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viernes, 11 de agosto de 2017

Al Ahmadi, Kuwait - BI ( Barbería Internacional)


 

 


¡Pero sí se parece al Oeste! – Exclama mi sobrino emocionado, cuando le muestro las vistas desde la ventana de mi apartamento, mientras mantenemos una videoconferencia.

 

 
No le falta razón al chico. Las calles están desiertas, como antes de un duelo del “Far West” y polvo, el que quieras.  En esta época del año, andar a pleno sol es todo un trabajo de por sí, - se ve algún coche despistado y los ciclomotores de reparto de comida-, pero cuando coincide que el viento sopla del Golfo, es un reto para titanes. Antes de cruzar la acera, ya estás empapado.

 
Por necesidad en cada cuadra, hay una fuente, las más modernas refrigeradas. Tras la puesta de sol, tampoco es que la cosa mejore mucho, pero la gente se anima, sobre todo a dar paseos cerca del mar con sus cálidas aguas, que superan los 30ºC.

Kuwait es el único país del mundo que carece de agua dulce en superficie, no tiene ni ríos, ni lagos ni fuentes. Antes subsistían gracias a profundos pozos o por medio de barcos cisterna, que traían el agua desde el rio (Shaatt al Arab ,  se forma al unirse el Tigris y mi querido Éufrates) que hace de frontera entre Irán e Irak desembocando en el Golfo Pérsico

 
Hay una gran oferta donde elegir entre barberías, bakalas, fruterías, lavanderías y restaurante indios.  De este tipo de comercios, el barrio está repleto y he probado unos cuantos. No sé cómo pueden subsistir.  Además es muy difícil elegir, porque desde fuera tienen parecidas condiciones higiénicas, pero una vez que estás dentro…El trato es magnífico.

En los bakalas – más parecido a nuestros antiguos ultramarinos que a un chino- , hay de todo, y lo que no tienen te lo consiguen con una instrucción rápida al chico, que sale a la carrera. Desorganizado y sin precios, pero tiene su encanto. Lo que más me llama la atención en las tiendas de comestibles del barrio son los sacos de arroz (5,10, 18,20, 36 Kg). Continuo buscando alguno adecuado para mi corta estancia.
 

 

Cuando las greñas -no se puede llamar melena- me incomodaron lo suficiente, me decidí a ir a la barbería más cercana. La experiencia no fue mala, aunque un poco extraña.

Al barbero, le llamaron por teléfono y tras una breve mirada de aceptación por mi parte, pensando que sería algo ligero para tomar algún recado, colocó el teléfono en la repisa apuntando hacia nosotros.  Ni corto ni perezoso, me enseñó primero a toda su familia que estaba a 4000 km. Luego se emocionaron los del otro lado del mar o estaban muy aburridos y mi corte de pelo se convertido en un acto social, retrasmitido a nivel internacional.  Hicieron pasar a vecinos, que saludaban a la cámara diciendo algo al americano. El barbero se crecía, todo orgulloso, haciendo ver lo impórtate que era su local, mostrándome como un trofeo,

Cuando el “Bilbaíno de Pro” -que llevo dentro- intento sacarles de su error, fue el momento de recibir el toque certero de todo buen peluquero, para que bajara la cabeza y me arreglara la nuca. Ciertamente: A quién del otro lado, le podría interesar donde había nacido el que estaba en la silla del barbero bajo el filo de la navaja. No creo que se me olvide tan fácil, las risas de los niños a miles de kilómetros, mientras me hacia el masaje en el cuero cabelludo, haciendo pedorretas con las manos.

 

 

Si es que hoy en día, con esto del internet y los teléfonos inteligentes, estamos todo el día comunicados,  hasta en estos barrios perdidos de la mano de Dios.

4 comentarios:

  1. Será en barrios perdidos de la mano de Ala, ¿no?

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    Respuestas
    1. Perdón, quería poner Allah (الله)

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    2. Dios tiene noventa y nueve nombres, cien menos uno.
      Él es el singular, y le gusta el número impar.

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