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domingo, 5 de marzo de 2023

Mendoza, fiesta de la vendimia

Será difícil superar mi primer contacto con la región de Cuyo.



La planta industrial donde tengo que desplazarme está “embebida” dentro de un marco incomparable, la cadena andina con el cerro Aconcagua como telón de fondo, los árboles - defendiendo en paralelo la carretera-, las inmensas superficies de vides rebosantes de racimos de uvas, que identifican claramente cuál es el motor y desentonando, como no podría ser de otra forma, la “destilería”.

Según dicen orgullosos, llueve menos que en el Sahara. Es el terreno más austral del continente donde se asentaron los Incas, consiguieron realizar un sistema hídrico para controlar- lo que pensaban eran-  las aguas infinitas del deshielo de la cordillera, desarrollando una cultura sobre la importancia del agua, generando un ecosistema diferenciado, un vergel en mitad del desierto, que se aprecia mejor – como casi todo- al tomar distancia desde el avión.

El resultado, una ciudad muy amable, un diseño urbanístico con innumerables pequeñas plazas verdes, que rodean la Plaza de la Independencia , pero con un sistema peligroso y único de acequias dentro de toda la ciudad, en la que hace un siglo plantaron junto a las canalizaciones arboles de gran porte de hoja caduca, - frescas sombras en verano y dejando pasar el sol en invierno. Si eres ciego o vienes un poco perjudicado, recorrer unas cuantas manzanas entre las acequias mendocinas insalvables, puede suponer una carrera de obstáculos, pero todo no se puede tener.

Como no todo va a ser trabajo, gracias a A&H wine & beer specialist – como decía mi abuela, hay que tener amigos hasta en el infierno-, pudimos disfrutar de experiencias nada turísticas, en dos de las más de cuatro mil bodegas de Mendoza. Un trato especial, enfocada para gente del sector, con una lista de cata exigente.


La primera bodega, nada más aterrizar de Bilbao, sin aclimatar, con todo el desfase horario, lo que pudo ser un tormento, fue una delicia. Celina, una apasionada de la histórica “Bodega Benegas”, y Luciano nos hicieron aterrizar a la realidad que descubriríamos a lo largo de la semana. Y difícilmente olvidare mi primer asado argentino, en el txoko familiar, preparado por un gran especialista -Eduardo - al que no conseguimos sonsacar la receta de “tomates enteros” de su madre. Un lujo.

Y el último día, después de una semana intensa, tras terminar las obligaciones, a la carrera como siempre, visita a la nueva “Bodega Foster Lorca” conociendo al artista y enamorado de los vinos, Mauricio, un hombre interesante que vive a galope entre la Rivera Sacra (donde tiene la bodega Erregina Viarium) y Argentina. Nos deja en manos de Cecilia, que, con el poco tiempo que le hemos dejado, nos enseña las instalaciones y una gama de vinos espectacular. Aunque también sorprende las viandas que nos acerca Lucas- el camarero del pequeño restaurante que tienen en la bodega, no es mala opción para turistas, para poder continuar con las catas.

Lo que está claro es que me falta mucho. Aún no soy nada experto y me da mucha rabia tener que utilizar las escupideras.

¡Sacrilegio! – Pienso mientras me deshago tristemente del vino tras ilusionarnos en nariz y boca.

Por otro lado, cuanto más complejo es un vino y más hablan de él los expertos, no suele coincidir con mis gustos. Como resumen después de probar en torno a treinta caldos, con lo que único que me quedo aprendido para recordar, es que, si el tinto es de la región de Cuyo, mi primera opción debe ser lanzarme a por el Malbec. Os aseguro que tiene la fama bien merecida.

Casualidad -lo dudo-, coincidimos con la fiesta de la vendimia. La ciudad se transforma, aún más alegre si se puede. Cada departamento desfila en vistosas carrozas, por un recorrido por el centro de la ciudad, por lo que en esas calzadas están todos los restaurantes reservados desde hace semanas. Es la famosa cabalgata de la Vía Blanca, un espectáculo que enorgullece a toda la región. La ciudad brilla de noche y de día, mostrando a las autoridades de la ciudad, a los mendocinos y turistas, lo mejor de cada uno.



Por cierto, muy divertido los artilugios que se fabrican para la cabalgata, para poder hacerse con alguno de los regalos que lanzan a lo largo del recorrido… Aún les queda bastante para llegar a utilizar el método bilbaíno patentado del paraguas, para recoger los caramelos de nuestros Reyes Magos.

En cuanto a la recomendación gastronómica, después de comerme media vaca en una semana, lo tengo claro. El restaurante, el Asadito (Avenida Sarmiento 755) , y el corte : Ojo de bife con hueso ($4790). Elegir un buen tinto, fijándote en el lado derecho de la carta, y no pidas entrantes, son raciones generosas, en las que el peso de la carne es correcto, no mengua como en otros países.

Espectacular, David, un genio de los idiomas, a partir del segundo día, me hace sentir como en casa.  En las parrillas, unos magos, una delicia verlos trabajar, teniendo siempre a punto las brasas, gracias a una zona con un tiro de aire prodigioso.

 


1 comentario:

  1. Muchas gracias….

    Eduardo ahora tienen una estrella Michelin

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