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miércoles, 4 de octubre de 2017

Alegria en Argelia


Angel, tú que viajas tanto… ¿de maletas tienes que entender, no? – Me preguntan en el autobús que nos lleva de la terminal del aeropuerto, al avión que espera en la pista, apretujados como sardinas en lata.

Tras una breve explicación y convencer sobre las maravillas de la joya que llevo en mis manos. Se le cambia la sonrisa cuando comprueba en su teléfono móvil el desorbitado precio. Valorando resultados seguro que es la mejor opción pero solo al alcance de unos pocos privilegiados.

Como en todo lo demás, me ha tocado la parte buena, y hay que disfrutarlo.

 


Sí, solo voy a valorar resultados. Suena el despertador en Argelia. Domingo, uno de octubre, el corazón encogido y no precisamente por las noticias que llegaban de la península, sino por sentimientos más primitivos. Me levanto de la cama, con la sensación de que va a ser un día duro.

 

Sabiendo que es complicado salgo de la habitación buscando algo que me alegre el día. Sé que debo estar atento, porque en estos sitios, si pestañeas, te lo pierdes.  Encontrado. Buscando mirada de complicidad, pero no la encuentro.

Parece que hay un militar que prefiere acondicionar el terreno. Hace falta mucha constancia para mantenerlo verde. Quizá como las cosas buenas de la vida.

 


Miro a la gente del comedor. La gran mayoría aún están dormidos. Trabajadores de todas partes y de toda la gama social. Algún exaltado suelto, con conversaciones duras utilizando términos y tarareando canticos de épocas pasadas. Malos gobernantes en la retaguardia que han llevado a las calles el enfrentamiento. Aunque como tantas veces he oído: Todo es un cuento.

 

 

 

Sigue tan presente como cuando estaba.

 

 

 

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