Cumpliéndose la previsión del tiempo que aparecía en internet antes de la salida, el clima es un poco veleta, -la temperatura pasa de +20ªC a -5ºC en un par de días y otra vez a positivo-, lo que dificulta bastante la realización del equipaje, sobre todo volando con una única maleta de cabina.
El blanco de mi última visita, cambia a una sorprendente paleta cromática de grises, que día a día se acerca más al verde.
Se puede decir que la primavera ha llegado y con ello toda las campañas de prevención, para estar preparados ante posibles indeseados encuentros con osos, coyotes, alces y demás fauna.
En cada uno de los recorridos para llegar al trabajo – un poco más de 200 km diarios- pongo todos mis sentidos esperando tener la suerte de vislumbrar la vida salvaje. Pegado a la ventanilla, lo único que veo son grandes rapaces, en vuelos tranquilos en la lejanía y un par de ciervos de cola blanca, saliendo del típico bosque boreal, en los cuales parece que no pueden entrar más abetos, pinos y álamos, -de lo apiñados que están- luchando por llegar lo más alto posible.
Como curiosidad gastronómica, he probado la carne de bisonte. Muy tierna, jugosa -para lo poca grasa que tenía- y algo dulce. En casi todos los restaurantes ( BBQ & BAR) tienen hamburguesas de bisonte (bison burguer). Para mí, los precios son desorbitados: siempre hay que tener a mano una buena tarjeta.