Aunque el invierno ya empieza a dar tregua, a principios de marzo la antigua capital medieval de Polonia aún conserva su magia invernal. En la Plaza de Plock, los patinadores siguen deslizándose sobre el hielo, mientras en la torre del Ayuntamiento ondean la bandera nacional y la de la cercana Ucrania.
Lo sorprendente no es solo
verlos patinar, sino que lo hacen disfrazados. Es carnaval, después de todo.
Pero lo que realmente nos arranca una sonrisa en la fresca noche es la música
que suena: “Pajaritos
por aquí, pajaritos por allá…”
Sí, el icónico baile de los
ochenta de “María Jesús y su acordeón” por la megafonía, y los patinadores lo
siguen con la misma coreografía y los mismos gestos que nosotros. ¿Quién iba a
decir que esta canción era universal? Sorpresas te da la vida.
Después de una semana intensa, en la que las jornadas terminaban tarde y los restaurantes cerraban pronto, repetimos cena en dos lugares muy distintos.
Por un
lado, “Salonik
Baco Kiysi”, una asociación de ayuda a jubilados,
donde no puedo dejar de repetir la contundente sopa tradicional de callos. Por
otro, el elegante “Hotel
Tumski”, con su refinada propuesta gastronómica,
pero sobre todo, porque está abierto hasta las diez de la noche.
Sin embargo, la recomendación gastronómica
de este viaje se encuentra en Varsovia, en “Specjaty Regionalne”, un restaurante que hace honor a su nombre. Agotados, pero disfrutamos.
Imprescindible probar el Bigos Domowy Wielkopolski, un puchero de carne guisada con col agria, con setas silvestres y
vino tinto.
Pero la anécdota
de la noche la protagonizó el “sommelier”. Mientras nos explicaba la historia
del “terruño” de Wieliczka y sus profundas minas de sal, me resultó conocido.
Buscando en mi galería de fotos, lo confirmé: ¡ya nos habíamos cruzado antes!
Al terminar la cena, y después de
haber probado los caldos de la zona, se lo mencioné, no podía creer que aún
guardara una foto suya de hace casi dos años. Entre risas y emoción, llamó a su
jefa y, como si fuera una celebración, nos invitó a dulces y vodkas
aromatizados. La conversación fluyó, igual más de lo debido, y terminó
sentándose con nosotros. Me pidió volver a
ver la foto. Sin dudarlo, agarró mi móvil, y lo que hizo fue dejar su propia
reseña con una sonrisa de satisfacción y, para rematar, subió las dos fotos a
internet con total naturalidad.
¡Grande, Peter! —¡qué
personaje!
Un reencuentro inesperado que
hizo especial esta noche en Polonia.
.
La canción pegajosa , no es de María Jesús y su acordeón
ResponderEliminarDer Ententanz
EliminarEspero que Peter recibiese su merecida insignia del Athletic Club
ResponderEliminar