Comenzamos el viaje como se empiezan
los grandes líos: estresado, con retrasos, y en lista de espera. Para el último
tramo, KLM había vendido más billetes de los que había asientos. Bienvenidos al
caos. ¡Menuda racha llevo!
Como siempre, al final, termino llegando al destino. De Damman a Al-Uqair, en coche , mas de hora y media. Otra paliza. A las tres de la mañana, derrotado, estoy
finalmente en el hotel. Zakir, el conductor que me ha traído desde el
aeropuerto, algo sabe y entra conmigo a la recepción …me hace de intérprete
porque el joven flaco de la recepción, Abdel —con su túnica blanca y pañuelo
rojo a cuadros— no habla ni papa de inglés. Después de una larga lucha con su
ordenador, consigue darme una llave. En teoría, tengo una cama. Se marcha mi
driver…En la práctica… ya veremos.
La cosa se va complicando, no se qué
busca, pero yo me estoy agotando. No le entiendo que dice. Intento usar el móvil para aclararme, pero la señal
es malísima, no hay apenas cobertura. Estoy en el culo del mundo, pegado a Qatar.
Pregunto por el wifi del hotel, que no aparece por ningún lado, y cuando por
fin consigo que me den la contraseña… tampoco funciona. Internet no va. Estoy
incomunicado, sin red y sin traducción automática. Intentar usar el móvil del
recepcionista, en árabe, para traducir en directo lo que queremos decirnos es
directamente imposible.
Y sí, son las cuatro de la mañana.
Después de un día entero de viaje.
Como no logra explicarme dónde está
mi bloque “frente al mar”, me acompaña. Habitación 409. Cruzamos un jardín
pisando el césped todo mojado, recién regado, subimos al primer piso, y al
abrir la puerta… una cadena puesta. Hay alguien dentro. Previsor el huésped.
Abdel intenta quitar el seguro
metiendo la mano, murmurando algo ininteligible. Le saco la mano y por señas le
explico que ahí hay alguien. No quiero sorpresas. Con el traductor me dice que
el que está dentro es español y que hay dos camas. Yo ya me huelo la noche
larga. Me propone despertar al otro. Ni loco. Mi cara lo dice todo.
Volvemos a recepción. Le digo que me
dé una habitación y que pase mi tarjeta de crédito como prueba y mañana lo
solucionamos. Que me deje dormir. Quedan cuatro horas y media. Nueva batalla
con el sistema. Lo único que sé es que no quiere. Insiste en que duerma
acompañado. Pantallas en árabe que me gira una y otra vez. Yo venga de
enseñarle mi reserva: “Exclusive Chalet Sea View Room” está en español y en
inglés. Habla los dos idiomas por el estilo. Habitación doble, una persona, .
Cada vez más cansado, más cabreado y más de todo …
Llamo a Oriol —el teléfono de
emergencias de la agencia de viajes que usa la empresa—. Me confirma que está
todo correcto y que se pondrá en contacto con el mayorista. Mientras, seguimos
con el juego de mimos.
Finalmente, consiguen despertar al
responsable del turno de noche. Le digo que yo también quiero dormir. Me piden
disculpas y me dan otra habitación. Ya solo me quedan menos de cuatro horas.
Me meto en la cama, acurrucado.
Suena el móvil: es Oriol. Ha hablado con la agencia de la agencia de la
agencia. Me dice que han enviado correos al hotel y que nadie responde. Ya lo
sé. Lo viví. Me agradece la paciencia. Yo le agradezco el intento. No le digo
que estoy ya en la cama. No quiero perder ni un minuto más.
Y así ha sido mi semana:
arrastrándome, cansado. El hotel, caro y con un servicio flojo. Ni siquiera
reponen el papel higiénico. Cada día veo la playa desde lejos, con ganas, pero
no llego. Está a unos pasos… pero la vida no me da para disfrutar de mi “ Exclusive
Chalet Sea View Room”.
Última mañana. No puedo dormir. Doy
vueltas en la cama. Al final, me levanto con mi peor calzoncillo y me voy
decidido a la playa. El mar como un plato , el amanecer asomando poco a poco.
Playa idílica , ducha , sombra e incluso parrilla . Me lanzo al agua con
entusiasmo. Está caliente, agradable… pero no cubre. Camino y camino. Nada. Por
debajo de la rodilla. Me rindo. Me siento y veo salir el sol. Y pienso en Aita.
" ¡El corazón, no sabe de tiempo!"
En cuanto a la recomendación gastronomica... digamos que el hotel no es para gourmets, por decirlo fino. Pero tengo que reconocer que el curry de pollo, no lo hacen mal. Algo es algo.
Ay ay ay
ResponderEliminarYa te pagan suficiente Numayo?
ResponderEliminarNo todo es dinero
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