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viernes, 16 de agosto de 2019

Cambiaras de molinero pero no de ladrón



La visita anual por Cantabria nos lleva a conocer el parque natural de las marismas de Santoña.
Concretamente al molino de mareas de Santa Olaja, reconstruido hace más de quince años, respetando su estructura original, para tener una idea de cómo se hacía en el siglo XVII. Después de la baja mar, comienza el ruido constante, al abrir las compuertas , usando la fuerza del mar estancado para mover las grandes ruedas del molino.




Interesante el hincapié sobre lo picaros que eran los molineros....Sacándose un sobre sueldo en la molienda y disfrutando de los placeres mundanos mientras se esperaba a que el grano se convirtiese en harina. 

Según cuenta, hasta el molino llegaban los barcos con la pleamar, para facilitar el transporte de carga entre los puertos de la zona. 

Una zona preciosa recuperada ya que según cuenta la guía, sobrina del último molinero, al dejarse de utiliza el embalse se convirtió en un vertedero hasta unirse el molino con la montaña.

En cuanto a la comida, disfruto de mi primer cachopo en el restaurante "El embrujo " en El Barrio de la Maza , en Meruelo. A pesar del gigantesco tamaño, conseguimos dejar los platos vacíos, saliendo contentos y tarareando la mítica canción de Rosendo: ¡Prometo estarte agradecido!

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