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jueves, 12 de junio de 2025

Mini escapada entre Biarritz y Bayona: un paréntesis perfecto

 Ha sido una escapada exprés, de martes a miércoles, aprovechando esa pequeña tregua que nos dan los exámenes de los hijos. Pero qué bien aprovechada... Un paréntesis perfecto entre viaje de trabajo y viaje de trabajo. ¡Recarga de pilas conseguida!



Nos fuimos al elegante Iparralde, a Biarritz, que siempre tiene ese poder mágico de llenarte de alegría y buen vivir. Es una tierra que rebosa color y sabor, y en cada esquina nos encontramos con recuerdos de otras visitas con los niños, cuando venían a aprender francés. Haciendo cuentas, ya llevamos más de una docena de veces... ¡y cada una ha tenido su encanto!

Esta vez no fue diferente. Bueno, salvo porque nos encontramos con la Trattoria cerrada —¡íbamos directos! —. Esperemos que sea solo por reformas. Aun así, el paseo por el mercado, perderse entre las entrecalles, ver a los surfistas o unirme a los ecologistas —doblando el espinazo— para recoger pequeños trozos de plásticos en la orilla... hacen que el día vuele. Literalmente.


Para dormir, cambio de aires: Bayona. La economía también cuenta. Me encanta esta ciudad entre ríos, con su aire medieval, sus castillos y cañones, y toda esa historia defensiva que la rodea. Tuvimos el lujo de ver jugar a unos auténticos lugareños en el trinquete de San Andrés... aunque también presenciamos una caída en directo. En ese momento dejamos de ser espectadores privilegiados: bastante tenía el pobre con el golpe como para encima sentirse observado.

Después de cenar, salimos en busca de la famosa luna de fresa. Al principio parecía que no iba a aparecer; incluso volvimos a salir de la habitación para ir al puente, por si estábamos mal orientados, pero nada... Al final, en uno de esos despertares que la edad ya no perdona, desde la habitación del hotel la vimos en todo su esplendor, en plena madrugada. Allí estábamos, los dos mirando por la ventana, la ciudad iluminada bajo su luz. Una estampa de esas que se graban.



Recomendación gastronómica clara: junto al río, en Au P’ti Bistro. Me sorprendió gratamente que a ti también te encantara la asaduría de corazones de pato.
—"¡No lo hubiese pedido en mi vida, pero está buenísimo!" —me dices entre risas.



El risotto, diferente: más caldoso de lo habitual, pero muy sabroso, con unos langostinos de primera.

Eso sí, como siempre, pedimos de más. Y mira que me avisas… pero nada, caemos igual. ¡Hasta dejamos otra vez vino! Sacrilegio, lo sé.

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