Aunque no nos crean del todo, ya que casi siempre hay alguno que suelta
la risotada incrédula o el comentario inoportuno, las personas que nos mareamos
hasta en el metro, existimos.
En la escapada pirenaica a “Le Lac de Gaube”, gracias al campeón que
estaba organizando, he podido descubrir que también me mareo en los telesillas.
En su perfecto francés, nos dice que van a parar en breve. Le entendemos, pero
como nos hace señas para que nos montemos… pues ahí que nos subimos. Suponiendo
que nuestro nivel del idioma de los vecinos, no es tan bueno y que acaban de
comenzar a funcionar a las nueve de la mañana, damos por supuesto que nos habrá
intentado decir otra cosa.
¡Será canalla!
Toca mantenimiento. Nos ha dejado montar, para pararnos al de treinta
segundos, dejándonos con las piernas colgando, risitas histéricas diciendo lo
que nos relaja ir al monte. Y para
colmo, a medida que pasa el tiempo, el mareo que va en aumento.
Otro medio de transporte, que intentare evitar, a pesar, que hay que
reconocer, que es una maravilla, pillarlo a primera hora y estar solos subiendo
por este valle. En el monte, buenas sensaciones. Lástima de climatología. Para
la próxima vez, atacaremos cumbre. Estaban avituallando el refugio de Oulettes
de Gaube, así que nos tocó escuchar al helicóptero, -como mosquito nocturno-
por encima de nuestras cabezas.
Al regreso, con gente, nos damos cuenta, que podremos seguir subiendo a
ver el lago hasta pasados los 80. Es más fácil que callejear por Lourdes. Algún
año lo conseguiremos.
Siguiendo la
recomendación de la familia, nos lanzamos a la Creperie Du Moulleau,( 8 rue de
Belfort) ricas y bien servidas. Así que repetimos cenas y todas buenas.
Pasando la
frontera, en Arizkun, recordando buenos momentos y saboreando el talo de Felipe
en el molino de Amaiur, en buena compañía. Por cierto, los del camino de Santiago,
se han pasado con la señalización y hay zonas que el bosque está tan pintado,
que como dice Bego parece el Bosque de Oma.
Pedazo mosquito!
ResponderEliminar