Qué diferente es estar en mitad del Ramadán en Arabia Saudí ahora. Las restricciones para los no practicantes ya no son lo que eran hace quince o veinte años, cuando nos sentíamos casi perseguidos. Hoy, hasta le pido un cafecito al tea boy en el despacho cada dos horas, sin problema. Y qué decir de la diferencia para ellos: antes soportaban el ayuno bajo los 50 grados del verano, y ahora lo pasan con fresquito del final del invierno.
Aun
así, el cambio de horarios se nota. En el hotel, la cena no empieza hasta que
han servido el iftar, el servicio de habitaciones se paraliza, así que me toca
acostarme tarde y hoy mi visita al museo ha tenido que suspenderse, abrían a
las nueve. Aquí la vida se ha trasladado de noche, y el trabajo, cuando toca,
también. La flexibilidad horaria tiene su lado bueno, pero las noches largas
traen consigo atascos curiosos a las dos de la mañana. Interminables.
Esta
vez la recomendación culinaria es obligada, en el comedor de la obra: los
currys, excelentes. Picantes, muy picantes, pero llenos de sabor. Lo demás, a
base de club sándwich.
Escribo
estas líneas con la emoción de saber que el Athletic ha pasado a cuartos. Qué
nervios, y qué pena no estar en San Mamés. Pero en casa seguro que lo habéis
disfrutado. Ojalá
podamos ver juntos la semifinal, porque la siguiente ronda, me pillará en
México. Un desastre manejando la agenda.
Luna llena y eclipse.
Espero no perdérmela
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