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martes, 13 de junio de 2023

Singapur ¿Cuántos países entran dentro de una ciudad?

Dura semana, a la carrera y tras la reunión de los resultados, me quedo después del desgaste de adrenalina con las pilas al mínimo, pero no puedo dejar escapar la oferta turística, con una guía de primera empadronada desde hace más de una década en Singapur.

 

Me recoge en el hotel. El calor con la humedad a media tarde es aplastante, aquí el coche es un lujo superfluo, funcionan de maravilla el transporte colectivo. Asi que comenzamos la escapada conociendo los distintos tipos de transporte. El autobús, con aire acondicionado,  funciona muy bien de Orchard destino a Chinatown,  y como me deja una tarjeta de transporte local, ni idea de los precios, pero por lo que entiendo, es de las pocas cosas que hay baratas en este país y de muy buen nivel. 

 


La primera parada es en Little India, puestos con teles, personas riendo mientras ven lo que me imagino que es la telenovela del momento y alegría por la vida. La explosión de color en el Sri Mariamman Temple, monumento nacional de hace un par de siglos, parece que no le pueden entrar más colores. Curioso el rito que están realizando en el interior. Ni idea pero rebosa felicidad.  Dan ganas de visitar la India.

 

En un par de calles, paseando y sin necesidad de pasaporte, se ve que hemos cambiado de nación. Nada más llegar al barrio chino, me doy cuenta de que no se parece a lo que tenia en mente. Por lo menos, no me llevan por callejones, tiendas de falsificaciones, ni se ven los restos de comida tirados por todas partes. Son edificios coloniales, bien mantenidos pintados con llamativos colores y todo extremadamente limpio.



 Rodeados de moles de apartamentos, junto a plazas donde se vive: mayores bailando rítmicamente, otros ejercitando la mente ante tableros de damas chinas, y algunos ojos cansados mirando cansinos a los pocos turistas, bajo el sol de justicia, disparando con sus teléfonos moviles. Pero hasta que no entro en uno de los grandes almacenes, en los que se vende de todo, no consigo recordar los aromas de aquellos años pasados en China, con los puestos de comida, hacienda cola por las más variopintas delicatesen que en otras realidades acabarían seguro en la basura. Curioso el restaurante que tiene su nombre en perfecto chino y debajo: “The Yellow Chair Restaurant”. Está claro que no pueden quitar las sillas de plástico amarillas y que es la forma fácil para poder quedar en algún bar, porque es el que está lleno.

No puedo dejar sin escribir en esta entrada que me enseñan el local más barato del mundo que consiguió durante tres años una estrella Michelin, pero que ahora está en decadencia. Si vuelvo, me gustaría probarlo. “Liao Fan Hawker Chan”.

 

En cuanto al tercer destino, el barrio árabe en metro, muy limpio, rápido y organizado. Como curiosidad los mensajes continuos en tres idiomas, las máquinas para secar los paraguas en las entradas de las estaciones y los carteles de las prohibiciones fumar, comer, beber… y meter·”durianes”, la fruta del olor insoportable.

 

Nada más ver la mezquita, con su cúpula dorada, un ruido ensordecedor, dos F-16 a la velocidad del rayo, persiguiéndose a poca altura, rompen la paz del turista.

¡Que susto! Pero, qué hacen dos cazas de combate sobrevolando los cielos de Singapur- Mi cara lo dice todo, me traslado a Polonia donde estaban entrenando al ejército ucraniano. Me tranquiliza Victoria, diciéndome que están ensayando para la celebración del día la independencia de Malasia, en 1965, y que lo hacen los sábados de junio y julio al atardecer, ya que la fiesta es en agosto. Se lo toman con mucha anticipación, se nota que tienen dinero suficiente para rellenar el depósito de combustible.

 

En este barrio, vuelta a cambiar de idioma y de costumbres. Hombres, por un lado, entrando al toque de oración, alguna mala cara al estar dentro de los terrenos de la mezquita los dos infieles, pero no llegan a decirnos nada. Salimos a unas calles, con la misma estructura colonial en la que cambia los nombres y olores. Aquí ya sonríen un poco más, los hombres porque a alguna mujer solo se le ven los ojos. No me acostumbro.

 


El calor, aunque va bajando con las horas, sigue siendo importante. Hay que hidratarse, así que este no es el mejor barrio, por lo que cambiamos un par de calles donde está la juventud tomando cañas, dándose prisa antes de que se termine la happy hour, hay que adaptarse a todo.  Los precios son altos.

La experiencia turística de diez. Una gran guía. Gracias Victoria.

 

 

La recomendación gastronómica, para nuestros bolsillos el japonés: el Fire Ramen & Izakaya by Menbaka , en 176 Orchard Rd, #01-53 / 54 / 55 / 56 The Centrepoint Food Street. Se llama así, no porque sea una sopa picante, que también, sino porque si no andas con cuidado te quedas sin flequillo, a la hora de preparártela. 



 

Aunque la recomendación es, sin dudarlo, en la isla de Sentosa. Una bonita experiencia en el Sofitel Luxury Hotel, donde los millonarios deben campar a sus anchas. Antes de la comida, hasta los pececillos te hagan la pedicura. 




Un espectacular bufet con “free flowing champagne”, y las “estaciones” de Bloody Marys, de Gintonics, todo bien organizadito.

Menos mal que luego puedo pasear por la playa y tumbarme a recuperar fuerzas, en uno de sus maravillosos jardines antes de tomar el avión de regreso para casa.

 

 

 

 

 

7 comentarios:

  1. veo q sacas tiempo para cuidarte brthr!

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  2. Hi Angel, un poco demasiado para poco tiempo, es difícil disfrutar de lo importante, bueno al final llegamos al Nirvana y a soñar a la playa

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