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martes, 18 de octubre de 2016

Pleine lune, Argel


Algún día, alguien me tiene que explicar en donde radica el poder relajante de la ducha. Esa máquina que se traga el tiempo. El chorro golpeándote la toñeja, me resulta tan reconfortante como esa media hora de más de sueño robado, a la pertinaz alarma que no se cansa de intentar inútilmente despertarme. Pasan los minutos, y aquí no hay nadie que me grite: 
Eh, despierta! Que te has dormido.



Al salir de mi cabina, sigue de noche. No es de día. Busco la luna de la noche anterior, lo rápido que ha pasado de izquierda a derecha, cruzando todo el campamento. Siempre he pensado que la Luna está más cerca de lo que parece.  Pero ahí, sí. En mitad de la calle cubierta de aren, hay alguien que se da cuenta:
- Pleine lune. -Me grita el vigilante.
Solo me queda mirarle, sonrisa forzada y comenzar a andar para no volver a llegar tarde al 4x4 que me está esperando.

Siempre prisas, no sé muy bien la razón. Somos conscientes del ritual de espera de nuestra escolta al aeropuerto. Esta vez, el retraso con el horario previsto de llegada Argel solo es de una hora, pero por culpa de las nuevas tecnologías y sus gadgets de seguimiento de vuelos en tiempo real, tengo varias llamadas pérdidas. Es un alivio saber que tienes en alerta a tanta gente, aunque prefiero no saber en que estarían pensando cuando había desaparecido mi vuelo de la pantalla de monitoreo y al mismo tiempo, yo no contestaba al teléfono.

Por culpa del caos en el aparcamiento oficial, nuestro coche esta bloqueado. Otros dos han dejado el vehículo donde han querido. Tras intentar forzar las puertas y ventanillas, haciendo saltar las alarmas y no venir nadie. Patadas y más patadas por parte de mi chofer. No consigue nada, pero parece que le relaja. Nadie se inmuta. Yo intentando pasar desapercibido. Perfil bajo; saco mi libro como si no fuera conmigo. Tras más de cincuenta largos minutos, más patadas que en un partido de futbol y varias llamadas por megafonía, aparece un tipo relajado, como si tampoco fuera con él, pero saca unas llaves. Se cruzan las miradas pero no intercambian palabra. Que culturas tan distintas. Me esperaba una reacción más violenta.



                  


No consigo llegar a tiempo para darme un homenaje culinario, así que está vez, no hay recomendación gastronómica.

Ahora tengo que dejar todo listo para mañana. Cuando al día siguiente tengo que madrugar, soy de los que antes de acostarme, elijo la ropa que me voy a poner, la dejo preparada fuera de la maleta, desde la camisa hasta los calcetines. Todo, para aprovechar al máximo los minutos en la cama.


            





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