¡Pero como te lo montas! – Tengo que escuchar estoicamente.
Cada persona que me llama al teléfono, parece que sabe que es disfrutar de los carnavales en Cadiz. Por la envidia que les doy, debe ser la leche. Por lo menos, suena a fiesta y diversión.
Nada más lejos de la realidad. Ni tan siquiera aquella antigua confusión: ni siesta, ni comprensión. Un sindios.
Aunque
siempre hay algo que merece la pena.
Ver
el río Guadarranque, entrando al mar, amaneciendo con el Reino Unido al fondo,
es el minuto de gloria diario. El Peñón
de Gibraltar, una de las columnas de Hércules, que irónicamente marcaban el límite
del mundo conocido y yo me quedo con las ganas de pasar al otro lado.
De
recomendación gastronómica, ni hablamos. Sin tiempo. Pura franquicia, a un paso
antes de caer rendido en el hotel, para meter gasolina para que no se pare el
motor.
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