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martes, 5 de abril de 2016

Argelia una de esperanza


Ni un alma, ni siquiera un pájaro. Nada más vacío que una puesta de sol en mitad del desierto. Es mi momento favorito. Todo es posible y descansas. Un mar de arena que se extiende hasta donde te llega la vista y en todas las direcciones.  Pero todo se termina y mañana – in salah- regresamos a la civilización.

¡Por fin! En el viaje de regreso, me he dado cuenta de que ha llegado la carretera, ahora la mayoría del tramo – siempre que nos lo autoricen- se realizará sin moler mi espalda en cada bote. (Aquí no hay baches, es todo uno). Gran alegría.


Al llegar al aeropuerto, las sonrisas se han terminado y ha comenzado la espera, los retrasos… Además con los vientos que están soplando estos días, al ver el avión de hélice no me ha dado mucha sensación de seguridad, pero por lo menos el piloto era viejo y barrigudo. Y eso sí, que siempre me da una sensación de tranquilidad. Manías que tiene uno.

Como el día era de esperas, también me ha tocado esperar y esperar a que salgan las maletas. No la mía. Siempre intento viajar con equipaje de mano. Pero por lo menos escribo estas líneas.

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