Departamento de Piura, Perú.
Mi cuerpo me dice lo contrario, pero al descender por la escalerilla, la luz cegadora me recuerda que aún es de día. Las millas, aunque sean en cómodos aviones, van pesando cada vez más en la mochila. Está claro que el cansancio es acumulativo, como el ají de rocoto. Se nota el cambio de continente y yo sin gafas de sol.
Menos mal que por los efectos del viaje, había caído roto en el centro de
la cama, porque Talara nos recibe con un temblor de 5.3, literalmente solo
me acuna, despertándome desubicado, con extrañas sensaciones.
Los ruidos en el exterior me devuelven a la realidad. Poco a poco, me voy situando. No hay daños colaterales. Solo se me ha caído la botella,
derramando el agua por la mesilla. Solucionable.
En el campamento, los ruidos son de las puertas y comentarios del personal
saliendo de las habitaciones. Aunque debo hacerlo, me autoengaño. Pienso, agarrándome
fuerte a la almohada, cinco minutos y salgo. Como cuando éramos pequeños y nos
quedábamos en la cama, esperando el toque de corneta. Como era de esperar, los minutos se
convierten en horas:” tempus fugit”. Si hay replicas, yo no me entero.
Pequeña reprimenda a la mañana siguiente. Estaba muy cansado para conseguir
salir de la cama y presentarme en el punto de encuentro.
De regreso, parada en Lima. Es la “Feria del Señor de los Milagros”, por lo que tengo la suerte de palpar parte de la vida de la ciudad. Caos circulatorio, han cortado muchos accesos cerca del palacio presidencial. Es fácil darse cuenta de que la situación no es buena. Se prevén, según los taxistas que de esto saben un rato, cambios en el país.
Centro histórico duro. Grandes contrastes, el distrito de Rimac, gris
plomizo, con vistas al colorido cerro de San Cristóbal. Desde lejos se aprecia
que es un mural bien organizado, dicen que se ve una cruz, aunque yo veo
varias.
Los alrededores de la plaza están fuertemente controlados por policía a caballo, pertrechados con antidisturbios, dispuestos a proteger a lo más selecto del país. Los precios de las entradas lo atestiguan. De 2900 a 276 soles la más barata).
La plaza a su vez, vigilada por un indio con taparrabos, desde el mirador de Ingunza. Aunque la historia que me cuentan – que no coincide con las fechas de construcción- que la torre se la mando construir el virrey para poder ver las corridas con su amante, por lo que está mal llamada, como la Torre de la Perricholi.
Plaza a rebosar, lleno hasta la bandera y algo más… Fiesta distinta, con
orgullo, bailes, cuatro bandas de música, caballos y mucha comida. Sombreros, anticuchos
y botas de vino.
Emotivo cántico del himno nacional puestos en pie. Y gritos contra el
presidente: Fuera Castillo, fuera. El mantra se repite a lo largo de la faena. Preguntando
al padre experto, junto al hijo a mi lado, por si está el presidente en la
plaza, me contesta con un rotundo: si aparece lo linchan.
A media faena, algún que otro combate de boxeo…El alcohol y la falta de
sitio, son malas mezclas. Parece que alguna entrada esta falsificada. Grandes señoras
sentadas en las escaleras.
Gran faena en la Plaza de Acho, seis orejas y los maestros salen en hombros
por la puerta grande. El Juli dos orejas y Roca Rey cuajó una tarde para
demostrar que es el primero del escalafón del toreo -tres orejas. El mejicano, Arturo
Gilio tomando la alternativa, demasiado valiente para mi gusto, le toca esperar.
Como dato curioso, de los siete toros que venían desde España, solo tres
llegaron vivos a su destino. Tambien les afectan las millas aéreas a estos
ejemplares bravos, que por lo que parecen, no soportan bien, los cómodos
aviones.
Como recomendación gastronómica, consigo esta vez sí, comerme la mascota de
alguno, muy sabrosa la cobaya. En el Restaurante Panchita (Calle 2 de mayo 298, Miraflores). Una delicia y además según dicen con
propiedades medicinales.
Super cuy crocante de 850 gramos con picante de papas. |
Lo de la cobaya me ha matao .......
ResponderEliminartiene buena pinta el hamster!!!! 6 orejas en una corrida? como en fiestas de Bilbao en 4 años ji ji ji
ResponderEliminarEs que Matías es mucho Matías. Un presidente con criterio
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