Volviendo
del invierno de Biarritz hacia el clima cálido del mediterráneo de Benicàssim,
un paseo por la ciudad de mis sueños de juventud. Claro que existe Teruel, y
está bien arraigado en mi memoria. Una época – hace casi 20 años- de duros
horarios de trabajo y de fiestas con los días cambiados. Conviviendo con dos
aragoneses, los famosos Luigi y Pololo, compartiendo lo que se tenía,
aprendiendo a sobreponerse a las adversidades económicas y sociales. Viendo
nacer el movimiento de Teruel Existe (reclamando un helicóptero sanitario), que
nosotros los reconvertimos por el “Teruel libre y con derecho a mar”.
Un
paseo nostálgico por el centro mudéjar. Muchos recuerdos. El baño prometido en
la fuente del torico al aprobar las oposiciones, el frio glaciar en mi cuarto
sin armarios, o lo que dio de sí el billete de mil duros que nos encontramos al
abrir el sofá cama con los cinco bilbaínos.
La
memoria gustativa no me falla, se retiene y recuerda el pasado. Impresionantes las albóndigas, se mantiene la
tradición del puchero en la barra del Gregory (Paseo del Óvalo 6), un lujo que
se debe bañar con un buen caldo de la tierra. Las madejas, tripas de cordero
enrolladas en un ajo verde. Un manjar que yo solo he probado en estas tierras, crujientes
por fuera y blandas por dentro.
Que tiempos!
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