¡Vive! No todos pueden decir lo mismo. Disfrutando
de la Pascua y del primer mes en casa, aunque sean cuatro semanas de cuarentena.
Día de la patria para unos y de reivindicaciones para otros, pero todos en
casa. Algunos más, algunos menos.
En la calle, la falta de circulación, de
movimiento, de vida, hace que se
escuchen sonidos antes inimaginables en Bilbao: el resonar de la apertura de una
lata de cerveza desde un tejado, una ventana que se abre o un saludo de balcón a
balcón, mientras te desplazas con prisa,
para hacer la compra. Como siempre, lo mejor, ir de frente, repitiéndote que no
estás haciendo nada malo:
Ya que las pequeñas tiendas abren, será
por algo.- El último empujón, mientras bajo las escaleras del portal.
En la calle, intentando saludar a todos los policías
que me encuentro en mí camino. La sonrisa mientras tiro del carro de la compra,
el mejor salvoconducto.
Nos han hecho la Pascua. Sensaciones extrañas, como
si estuvieras haciendo algo que no se puede, prohibido. La ilusión de llevar el
periódico y algo más. Sobre todo eso.
Algunos más, algunos menos. Gente con prisa, protegida
como si estuviera en un quirófano, con sus mascarillas, guantes y pantallas
faciales. Cambiándose de acera, para no coincidir contigo. Se les está yendo la
pinza.
En el otro bando, los que ya no aguantan más, los
que te buscan, intentando salir de la soledad y encontrar algo de calma. Seguro que si has
salido, sabes de quien te hablo, los que se acercan a preguntarte por la última
noticia, lo que sea, mientras se espera
en la cola de la frutería y se despiden con un golpe en el hombro como si la
edad y el haber vivido tiempos peores, fuera su mejor coraza.
En cuanto a las comidas, seguimos mejorando. La recomendación
desde la última entrada seria la menestra de verduras, a la antigua usanza siguiendo recetas de la
cocina de la Nicolasa. Libros de cocina
de la Jesusa, olvidados porque para los tiempos actuales son imposibles, aunque
ahora todo es posible. Algunos más, algunos menos.
Los postres, nos los jugamos, la diosa fortuna decide quien tendrá remordimientos. Sacando la bolsa de dados, como en las
meriendas de antaño, en las que Aita se
inventaba lo que fuera para pasar las tardes lluviosas de los domingos, en el
comedor del octavo. A algunos les han hecho la Pascua. Algunos comen más, algunos menos.
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