Será difícil superar mi primer contacto con la región de Cuyo.
La planta industrial donde tengo que desplazarme está “embebida”
dentro de un marco incomparable, la cadena andina con el cerro Aconcagua como telón
de fondo, los árboles - defendiendo en paralelo la carretera-, las inmensas
superficies de vides rebosantes de racimos de uvas, que identifican claramente
cuál es el motor y desentonando, como no podría ser de otra forma, la “destilería”.
Según dicen orgullosos, llueve menos que en el Sahara. Es el
terreno más austral del continente donde se asentaron los Incas, consiguieron
realizar un sistema hídrico para controlar- lo que pensaban eran- las aguas infinitas del deshielo de la
cordillera, desarrollando una cultura sobre la importancia del agua, generando
un ecosistema diferenciado, un vergel en mitad del desierto, que se aprecia
mejor – como casi todo- al tomar distancia desde el avión.
El resultado, una ciudad muy amable, un diseño urbanístico con
innumerables pequeñas plazas verdes, que rodean la Plaza de la Independencia ,
pero con un sistema peligroso y único de acequias dentro de toda la ciudad, en
la que hace un siglo plantaron junto a las canalizaciones arboles de gran porte
de hoja caduca, - frescas sombras en verano y dejando pasar el sol en invierno.
Si eres ciego o vienes un poco perjudicado, recorrer unas cuantas manzanas entre
las acequias mendocinas insalvables, puede suponer una carrera de obstáculos,
pero todo no se puede tener.
Como no todo va a ser trabajo, gracias a A&H wine &
beer specialist – como decía mi abuela, hay que tener amigos hasta en el
infierno-, pudimos disfrutar de experiencias nada turísticas, en dos de las más
de cuatro mil bodegas de Mendoza. Un trato especial, enfocada para gente del
sector, con una lista de cata exigente.
La primera bodega, nada más aterrizar de Bilbao, sin aclimatar, con todo el desfase horario, lo que pudo ser un tormento, fue una delicia. Celina, una apasionada de la histórica “Bodega Benegas”, y Luciano nos hicieron aterrizar a la realidad que descubriríamos a lo largo de la semana. Y difícilmente olvidare mi primer asado argentino, en el txoko familiar, preparado por un gran especialista -Eduardo - al que no conseguimos sonsacar la receta de “tomates enteros” de su madre. Un lujo.
Y el último día, después de una semana intensa, tras terminar
las obligaciones, a la carrera como siempre, visita a la nueva “Bodega Foster
Lorca” conociendo al artista y enamorado de los vinos, Mauricio, un hombre
interesante que vive a galope entre la Rivera Sacra (donde tiene la bodega
Erregina Viarium) y Argentina. Nos deja en manos de Cecilia, que, con el poco
tiempo que le hemos dejado, nos enseña las instalaciones y una gama de vinos
espectacular. Aunque también sorprende las viandas que nos acerca Lucas- el
camarero del pequeño restaurante que tienen en la bodega, no es mala opción
para turistas, para poder continuar con las catas.
Lo que está claro es que me falta mucho. Aún no soy nada
experto y me da mucha rabia tener que utilizar las escupideras.
¡Sacrilegio! – Pienso mientras me deshago tristemente del
vino tras ilusionarnos en nariz y boca.
Por otro lado, cuanto más complejo es un vino y más hablan
de él los expertos, no suele coincidir con mis gustos. Como resumen después de
probar en torno a treinta caldos, con lo que único que me quedo aprendido para
recordar, es que, si el tinto es de la región de Cuyo, mi primera opción debe
ser lanzarme a por el Malbec. Os aseguro que tiene la fama bien merecida.
Casualidad -lo dudo-, coincidimos con la fiesta de la
vendimia. La ciudad se transforma, aún más alegre si se puede. Cada
departamento desfila en vistosas carrozas, por un recorrido por el centro de la
ciudad, por lo que en esas calzadas están todos los restaurantes reservados
desde hace semanas. Es la famosa cabalgata de la Vía Blanca, un espectáculo que
enorgullece a toda la región. La ciudad brilla de noche y de día, mostrando a
las autoridades de la ciudad, a los mendocinos y turistas, lo mejor de cada
uno.
Por cierto, muy divertido los artilugios que se fabrican
para la cabalgata, para poder hacerse con alguno de los regalos que lanzan a lo
largo del recorrido… Aún les queda bastante para llegar a utilizar el método bilbaíno
patentado del paraguas, para recoger los caramelos de nuestros Reyes Magos.
En cuanto a la recomendación gastronómica, después de
comerme media vaca en una semana, lo tengo claro. El restaurante, el Asadito (Avenida
Sarmiento 755) , y el corte : Ojo de bife con hueso ($4790). Elegir un buen
tinto, fijándote en el lado derecho de la carta, y no pidas entrantes, son
raciones generosas, en las que el peso de la carne es correcto, no mengua como
en otros países.
Espectacular, David, un genio de los idiomas, a partir del
segundo día, me hace sentir como en casa.
En las parrillas, unos magos, una delicia verlos trabajar, teniendo
siempre a punto las brasas, gracias a una zona con un tiro de aire prodigioso.
Muchas gracias….
ResponderEliminarEduardo ahora tienen una estrella Michelin