi cielo, que esto va a durar siempre". Risas con el radiocasete, preguntas sobre su uso. No se comprende lo de buscar la canción deseada a golpe de impulso, sobre todo si está en la cara B. Alguno se equivoca, creyendo que está diseñado para dejar el ticket de la autopista. 

Una bonita etapa de la vida. Ojalá no se pierda y algo quede. Una gozada.
Seguimos con el riesgo:  Además de elegir los restaurantes - donde se come mucho y bien- en Benicassim nos invitan al Aquarama... 
Mi primera experiencia de parque acuático me deja maravillado. 
!Que bien está todo organizado! 
Mi imagen de largas y sudorosas colas, con más contacto físico que el deseado, que me tiraba para atrás, no está presente. Todo muy limpio, muy atentos y profesionales los chicos que están trabajando.
Los mismos sobresaltos que en un parque de atracciones, divertido, aunque creo que he llegado un poco tarde. Muchas risas por parte de la compañía al verme salir del agua medio aturdido, con el susto en el cuerpo y comprobando si las posaderas han cambiado de color después de un par de botes por los toboganes."El salto del diablo", el tobogán de 30 metros. Gasto extra de adrenalina
Por poner alguna pega, los mejores gofres del mundo, con extra de chocolate, piden bastante agua. 


En cuanto a las comidas, nos vuelve a sorprender el cambio de cocina del Italiano  di Filippo, las pizzas riquísimas pero me quedo con la sorprendente experiencia de los tallarines con bogavante. Aunque lo más correcto sería decir:  el bogavante con tallarines. 

Paella Valenciana, un lujo al alcance

En cuanto a los arroces: El restaurante La Llar, nos vuelve a conquistar. Hay que encargar con tiempo suficiente, pero son un éxito asegurado. Este año hemos probado: La Paella valenciana y la Paella del "señoret" que es con el marisco pelado. Un lujo. Esperando que llegue el próximo verano.






Vistas desde el Torreón - Los primeros de la familia en subir