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martes, 10 de enero de 2012

Santa Cruz a Margarita- volando voy volando vengo

Una de Aviones -Terminó el viaje desde Bilbao al Campamento después de 36 horas.
A pesar de la huelga de pilotos, ayer disfrute de las mejores albóndigas de buey con calamares que he probado nunca. Desde que Iberia contrató a los cocineros con un montón de estrellas Michelin, que bien nos dan de comer!



En el último trayecto en lugar de tomar dos aviones y realizar un par de horas con un todo terreno por unas pistas embarradas, la compañía decidió marcarse un largo y ponernos un vuelo directo ( la realidad es que se necesitaba una avioneta en el campamento para sacar a unos jefes ). Siempre se agradece, porque por muchas millas que tengamos encima sigo siendo un fan de Loquillo “...tú chica puedes vivir una vida de hogar, búscate un marido con miedo a volar...”


Al llegar al aeropuerto del trompillo, al hangar de los vuelos privados, fui en busca del piloto para explicarle mis preocupaciones, - sobre el viento, su experiencia y sobre todo para cerciorarme de que tenia bolsas para vomitar- (no sé porque pero los dos únicos asientos de pasejeros estaban en dirección contraria)… por lo que al final me ha dejado ir de copiloto.
Tengo varias experiencias/ anecdotas con avionetas y hasta esta vez, mis recuerdos no son buenos, son como ir montado en montañas rusas o montando en un caballo que no quiere tener sobre peso.
Después de despegar y hacerle unas 20 preguntas sobre para que sirve no se qué aparatito y sobre cómo te das cuenta de que si la alarma es importante o es una tontería…. Sebastian- el piloto- me mira y me dice que si quería llevarla yo.




Nunca me había hecho ilusión poder volar, ni me lo había planteado pero me salió un sí quiero de película. Así que ya tengo otra aventura más, manejar durante 50 cortísimos minutos una avioneta entre los montes bolivianos.





Espero que no se me olvide lo que he sentido hoy y poder contarlo. Pero en resumen hoy he saboreado la libertad al pilotar a Saratoga II, y cada salto era como domar a un potro y sin tiempo para sentir nada en el estomago.


Al aterrizar, le doy las gracias emocionado al piloto y después del apretón de manos me dice que no lo cuente, por el tema de los de seguridad que como se enteren le podría meter en problemas. Ahí ha sido cuando el compañero que llevaba atrás se moría de risa.
Bueno me voy a dormir, cantando la canción de el último de la fila “...que aunque muy chico y muy feo piloto de aeroplano soy-...”

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