Domingo. Están todos pegados a los televisores, pero está vez no es futbol. Cuatro trabajadores – el que parece que está al mando, el de la recepción, de vigilancia y de limpieza- , están pegados tras el mostrador viendo ensimismados en las pantallas. Cualquier frase puede cambiarlo todo. Vamos por todo.
Pregunto tímidamente si está abierto y se puede visitar, y con un “Che, por supuesto”. Con mi llegada inoportuna al museo, según me dicen, hoy comienza una nueva era en Argentina. Javier Milei está asumiendo la presidencia. Me despachan rápido indicando con la mano, para que visite la impresionante Mansioón Stoppel, donde se encuentra el Museo de Carlos Alonso. Todo para mi solo.
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Regresamos en momentos cruciales para la nación, y eso se palpa
en el ambiente. Calles vacías, sin coches, ni personas. Se escucha el agua
pasando por las acequias que inundan la ciudad. Será del deshielo, porque aquí
no llueve.
Lo que se respira es que la gente quiere cambiar y que
vuelva a ser la nación orgullosa que era. El primer país independiente,
liberado en 1810 por el libertador de San Martin. Ahora deben volver a serlo.
No hablan mal de nadie, o de todos, solo quieren que cambie y que comiencen a
levantarse, sabiendo que primero va a tocarles pasarlas moradas. Cuentan con
que las reservas en moneda extranjera, les sea suficiente. Los sueldos la
mitad, los precios por las nubes para unos y para nosotros, por los suelos.
Es imposible. Carne de primera y raciones bestiales, a precio de ganga. A pesar de que han doblado el precio de la comida, el cambio de divisa ha sido superior, por lo que más de un kilo de chuletón – que aquí le llaman Ojo de bife con hueso ($4790), lo han doblado y ahora nos cuesta $9350 – vamos que antes era regalado porque salía a 13€ euros y ahora aún más, no llega a los 10€.
Sin contar que, en uno de ellos, al pedir calentar un
poco la carne, porque no hay quien se lo coma de una sentada, cuando vuelven a traérnosla,
gran sorpresa. Hay una ración mayor a la inicial. Al reclamar que eso no era,
que era mucho, se encoge de hombros la camarera, diciendo que el cocinero nos
lo habrá dado de propina. Casi nos da algo. Las risas vienen después, cuando
los inexpertos camareros regresan, literalmente a quitarnos la tabla, porque
era de otra comanda.
En cuanto a la recomendación gastronómica, sigo con el mismo
restaurante y el mismo plato. El restaurante, el Asadito (Avenida Sarmiento 755),
y el corte : Ojo de bife con hueso .
Va a ser muy duro, pero espero que lo consigan. Es una
preciosidad y un inmenso país.
Nota- A mitad del viaje, trás las medidas del gobierno, el peso
argentino sufre derrumbe histórico de más del 54 %. Ya no hay precios en las
tiendas y el dinero cambiado, a la mitad. Menos mal que lo habíamos fundido casi
todo en asados… Los temores, se han cumplido.