Menos
mal que hay rutinas que tranquilizan antes de iniciar un viaje. Casi sin
pensar, como un autómata, sigo los pasos previos a la partida. Temo que se me
va a hacer duro volver a la realidad y separarme de los seres queridos. No temo
al trabajo duro, pero cada vez me da más pereza las compañías.
En
el taxi que me recoge de madrugada para emprender mi viaje a Polonia, solo pido
que sea sin sobresaltos y con pocas aventuras, … Ya en el aeropuerto, me olvido
de todo. No me da ni tiempo. La vorágine
se apodera de mí, el trabajo pendiente y comienzo a rodar con la inseparable
maleta de cabina. Demasiadas cosas para
tan poco plazo, menos mal que hay rutinas y tranquilizan.
Al
final de la semana, muy intensa, unas horas para pasear por Varsovia.
Intentando ir al museo del alzamiento, que según internet cerraba a las ocho,
me lo cierran en las narices a las seis menos cinco - una pena- , pero gracias
a ello, descubro una ciudad moderna y dinámica. Una bonita sorpresa.
Visita
relámpago al mercado Hala Mirowska. Mujeres cansadas vendiendo a la puerta,
unos pocos hongos, flores y unas pocas verduras contrastan con los puestos
extremadamente ordenados de productos frescos ...
¡Mira
que he visitado mercados por distintas partes del mundo, pero nunca he visto
una “exposición” de huevos! Todos tan homogéneos, limpios y ordenados. Tiene
que ser difícil elegir.
Recomendación gastronómica, en la ciudad antigua en la plaza Rynek Starego Miasta, vuelvo, al restaurante Bazyliszek protegidos por la atenta espada de la Sirenita del escudo de la ciudad y controlado por el dragón de la entrada.
Otra vez, a pesar de que
estaba advertido por las previas visitas, pido demasiado. Una alegría para el
cuerpo. Para la espera, que es corta, nos sacan unos panes con unas salsa agria
muy agradable, luego comenzamos con un entrante ligero pero muy grande , un exquisito
carpacho de salmón con alcaparra y de plato principal , un crep gigante - Placek po zbojnicku z lesnymi grzbybami i
surowkami o similar- relleno de setas espectacular . Lo que me recomienda la
alegre camarera, que practica su castellano, bajo sus medias blancas, enseñando
las rodillas.
Una
auténtica carga de profundidad para el estómago. Tras la reprimenda y cachondeo por no poder
terminar con el plato, invitación de la casa a una copita de natillas y a un wisniowka,
un digestivo de cereza, que debe ser típico de la ciudad y no podemos irnos sin
catarlo.
Menos mal que hay paseo de vuelta, al final según el teléfono casi la veintena de kilómetros, llego al Hotel reventado, pero satisfecho, volvemos a estar “de visita por el mundo “.
Preparándome
mentalmente para un trimestre de final de año que promete estar cargado de
millas y muchas experiencias.
Poema de Konstantino Kavafis!!! Ten cuidado con los poemas
ResponderEliminarEso es fácil
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