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martes, 12 de noviembre de 2019

¡Eh, que esto no se abre!


Madrid, Menos mal que tengo más de dos horas de escala.

Grandes colas. Desesperación. En los aeropuertos es siempre muy importante elegir y elegir bien. No ponerte donde te arrastra la marea. El vagón de tren donde montarse o la cola de control de seguridad, puede marcar la diferencia entre perder o no un vuelo.

Largas filas para salir del país. El aeropuerto colapsado. Cuando por fin consigo ver a los que bloquean, no parece un acto organizado por independentistas, ni veganos ni anima-listas, ...Tienen que estar luchando por la mejora de nuestras pensiones.

¡Esto no se abre! – El grito de guerra. Unos cien jubilados son capaces, ellos solos, de provocar retrasos y hasta cancelaciones.

En la zona de control de pasaportes: guerra contra la tecnología. Ancianos enfadados enfrentándose a un escaner ocular. La marca España por los suelos.  
Han vuelto loco al sistema de identificación. Los dos ayudantes en las máquinas de control de documentación, no dan abasto. 
A la desesperada, les dicen que es más rápido con el DNI que con el pasaporte.  
Al unísono se ponen a rebuscar entre sus pertenencias de mano. En lugar de facilitar y agilizar el proceso, empeora. Bolsas y bolsos inmensos repletos de carteras, monederos y bolsitos. Es el resumen del caos.

La llegada del siguiente tren a la terminal, acerca la hecatombe. 
Se va perdiendo la calma entre los que llegan -acumulándose en la escalera- y los que están viendo el motivo del tapón, que pierden la paciencia después de  intentar colaborar con los pobres que les toca lidiar con el problema.

Al final, alguien toma el mando. Desbloquea el sistema, apertura de puertas, volviendo a la comprobación telemática de cada pasaporte a la antigua: por personas, por la policía de aduanas.

Los que han diseñado el sistema, ya sabían que necesitarían ayudantes, pero no tenían previsto, lo que parece un viaje del IMSERSO a Sudamérica.  



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